(Timothy)
Una semana completa en el hospital de la prisión y me dieron de alta por la buena recuperación que tuve, pedía que no llegara el día en que tendría que irme de allí para volver a ver a todos esos infelices.
Lo bueno de la situación es que salí con muletas, por lo que daba mala impresión, daba pena, parecía ser la víctima de la situación, lo malo de la misma situación es que nadie respeta eso.
Llegué a mi celda en un horario nocturno.
-Bebé, entre aquí yo lo sanaré.
-Llegó coja.
-Pobre maricón, perdió la pelea.
-Creí que había muerto.
Alcancé a lamentablemente escuchar de mis compañeros de celdas, pero no me impresionó para nada, si hubiera estado en mejor estado anímico les hubiera respondido a cada uno, esperaba recuperarme para volver a defenderme.
Lo peor fue cuando llegué a mi celda y se encontraba ya alguien ahí.
-No me lo creo, qué mala suerte. –dije asustado.
- ¿Listo pa' tu pesadilla diaria? –dijo el nazi.
-Si estás aquí ¿quién está en tu celda?
-Dos novatos, pero tú siempre serás al que molestaré no te preocupes. –dijo el nazi.
-Déjame dormir por hoy y mañana seguimos con el juego del ratón y el gato.
-Ni en tus sueños.
Pateó mi muleta antes de que entrara a la celda, y me jaló del cabello tirándome a la cama.
-Ahí te quedarás y si no quieres que te haga nada, no me provoques, serás mi sirvienta de hoy en adelante.
-Está bien. –dije pensativo.
Apenas me sanara lo iba a matar a golpes, no podía aguantar el dolor corporal pero cuando estaba quieto sentía que no tenía ni un rasguño. Dormí lo que más pude y desperté con los ronquidos del nazi en la madrugada, fue lo peor. Lo quería ahogar en ese instante, pero tenía que tener paciencia y armarme de valor. Ya iba a llegar el momento en que lo haga.
Esperé impaciente para que llegara el guardia a abrir la celda y salí lo más rápido que pude, sin que el imbécil me agarrara, me duche a duras penas hasta que me encontré con el idiota de nuevo.
Puso su brazo por encima de mi hombro y me dijo. – ¿No me esperaste sirvienta?
-Saca tu brazo, me estoy duchando. –le dije mirando al suelo.
Me jalo el cabello y me direccionó la cara a la suya. –Báñame puto. –dijo con seriedad.
Agarré el sobre de jabón y me agaché velozmente me quejé del dolor, derramé jabón a sus pies y me levanté rápidamente a empujarlo, se cayó y hui lejos de él, otros monos de mierda me retuvieron y me abalanzaron hacia él, con una mano agarró mi cuello y me tiró lejos resbalándome por toda la ducha, sentí como el dolor se pronunciaba por todo mi cuerpo.
Todos hicieron un gran círculo entre mí y el nazi, comenzó a pisotearme con sus asquerosos pies desde la cara hasta mis genitales.
-Aléjense de él o todos se quedan sin desayuno. –gritó el gendarme que me había llevado a la sala del hospital.
Me levanté y terminé de duchar. –te salvaste maricón... esta vez. –susurró el nazi.
Me senté en una mesa que estaba vacía, esta vez fui uno de los primeros en la fila y comencé a desayunar lentamente, el gendarme me pasó la muleta ya que la había olvidado en la ducha por lo rápido que me había retirado de allí.
-Gracias, de verdad. –le dije.
-No la olvides. –dijo.
Para variar se sentó enfrente de mí el nazi y sus seguidores, otros chicos que se habían reído con él en las duchas.
-El favorito del gendarme. Dijo sonriente.
-Qué asco tu sonrisa. –dije mientras se volvía rojo de rabia.
- ¿Entonces cuando te llevó al hospital te folló por eso te tiene compasión? –dijo un extra.
-Y ¿quién mierda eres tú? –le pregunté.
-Tu perra es bastante ladradora. –dijo otro estúpido.
-Entre todos te vamos a matar, los maricones como tú no tienen respeto en estos lugares. –dijo el nazi.
-Los esperaré en el patio. –dije levantándome de la mesa.
No sentía miedo, ya había sentido ser golpeado por lo que no me causaba algún tipo de preocupación, sólo esperaba no morir.
Salí al patio y vi cómo los hombres me miraban, podía apreciar cada grupo, la pandilla de la esquina que no se metía con nadie a menos que quisieran, uno de esa pandilla me quiere pegar, otro grupo de matones que no mata a nadie, el grupo de los maricones que son bastantes prostitutos como para ser parte de ellos, el grupo de los callados, que hacen caso en todo, el grupo de los evangélicos, los trabajadores que se dedican únicamente a hacer favores y carpintería, los callados que con una mano son capaz de matarte, y otros más que son una mezcla de todo.
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Roman: Mi héroe en prisión
Ficção GeralRoman, 27 años, 1,83 de alto, 82 kg, de cabello semi-rapado, pandillero, silencioso, hosco, justiciero. -Culpable. Esas fueron sus últimas palabras para presentar en su nuevo hogar a Roman, el héroe de la prisión. Timothy, 25 años, 1,72 de alto, 69...