Cap. 10 Jodidas ganas

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Me quedé perplejo.
Mis ojos recorrieron todo tu cuerpo. Jamás te había visto sin tanta ropa puesta. Tu cabello largo caía suavemente por tus hombros y pechos. Aquella camisa holgada dejaba muy poco a la imaginación, era algo lencera y no te creí el tipo de chica que las usara. Elegante y sensual.
Tus piernas largas están descubiertas al igual que tus pies. ¿Debería entrar?
Tomaste el vaso de leche que estaba en la mesita y te dirigiste al baño. Aun no superas eso? Me entristecí. Eres tan linda, no puedo entender cómo te han hecho creer lo contrario. Previo a enfurecer, entré.
Caminé lento y antes de que giraras, hablé.
-Esa leche se veía deliciosa, Elena- Diste un salto. Estoy seguro que de poder gritar, lo habrías hecho pero quizás ni voz te quedaba en este lugar.
Que hermoso es tu rostro y un placer verlo de tan cerca. Te has enrojecido y tus ojos se han abierto tanto que dejas en claro que son de un perfecto gris - Joder, no te muevas te vas a cortar!- Habías dejado caer el vaso haciéndolo trizas. Estaba tan ensimismado en tu cara que no me percaté cuando lo soltaste y tú tampoco, creo.- Lamento haberte causado tanta sorpresa- Y seguías sin hablar mientras tratabas de ayudarme a recoger los trozos de vidrios- Estás bien? No te has cortado?- Revisé tus manos, nada. Subí la mirada hasta tus maravillosos ojos y ahí estaban, viéndome también. Suspiré y el aire que chocó contra mis labios me hizo entender que tú también lo hiciste.-
- Elena, ¿Ha pasado algo? Elena abra la puerta- Golpeaban reiteradamente y nos sobresaltamos-
-¡Joder!- susurré. ¿Y ahora qué hago? Te meteré en problemas.
Traté de calmarme pero entonces escuché tu dulce voz en un fuerte grito-
-¡Ya voy!- Nos levantamos- Vete al baño- Dijiste segura, tan segura que no me lo creía. Pocas veces te dirigiste a mí así, bueno, nunca lo hiciste.
Creo que me embobé y al notar que enrojecías nuevamente, me metí en la bañera.
Sentí tus pasos, estuvieron un par de minutos charlando y limpiando el desastre. Revisaron gran parte de la habitación y doy gracias a Dios que no se les ocurrió visitar la ducha.
Cerraron la puerta y no dudé en salir rápidamente. Me quedé detrás de ti, viendo tu cabello caer por la espalda y la tela de la camisa acentuar tus curvas.
Me causó un poco de gracia que al girarte te sobresaltaras otra vez. O es que yo soy muy sigiloso o tú estás muy asustada.- Ya hasta parece que se me hizo la costumbre de asustarte- Y no sabes cuánto lo lamento. No dices nada, solo me miras con esos ojos tuyos y siento mucho tener que repetirlo tanto pero es que, no puedo explicarlo, me pierdo en ellos como si fueran un océano completo- Fui a verte un par de veces al hospital pero no me dejaron entrar- Suspiraste y entendí.- Luego una enfermera se dignó a decirme que ya no te hallabas ahí si no aquí ¿Vaya lugar, no?- la cagué. Sonreíste tan tristemente que sé que te avergonzabas.
Todo es mi culpa y es un tortura verte ahí, sin decir nada y triste. Dejé de mirarte y comencé a recorrer el lugar con determinación, algún día me servirá.-
-Lo siento- En dos segundos mi piel se incendió, la rabia e impotencia se apoderaron de mí y sin pensarlo me acerqué tanto como si tuvieras la culpa de lo que te ha pasado-
-Odio cuando dices eso- traté de controlar mi respiración pero no podía. No puedes ser tan débil Elena, no conmigo porque fui yo quien te hizo caer en todo esto.
La imagen de Jaxon se sitúa en mi mente y mis manos se comienzan a empuñar. Cerré los ojos pero cuando los abrí, la fría agua de tu océano apagó el incendio que había en mi ser.
No dijiste nada solo te quedaste ahí, como si supieras lo que acababas de hacer con todo ese odio que quemaba mi cuerpo. No sé cuánto tiempo estuvimos así, lo necesario para notar las pequeñas pecas que están bajo tus ojos y recorren en forma de mariposa tu nariz.
Miro tus labios y mi corazón comenzó hacer pataletas para salirse de donde estaba.-Elena- Dije en un suspiro.
No puedo más, te necesito. Me acerqué peligrosamente y nuestros corazones empezaron a pelear por chocar más fuerte. Tú también lo quieres? Quité el cabello que entorpecía mi vista e imprudentemente comencé a tocar tu cara, tus pecas hasta llegar a tus suaves labios. Mordí los míos. ¡Jodidas ganas!

RED DE MENTIRAS.- ARÓN PIPER/ 2da parte 'El arte suicida de amar'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora