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Hace tiempo desde que NamJoon fue a sus clases matutinas en un centro cercano, y hace tiempo que me encuentro solo, tratando de descubrir algo nuevo el las cuatro paredes que formaban nuestra habitación. No encontrando nada en la gran sala que no hubiese visto ya.

El aburrimiento puede conmigo, y aunque me lo prometí a mi mismo no me queda otra que salir de aquella habitación buscando algo nuevo con lo que entretenerme.
Lo cierto es que descubrí bastantes cosas que nunca antes había visto, entre ellas unas escaleras que no mostraban ninguna luz al final del camino.

Sintiendo una gran curiosidad, mis pies reaccionaron solos, dando pasos al frente, subiendo al tercer piso.

Las cortinas estaban cerradas y las luces apagadas, así que, tratando de no tragar el polvo de aquél lugar, levanté y abrí los grandes ventanales que daban lugar a un hermoso paisaje.

Pasaron los minutos en los que admiré cada rincón y las agradables vistas a las afueras...desde allí podía ver la frontera, y también aquella construcción con poca estabilidad a punto de derrumbarse.

Es increíble que siga en pie...

Ya aburrido de las vistas, decidí limpiar un poco la zona, destapando algunos muebles hasta que me asusté yo solo por un inesperado sonido.

Al pasar la mano sobre una de las grandes mantas se podían escuchar diferentes sonidos sin un orden definido tal y como se escucha a en aquel objeto con forma de rectángulo que tanto usan NamJoon y la señora Kim.

Con cuidado, levanté la tela que me distanciaba del mágico objeto, descubriendo un gran objeto color marrón desgastado.
Las teclas sobre él eran de un color blanco marchita, al igual que otras más pequeñas sobre ellas, tintadas de un negro amarronado.

Tocando las teclas por encima, recordé una de las canciones que había reproducido millones de veces junto a Nam mientras observábamos el cielo repleto de estrellas desde la comodidad de la cama.

Una suave y tranquila combinación de movimientos torpes comenzaron a armonizarse entorno a mi, como si no fuese la primera vez que mis dedos se movían sobre las teclas bicolor, siendo un ritmo fácil de llevar tras investigar poco antes sobre el sonido de cada una de las teclas.

En un susurro inconsciente, mis labios cantaban con lentitud la canción que no dejaba de rondar en mi cabeza.
Incluso si solo era un pequeño tarareo, era indistinguible.

Alguien a quien quise.

Mis dedos se detuvieron al escuchar un peculiar sonido que venía de la puerta, y allí estaba NamJoon, aplaudiéndome con una gran sonrisa.

Sin poder evitarlo olvidé por completo el objeto mágico y salté a los brazos de mi menor, siendo recibido con fuerza mientras me sostenía para no caer, aunque mi pequeño jamás me dejaría caer.

-¿Me extrañaste? - Asentí varias veces con una pequeña sonrisa, separándome poco después de su cuerpo al ser obligado a volver al suelo junto a la figura más alta- ¿Se puede saber que haces aquí? - preguntó, mirando hacia el gran ventanal tras mi.

-Me aburría...lo siento, NamJoon-ah. - la mirada me calló hasta mis manos, esas con las que jugada nervioso, sintiendo mis mejillas explotar.

-No importa, Hyung, es solo qué...-NamJoon suspiró prolongadamente, acercándose finalmente al instrumento que antes había sido uno conmigo- Este piano era de papá. - con cuidado limpió el polvo sobre las teclas.

-Lo siento...-sin poder evitarlo levanté la mirada de mis manos, siguiendo las suyas sobre el piano- Nunca me has contado nada sobre él...¿donde está? - pregunté curioso, sin malas intenciones obviamente, pero...lo cierto es que la cagué sin quererlo.

A pesar de las murallas «ᴺᵃᵐᵍⁱ»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora