— ¿Cómo os conocisteis?
Ingerido el medicamento de la mejor forma que pudo pese a estar acostumbrado a tomar las pastillas casi como caramelos, centró su atención en la pregunta. No recordaba que se la hubiesen hecho nunca. Nadie. Era extraño, aunque comprendía que quizá el miedo por meterse donde "no les habían llamado" podía ser aún mayor que la curiosidad.
— Nos conocemos de toda la vida. Éramos vecinos, íbamos juntos al colegio... no recuerdo gran parte de mi vida sin tenerle como amigo.
— Vaya... pues sí que lleváis tiempo siendo amigos. Creo que yo nunca he tenido una relación de amistad tan duradera. Mis amigas del colegio las perdí en cuanto me cambié al instituto y allí, bueno, tampoco es que tuviese tantísimos amigos, así que una vez que lo dejé, esos mismos desaparecieron porque ya no teníamos gustos afines o intereses comunes. Ya sabes, la típica excusa para dejar de ver a alguien a quién no tienes un aprecio genuino.
Sebastien hizo una mueca. Quizá, una pequeña parte de sí mismo jamás se había dado cuenta de lo afortunado que era habiendo mantenido todo ese tiempo la compañía de Brandon a su lado. Creía que la mayor parte de la gente había podido mantener algo tan duradero, pero escuchando a Naiara abría los ojos a la realidad y es que su caso era uno entre millones de despedidas hechas de mala manera o silenciosas donde jamás se había pronunciado la palabra adiós, pese a que se habían negado a seguir viéndose.
— No entiendo a esas personas que te han dejado marchar de sus vidas. Salvo que escondas a un demonio dentro pareces un encanto —intentó animarla como si ella lo hubiese pedido aunque salía genuinamente de él tras pensar en qué hubiese sido de su vida sin Brandon.
Naiara negó con una sonrisa en los labios demostrándole que lo tenía más que superado. De hecho, la percepción que tenía de la vida era muy diferente a otras en las que había escuchado que lo importante es estar rodeado de mucha gente.
— Si las personas no te aprecian por lo que eres o cómo eres, no merece la pena seguir teniéndolas a tu lado, ¿no crees? Así que si se fueron o si fui yo la que me marché, era porque uno de los dos debía continuar su camino sin el otro para llegar a donde nos correspondía.
Brandon permanecía enfadado dentro de su despacho. ¿Cómo se le había ocurrido a esa mujer retarle con la mirada? Todo el mundo sabía en la posición que tenía que estar cuando él permanecía delante. Pocas veces daba órdenes, pero cuando las daba era porque debía hacerlo. Él era el dueño y señor de su casa. Solo Sebastien podía desdecirle o hacer lo mismo que había hecho esa pequeña rebelde. Sabía que iba a ser un gran incordio en su casa, así que cuanto antes pudiese encontrar motivos para echarla... el único problema era la risa que había escuchado al abrir la puerta. Pocas personas habían logrado una carcajada tan sincera en su amigo y eso que era el sociable de los dos. Parecían haber hecho buenas migas aunque se conocían de muy poco tiempo. ¿Quién era él para arrancarle de su lado a alguien que le hacía un mínimo bien?
Suspiró de nuevo intentando centrarse en el caso que tenía entre manos aunque la mirada clara y retadora de Naiara seguía grabada en su mente casi como si fuese una maldición. Odiaba que le ocurriesen ese tipo de situaciones y cuando pasaban arrancaba todo de raíz. Se consoló pensando que no pasaría mucho tiempo con ella gracias a su trabajo. Él entraba y salía mucho más de su hogar que Sebastien. Además, si ella era de ese tipo de mujeres que prefería no quedarse las veinticuatro horas en esa casa porque deseaba tener su propia vida, en fin, tendría que soportarla qué, ¿durante la comida? Eso podía aguantarlo. Hacía mucho más esfuerzo en su trabajo con cada uno de sus clientes.
— No lo entiendo... —dijo de pronto Naiara—. ¿Cómo puede ser que no seas un profesional y te ganes la vida con esto?
En su regazo, la joven tenía uno de los distintos cuadernos de bocetos del artista. La manera en que había dibujado cada una de las formas era tan exquisita que ella misma se había puesto nerviosa creyendo tener la suerte que no tenían muchas personas al admirar la obra de un genio en vivo y directo.
— Me alagas, pero eso son tan solo bocetos, borradores si quieres llamarlos así. No creo que vaya a terminar muchas de esas ideas...
— ¡No! —levantó la mirada de pronto como si lo que hubiese dicho Sebastien fuese la peor de las blasfemias—. ¿En serio se quedarán sin acabar? Bueno, a mí es que me parecen perfectos así como los tienes, pero si para ti es tan solo el primer paso... Ojalá tuviese yo la mitad de talento. ¿Quieres que te enseñe mi mejor dibujo?
Asintió con una sonrisa. Ella buscó en su teléfono móvil una foto que sabía que tenía desde hacía mucho tiempo. Después, caminó hasta la cama para mostrarle en la pantalla un señor palitroque con su chistera y un bigote desproporcionado con el tamaño de su cabeza.
— ¿Has visto? Toda una vida creyéndome una artista y orgullosa de ello.
Ambos se miraron antes de romper a reír una vez más. Era evidente que no todo el mundo tenía talento para el dibujo, pero muchos de ellos era porque no deseaban trabajar duro e intentarlo. El dibujo, al igual que el resto de materias podía aprenderse con técnica por mucho que las personas con un don o con un talento especial para ello tuviesen cierta ventaja en ese aprendizaje.
— Definitivamente entiendo tu orgullo. Tiene un tinte cubista que pocos podrían apreciar debidamente —bromeó antes de ponerse la mascarilla de nuevo.
Chasqueó la lengua volviendo a mirar la pantalla de su propio teléfono.
— Siempre supe que era especial y no sabía porqué. Ahora podré decir con orgullo que soy una cubista sea lo que sea eso.
Volvieron a reír con la misma naturalidad que dos personas que se conocían de toda la vida. Para Sebastien estaba claro que Naiara tenía que quedarse.
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Brandon
RomanceUn hombre que nadie pensaría que tiene corazón, sin embargo, esconde uno de los secretos que haría a cualquiera entender su frialdad. Una tarde tiene que pedir ayuda contratando a una cuidadora y será ahí cuando empiece una revolución en su hogar.