CAPÍTULO V: "ROMAN EN PRISIÓN"

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(Roman)

Cuando tenía cinco años, mis padres me abandonaron. Me quedé en la casa de mi vecina, la mejor amiga de mi madre. A los seis me hice mejor amigo de su hijo, a los siete estuvimos en el mismo colegio y en el mismo curso estudiando, a los ocho años me enamoré de mi mejor amigo, a los nueve me alejé de mi mejor amigo, a los diez viví en la calle todo el año junto a una pareja de inmigrantes, a los once me alejé de los inmigrantes, a los doce delinquí por primera vez, una goma de mascar sabor frutilla, mi favorita. A los trece escribí mi primer libro en un computador de negocio, a los catorce sentí mis primeras ganas de matar a alguien cuando me negaron publicar mi libro, a los quince le robé la casa al tipo que se quedó con una copia de mi libro y lo publicó bajo su nombre, a los dieciséis estuve a escondidas comiéndome a su hija, a los diecisiete le "rompí" el corazón a su hija comiéndome a su hijo mayor en su propia casa era un año mayor a mí, a los dieciocho maté al hijo de puta porque se violaba a su hija mientras ella sólo quería contarle a su papito que su novio el chico que te pidió una oportunidad para ganar algo de dinero, cosa que tú le negaste estafándolo para conservar ese dinero... le había roto el corazón. Al cumplir la mayoría de edad fui inmediatamente a la cárcel.

Desde que conocí al hijo de ese hijo de puta, sentí que volvía a ver a mi mejor amigo de la infancia del que me enamoré, ese chico delicado, indefenso, precioso, piel clara, infantil e inocente. Esta vez ya tenía excitaciones sucediendo por lo que al ver a este chico, me recordó nuevamente a mi mejor amigo de la infancia me lo cogí con todas las ganas del universo, hasta la cama la destrocé, le pagué para que se sintiera una puta de mierda y me marché de ese lugar.

Cuando el novato llegó y pude apreciar lo indefenso, buen aura, inocente e idiota que era, sentí como mi curiosidad aumentó, creí que se me había quitado desde ese año, pero no al parecer me atraen los hombres también, cosa que no me tiene muy orgulloso.

Al apreciar como el nazi lo arrebataba a golpes y le intentaba quitar la vida, miré fijamente, bloqueado, enojado, triste, impotente, capaz de matar al nazi, recurrí a llamar a los guardias y gendarmes para que asistieran al novato, intenté ser lo menos notorio posible por lo que me fui inmediatamente a la celda.

-Has estado bastante distante estos días. –dijo Lima.

-Tío, déjenme en paz. ¿Qué parte de que me aburrieron los dos no entendiste?

-Tú no eres así, eres mi compañero, mi hermano.

-Ya no más, no me importa ningún zurullo, en especial tú y sopapo, ese es el zurullo más grande de esta prisión del planeta diría yo.

-Si es así como quieres que nos llevemos entonces está bien, lo respeto. –dijo Lima yéndose de la celda.

-Al fin paz. –dije.

Soy bipolar, lo debo admitir no sé si oficialmente nunca me lo han diagnosticado formalmente, me enojo con facilidad pero luego al segundo estoy feliz. Siempre he sido bastante sabio con lo que ocurre internamente en mis estados de ánimos y pensamientos, y definitivamente me sentía esquivo debido a lo que le había sucedido al novato, pero es en general, cuando alguien pierde en una pelea tiendo a sentir compasión, hasta cuando les reviento la cara a otros imbéciles de acá.

A los diecinueve años uno de los chicos más matones de la prisión norte donde solía estar, quiso ser atrevido conmigo, le permití llamarme nombres, pero no tocarme ni un pelo.

-No tenemos ni perros aquí y ya huele a caca. –dijo gracioso el bicho... así le había puesto por lo feo que era, evidentemente con el comentario se refería a mí.

-Es tu cola, así hueles normalmente. –dije, botando la colilla de cigarro en su cara.

Palabras enunciadas para pelear, este chico me había buscado mucho y me encontró en mi mejor momento, con arma blanca, mis puños.

Se abalanzó ferozmente, agaché mi cabeza pegándole a su pecho, y con los puños le empecé a moler las costillas, cuando lo sentí quejarse me posicioné cara a cara para empezar a boxear su feo rostro, esquivé los suyos y terminó noqueado en el suelo... estuvo en coma dos años.

Volviendo a los dieciocho, peleé con todos los de mi celda, cada uno de ellos eran los más agresivos que había en la prisión, gracias a ellos aprendí a boxear como se debía, en ocasiones perdí pero las mayoría las gané, siempre fui ágil, veloz y con buena respiración resistente. Me encantaba el deporte me tonificada cada día, estaba hecho un maleante oficial.

Al veredicto de mi situación con el bicho, me decidieron trasladar a los veinte años a la prisión del sur, comenzando todo de nuevo, estaba preparado para pelear con los pollos más grandes del lugar para hacerme respetar inmediatamente, llegué fue allí donde supe que me conocían gracias a honguitos por haberme reconocido, todavía me siento mal por romperle la muñeca y dejarlo inconsciente.

De los veinte a los veintisiete no tuve que ni molestarme en golpear a los pollos grandes, ellos mandaban a los más preparados a buscarme para pelear, los molía a golpes y se daban cuenta que conmigo no eran de meterse, es por eso que hasta el día de hoy el piraña quiere que me una a su pandilla la más terrible que existe para ser sincero o la que alcancé a conocer.

Roman: Mi héroe en prisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora