I. Pide un deseo

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Contuvo la respiración.

—¡Por allá!¡Síganla! —Sonrió con recelo notando que las voces se escuchaban cada vez más lejanas. No era la primera vez que es perseguida y dudaba que fuese la última. Emitió un suspiro antes de avanzar.

—¿Dónde estarán? —La pregunta fue retórica. Durante la persecución le perdió la pista a sus compañeros, así que no se preocuparía innecesariamente por ellos. Aseguró su botín antes de salir de su escondite y fingió inocencia. El crujido bajo sus pies disminuyó al tiempo que se balanceaba sobre las hojas muertas. Es extrañamente ligera, cautelosa y ágil, nunca lo entendió y menos lo cuestiona, pero lo disfruta.

Caminó alrededor de una hora hasta darse por satisfecha y desplomarse en las raíces de un cómodo árbol. La luna llena guiaba su camino y la reconfortaba, le recordaba a los días que solía pasar junto a sus padres en aquella casa al pie de la montaña. La nostalgia la golpeó abrumadora, se permitió divagar en ese cálido entonces, hasta que un tintineo la sacó de su fantasía.

—Veamos cual es el premio —murmuró, devolviendo su atención al presente, sobre todo a la bolsa que defendió con su vida. Comenzó a vaciar el contenido con una pericia propia de quien puede lograrlo con los ojos cerrados; un par de joyas, unas bolsas de monedas y...— ¿Una lámpara? —Replicó con incredulidad cuando colocó el objeto a la luz de la luna—. Espero que al menos sea valiosa —refunfuño, metiendo de mala gana todo a la bolsa, quedándose con el objeto bañado en dorado en su mano—. Parece de oro —valoró momentáneamente. Frotó con ímpetu sus lados, esperando que el color desapareciera, hasta que una extraña neblina empezó a emanar—. ¡Qué demonios!

No tardó en soltar la lámpara y refugiarse tras un árbol, mientras una extraña neblina energía de la nada.

—Humanos débiles e idiotas, lanzar la lámpara —una voz ronca y grave hizo presencia. La chica se quedó en su escondite, afianzando la daga que guardaba celosamente, esperando el momento para atacar—. ¿Dónde demonios estás, humano?

—¿Quién eres tú? —Se atrevió a preguntar, sin abandonar su lugar.

—Supongo que fuiste la tonta que frotó la lámpara, ¿no?

—Pregunté primero —replicó.

—Lo que sea —la niebla comenzaba a disiparse y la figura se volvía más nítida—. Pide tu estúpido deseo para que pueda volver.

—¿Qué? —Aquello era una broma de mal gusto, aseguró para sí. Caminó un par de pasos para vislumbrar mejor la silueta. Era un hombre más alto que ella, con facciones duras y una mirada sombría... pero con un aura de melancolía que apagó su cordura.

—Pide un deseo —insistió—. Solo tienes uno y no puedes desear más, así que apresúrate.

—No sé de qué hablas. —Bajó el arma al estar frente a él. Sus ojos rubí brillaban incandescente en la noche, el cabello de oro iluminaba su alrededor y la esencia que desprendía inspiraba intimidación y tristeza. No sabía quién era esa persona, pero como ella, era alguien muy solitario.

—Soy el maldito genio de esa lámpara —se forzó a explicar, señalando el objeto en cuestión—. Tienes derecho a un deseo por liberarme, así que pide rápido para terminar con esto, cara de luna.

¿Cara de luna?

Hasta ese momento, Uraraka Ochako se permitió baja no solo el arma, sino también la guardia.

Tenía la oportunidad de cambiar todo.

Solo tenía que pedir un deseo y todos sus problemas desaparecerían, sencillo, ¿no?

Pide un deseoWhere stories live. Discover now