𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑶𝒏𝒄𝒆.

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Capítulo 11.

Omnisciente.

Un silencio incómodo habitaba en la camioneta. Tino lo único que hacía era mirar de vez en cuando de reojo la escena tensa entre los dos chicos que se encontraban en la parte trasera del auto.

Luna miraba por la ventana claramente incomoda. Mientras que Matteo, solo quería respuestas a las preguntas que ella evitó.

Estaba molesto y no sabía si era con él mismo por estar interesado en alguien más teniendo novia o con ella, que lo único que hizo al levantarse fue evitarlo.

¿Se arrepentirá de lo que pasó hace tres días? Se preguntó mentalmente con un nudo en el estómago.

Sea como sea, él tendría que conseguir hablar con ella.

—¡Que tengan un lindo día, chicos! —les gritó por la ventana, obteniendo miradas confusas y divertidas de algunos alumnos que pasaban por ahí.

Luna giró un poco su cabeza hacia su chófer y le regaló una sonrisa pequeña para después acomodar las correas de su mochila y entrar rápidamente a la universidad. Matteo se quedó de pie a un lado del auto mirando hacia donde la chica que estaba volviéndolo loco, huyó una vez más de él. Soltó un suspiro.

Sacudió la cabeza, con un pensamiento que le decía que se rindiera y dejara que Luna siguiese con su plan de ignorarlo, en fin, él no tenía que sentir algo por ella, él solo se encontraba de intercambio, pronto se iría.

Sin embargo, su corazón decía otra cosa, y sin saber que se metería muy pronto en problemas, decidió seguirlo y dejar de lado la cabeza.

[...]

—¿Qué? ¿En serio, Luna? ¿Por qué? —chilló su amiga pelinegra.

La mexicana hizo una mueca y miró alrededor de la cafetería con su celular en mano pegado a su oído.

—Nina no lo sé... Solo sé que me gusta. —y mucho. Quiso agregar. Exhaló con pesadez.

¡Pues no lo evites! —la regañó, haciendo notorio su acento argentino— Amiga, supe desde un principio que Matteo te terminaría gustando, era obvio. ¡Pero no que te terminarías enamorado de él!

—Wow wow wow, ¡alto! Enamorar no. ¡Nina! Enamoramiento es un sentimiento ¡super grande! ¡estás loca! —la mexicana no pudo evitar alterarse, sintiendo su corazón latir muy deprisa. Algunas personas que se encontraban pasando por ahí la miraron haciéndola sonrojar.

Apretando sus labios, recogió lo que sobró de su almuerzo y se levantó tirándolo en el cesto de basura, tomando camino hacia el jardín.

Escuchó la risa de su amiga argentina al otro lado de la línea. Rodó sus ojos.

Pará loca, no grites... Apuesto a que te estás yendo al jardín. —volvió a reír.

—Gracias por aconsejarme, amiga. —respondió sarcástica.

Dale, ya. —aclaró su garganta— Bueno, lo que vos necesitás es que sigas a tu corazón. Así de fácil, Lu. —lo dijo de una manera relajada y sencilla que hizo frustrar a la mexicana.

Hizo un puchero.

—No quiero salir lastimada después por su partida, Nina... —le dijo suavemente, sintiendo sus ojos aguadarse.

Se sentó en las gradas, jugando con el borde de su falda beige.

Ay, Lu... —susurró, sintiendo el dolor de su amiga en aquéllas palabras. Nina hizo una mueca, sentándose en su cama. Acomodó sus gafas y miró el techo de su habitación— Sinceramente no se que decirte. —hizo una mueca— Soy una mala amiga, perdón. —murmura.

El chico de intercambio; lutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora