Wirt se quedó quieto, escuchando junto a la pared del pasillo a su madre llorar.
–Te estoy diciendo que vengas, tenemos que hablar –exigió al teléfono, su voz rota tratando de aparentar que solo sería una charla común.
Wirt apretó el borde de su sudadera entre sus manos. No entendía porqué le había dicho. Cerró los ojos y trató de imaginarse lo que el padre de Greg estaría respondiendo a su mamá en ese momento.
–Wirt ¿Qué pasa? ¿Qué tiene mamá? –Greg asomó la cabeza por encima de la baranda de la escalera en el piso de arriba.
Su madre dio un respingo al escucharle, y Wirt se apuró a subir corriendo. Greg le miró con ojos confusos, sus facciones –aunque aún rechonchas– eran ya las de un chico a punto de entrar a la pubertad, con el cabello un poco más largo. y esas camisas con imágenes graciosas en la parte de enfrente.
–Ah... creo que ella solo está... está algo triste porque... ¿Quemó la lasaña de nuevo? –trató con su patético intento de excusa.
Greg le miró con ojos sospechosos un momento, Wirt sudó frío. Y, entonces:
–¡Oh, pero si siempre se le quema! –Greg exclamó al final, alegre– Deberíamos ir a recordarle que al menos ¡Su pastel de carne es grandioso!
Wirt suspiró. Pese a todo, Greg realmente seguía siendo el mismo.
–Sí, sí, esa es una buena, buena idea –aduló asintiendo, aliviado.
–¡Pues, vamos! –Greg hizo ademán de bajar las escaleras en dirección a la cocina, sin embargo, Wirt reaccionó a tiempo y le tomó del brazo para detenerle.
–¡O-o! O, o podríamos... ¡Tener una tarde de cuentos! –sugirió, rogando internamente porque su hermano aceptara a la más estúpidas de las ideas que pudo concebir.
Greg hizo un puchero en respuesta, al tiempo que rodaba los ojos y ponía su mejor cara de adulto (o cara de moco, como Wirt internamente la conocía).
–Por favor, Wirt, ya estoy grande para eso –dijo.
–Me pondré los cuernos.
–Hecho.
Y ambos hermanos se dirigieron a la habitación de Wirt, al fondo del pasillo. Ningún sonido entraba o salía de esa pieza, y eso Wirt lo sabía bien.
Greg subió la cama, y su hermano sintió que su estómago se hacía un nudo al verle sentado sobre esas sábanas, pero, se las arregló para reprimir una mueca de la misma manera que reprimía la preocupación acerca de lo que fuera que estuviera ocurriendo en la planta baja.
Arrodillado, sacó una caja de debajo de su escritorio y sopló por encima de ella para quitar el exceso de polvo antes de abrirla.
–Puedes elegir el cuento que quieras por mientras –le dijo a Greg, señalando la repisa.
Greg asintió efusivo.
–Veamos... –dijo en sus calcetas de lunares, parado sobre el colchón, con su mejor pose de meditación, mientras examinaba la colección de pequeños libros de poesía que Wirt había ilustrado en los últimos años–. Tal vez el del leñador o... No, no, el de Quincy es mejor o... tal vez...
–¿Estás listo? –Wirt preguntó.
Greg se giró para verle y soltó una risita.
–Te ves gracioso con eso, Wirt –dijo.
Su hermano arqueó una ceja con esas astas de venado, que habían hecho cuando niños, colocadas a cada lado de su cabeza, como si una "bestia" se tratara.
–La primera vez que me viste con esto, casi te da un ataque –Wirt le recordó, al tiempo que se ponía de pie y se acomodaba en su cama, sentado contra la pared con los pies colgando del otro lado del colchón.
–¡Es porque pensé que eras la bestia! –Greg se defendió, decidiéndose finalmente por el libro de Lorna y dejándose caer directamente en el regazo de su hermano.
–Oh, pero, eso no tiene sentido. Tú nunca estuviste asustado de esa cosa –Wirt señaló, mientras acomodaba sus piernas en jaras para que Greg pudiera recargarse contra su pecho, y tomó el libro entre sus manos–. No como yo –añadió, pasando las páginas de introducción para llegar al verdadero inicio.
Greg estuvo de acuerdo.
–¡Es cierto! ¡Tú fuiste un completo pelele durante casi todo el recorrido por Lo Desconocido! –río.
Wirt se enfurruñó.
–De todas las cosas que pudiste aprender de Beatrice ¿Por qué tuviste que escoger justamente esa palabra?
Greg río más fuerte y Wirt le dio un golpe en la nuca, antes de aclararse la garganta para comenzar a contar la historia. Wirt había escrito todas las aventuras que ambos hermanos tuvieron en aquel extraño lugar en forma de poesía, con ilustraciones y todo.
Como todo un ñoño. O, un pelele, en palabras de Beatrice.
Los ojos de Wirt se llenaron de lágrimas, al recordarla. Cuánto no daría porque Beatrice estuviera ahí. Ella lo hacía sentir seguro.
Wirt siguió leyendo.
Abajo, el padre de Greg gritó algo, pero, su mamá le respondió con un gritó aún más fuerte. Ella estaba furiosa. Dolida, sobre todo. Wirt trató de hacer ruidos dentro de la historia para distraer a Greg de los débiles ecos que alcanzaban a atravesar las paredes de la habitación.
–Porque la noche es profunda, igual a las mentiras que seguido se adentran en nuestra alma hasta convertirse en parte de ella, como el viento gélido es parte del invierno sin fin del que todos seremos piezas algún día –hizo un sonido que pretendía ser similar al del viento del que hablaba, cuando este chocaba contra las ventanas en las noches otoñales.
Greg se burló de su torpe intento.
–Te escuchas tonto, Wirt –dijo.
Wirt trató de reír también, pero, su voz se quebró. No podía ignorar lo que pasaba.
–¿Wirt? ¿Qué sucede? –Greg trató de girarse, preocupado.
–¡ES MI HIJO, MALDITO BASTARDO! –abajo la acalorada discusión continuó.
Wirt abrazó más fuerte a Greg, tragándose las lágrimas.
–No es nada, solo melancolía –respondió bajito, y siguió leyendo.
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Lo (real, frío, cruel) Desconocido || Más Allá del Jardín Fanfic
FanfictionAños después de salir de "Lo Desconocido", Wirt y Greg siguieron con sus vidas solo para darse cuenta de que lo que es realmente desconocido y aterrador es la vida real. Luego de tratar por todos los medios el estar alejado de su familia para evitar...