Capitulo IX

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Ethan  21 años

El vampiro se sentía estupefacto, estaba temblando esperaba que  nadie más lo notara. Saco de su bolsillo un paquete de cigarrillos, encendió uno de ellos, se sentó al borde la cama, estaba deshecha por el cuerpo de Elyse,  su olor impregnaba las sabanas, el olor a nicotina lo alejaría y lo calmaría por el hecho de haber besado  a otra mujer, una que no era su Amelia  y a la que consideraba atractiva, podría convertirse en algo peligroso para él,  si se entrometía el damphyre que le tocaba reclutar.

Elyse era una de esas bellezas inmediatas que te capturan a primera vista, su cabello color miel, ojos seductores y grandes, su cutis de porcelana, los labios carnosos y suaves que invitaban a  cualquier hombre a besarlos. Y  ni hablar de su cuerpo se dijo,  sus senos parecían dos melocotones listos para ser devorados, la piel parecía seda al tacto y esas piernas en provocaba perderse y morir de felicidad.

No, ese tipo de belleza nunca le había llamado la atención, Amelia no se parecía en lo absoluto al físico de Elyse, ella tenía algo más que belleza. Los  cabellos de Amelia eran como granos de café, tenía los ojos muy pequeños y tiernos, casi como los de una niña. Sus pómulos eran pronunciados,  sus labios tenían un color muy claro pero al besarlos se tornaban como las hojas en primavera. Ella era un poco más alta que Elyse, más necesitada, siempre debía tratar de no darle ningún disgusto para que así no desconfiara de él, Ethan no podía soportarlo, la amaba demasiado.

El cuerpo de Amelia desnudo comenzó a surcar en la mente de Ethan, su piel acaramelada con un toque de canela, lograba sacar lo más oscuro de él, siempre la deseaba, todavía deseaba su cuerpo, lo añoraba.

El cigarrillo se extinguió y con el  final de este, Ethan dejo aun lados sus recuerdos y pensamientos sobre Amelia pero la culpa de desear Elyse seguía latente.  Se acomodó en la cama revolcándose con las sabanas, tratando de quitarse el ardor que sentía su piel, el hombre en su interior, anhela el calor humano que podía ofrecer una mujer con ella y se  sentía terrible por soñar con utilizarla sólo para satisfacer lo que antes hacía con Amelia.  

El vampiro miro hacia la ventaba  vislumbro nubes que cubrían parte del cielopero aún quedaban extractos en los que se podían contemplar cómo iba a entrando la luz a Villa Imperial, descubrió quetodavía le quedaban largas horas de sueño pero se encontraba sediento, no podía salir a cazar a ningún animal, tendría que aceptar la propuesta de esa chica encargada de la limpieza y beber un poco de su sangre.

--Sí, eso sería lo que haría.

Para cuando despertó ya se me había hecho tarde para hablar con la vampiresa, él esperaba que estuviera en la sala de estar, necesitaba convencerla de que se uniera a la causa o su ciudad en algún momento también quedaría destruida y ya no habría más regiones en las que los humanos y damphyres estuvieran obligados a servirles.

Se vistió con un traje azul oscuro y se acomodó el collar que le había regalado Amelia.

Como el vampiro predijo, la vampiresa le esperaba en un sillón rojo de terciopelo, bebiendo una copa de sangre, era completamente diferente a su hija, por eso él  la había rescatado y llevado lejos de ella.

---Sra. Atkins –le dijo sin dejar de mirar la copa--. – Lamento la tardanza pero ha de entender que vivir en el campo me deja muy cansado.

---Ah sí – le contesto ella con un ápice de condescendencia--. Me imagino que no tiene usted ninguna cama confortable – una sonrisa se formó en sus labios--. Podrías volver a tu vida normal y todo eso acabaría, claro está.

---Le prometí a Amelia… - dijo él--.

--- No quiero discutir sobre mi hija, desde que te la llevaste lejos de mí y le metiste en la cabeza esas ideas liberales, no fue la misma, me causa mucho pesar recordarlo – la vampiresa  desvió la mirada hacia la ventana y se perdió en el horizonte-.

Memorias EfímerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora