Capítulo 59

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Jamás había visto aquella mirada. Sebastien podía leer en Brandon igual que si fuese un libro abierto y aún así, dudaba que en algún momento de su vida esa mirada hubiese formado parte de todo el repertorio de su amigo. Se sentía como un ser miserable, pero no podía evitar amar a Naiara con toda su alma. Él había sido el primero en confesarlo y aunque había jurado que no haría nada que pudiese herir a su amigo, no podía negarse el placer de degustar los labios que él ya había probado a sus espaldas.

No eran los únicos que se habían quedado sorprendidos. Naiara había comprendido hasta qué punto el odio podía doler como puñales cuando Brandon la había vuelto a mirar de aquella forma. No sabía porqué se sentía culpable, pero así era. Él le había asegurado que jamás tendrían nada y... ¿realmente había habido tanta reacción? Puede que lo único que le hubiese molestado fuese haberles encontrado en pleno beso y no el acto en sí. El abogado era un ser complicado, tanto que imaginaba que para no perder había que utilizar toda clase de sistemas de localización dentro de su mente. Era un hombre que parecía poder desconectar todas las emociones con un simple parpadeo si es que las tenía.

La situación era rara, tensa, no sabían qué decirse. Ni tan siquiera se atrevían a preguntarse si les había gustado el beso o disculparse por lo que habían hecho. La intromisión de Brandon había logrado romper el clima que había entre ambos con la misma rapidez que un tornado surcando un pequeño pueblo y llevándose todo lo bueno y malo que pudiese haber en él.

El peso del mundo parecía caer sobre los hombros de los tres. A duras penas podían mirarse a la cara y cuando Brandon entró para ayudar a su amigo a meterse en la cama de nuevo, Naiara no tuvo la valentía suficiente de permanecer en la misma habitación. Salió de ella, alejándose, quedándose en el pasillo y esperando que el abogado terminara para volver a entrar cuando se hubiese marchado. Como la puerta se había quedado abierta, el artista tampoco se atrevió a preguntar sobre aquella situación, solo lo hizo sobre el trabajo y las respuestas que tuvo fueron monosilábicas.

— Enhorabuena, por cierto —añadió antes de marcharse cerrando la puerta a su espalda.

Brandon se encontró con el rostro demacrado de Naiara pues ella misma había entendido lo que había querido decir al pintor con esas palabras. La observó con el semblante tan serio, tan dolorosamente serio que casi se quebró en miles de pedazos por la dureza de su mirada. Por la mente del abogado pasaban tantas cosas que no sabía cómo gestionar aquel aluvión de emociones que se había prometido que no volvería a tener. Ella era la culpable de todo eso. Había despertado lo que fuese en su interior y ahora lo había tirado a la basura tras pisotearlo con toda la buena fe escrita en sus facciones de niña que no ha roto un plato. Mentira. Era una mentira como toda ella.

— También mi enhorabuena —repuso antes de girarse sobre sí mismo para ir a su propia habitación una vez más.

¿Ya está? ¿Solo le daría la enhorabuena? Sabía que la noche anterior todo había sido por culpa del alcohol, pero una parte de ella había albergado una mínima esperanza por despertar algo más que eso en él. Solo una felicidad que no existía porque no la conocía era lo que había podido expresar. Tenía dos opciones, comenzar una pataleta como una niña pequeña o quedarse allí, quieta, dejándole marchar. Puede que fuese lo mejor para ella. Si le dejaba ir sería un paso. Brandon no la quería y si lo hubiese hecho habría notado de alguna manera ese amor por ella, había demostrado celos o hubiese tenido alguna reacción. Sin embargo, era el mejor actor de todas las personas a las que había conocido. Odiaba esa facilidad que poseía para mantenerse frío como el hielo mientras que sus propias heridas se abrían con fuerza y las hacía sufrir metiendo todos los dedos dentro de su completa indiferencia.

Aquel día algo había cambiado para siempre. Pronto sabrían lo que era, la manera en que Brandon buscaba hacer ver que todo estaba bien aunque no fuese así. Él mismo había jugado muchos papeles a lo largo de su vida y aquel en el que se había tenido que comportar como una pieza de hielo en la que Sebastien pudiese sostenerse había sido el mejor de los papeles que había interpretado siempre. Nunca le había comentado sus verdaderos problemas en el trabajo, tampoco la clase de gente a la que ayudaba ni porqué era el mejor en su oficio. Nunca había existido la realidad en un mundo donde Sebastien era el sufridor, la persona que importaba y la que se merecía todo lo que no había podido tener por culpa suya, por haberle descuidado, por no haber estado ahí a cada instante siempre que le había necesitado. Ahora tenía lo que quería, había abierto la puerta para que Naiara entrase en el corazón de su amigo y se enamorasen pese a haber estado él allí. Porque, ¿quién no escogería a quien lo tiene todo menos las piernas? La pureza del alma encerrada en la silla de ruedas podía contra todo lo que él ofrecía.

Sacó su móvil y rebuscó entre los números que le habían dado muchos de los contactos que tenía como clientes. Le debían muchos favores y era hora de pagarse uno de tantos. Así que, aguantando todo el deseo de proferir improperios por su mala suerte, tragó con dificultad escuchando los tonos de la llamada que se estaba realizando.

— ¿White? —preguntó una voz cascada al otro lado de la línea.

— El mismo. Necesito cobrarme uno de los favores que me debes.

— Te escucho.

Siempre se había dicho que no pediría favores a ninguno de esos hombres, medidas desesperadas requieren de acciones desesperadas. Había que dar fin al asunto lo antes posible. 

BrandonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora