III. Yo te daré un nombre

81 23 6
                                    

El silencio reinó durante la cena. Ella ya no hizo más preguntas y él tampoco insistió sobre el deseo. Tocaron una fibra sensible del otro sin saberlo.

Era cerca de medianoche cuando Ochako acomodó sus cosas para dormir.

—Hey, ¿no piensas pedir nada? —Cuestionó el genio desesperado. Ya había contemplado el estrellado cielo, la luna llena y sentido la tierra en sus pies y manos. Todavía no regresaba a la lámpara y ya lo extrañaba.

—Es una decisión que no debe de tomarse a la ligera, fue un día difícil y supongo que tú también debes descansar.

—Yo... —Estaba a punto de negarlo, pero descubrió que también tiene necesidades humanas.

Cuando ella le ofreció del pescado que cocinó, lo rechazó al instante hasta que un gruñido lo delató. No sabía que podía sentir hambre, sueño o cansancio. Nunca estuvo fuera el tiempo suficiente para descubrirlo, así que, cuando sus ojos empezaron a pesar, cedió de mala gana.

—Ten. —Y descubrió que también siente dolor, Ochako le lanzó una cobija que dio de lleno en su cabeza—. Pensé que tendrías buenos reflejos —aludió sin disculparse. El genio tomó la manta y se acomodó en el suelo, moviendo rocas y buscando la superficie más plana.

—Pensaba lo mismo —replicó entre dientes, sentándose con cuidado y recostándose. Era extraño pero reconfortante ver el cielo estrellado, se preguntó cómo sería un radiante día en ese bosque.

—Descansa... —titubeo un par de segundos—. Genio —terminó por decir, al no encontrar una mejor palabra.

—Lo que sea... Ochako —murmuró como respuesta.

Tardó mucho tiempo en conciliar el sueño. Todavía se seguía maravillando con la naturaleza a su alrededor: los animales, las plantas, el río y la compañía. Procura no pensar mucho en el futuro, porque la idea de ser encerrado empieza a ser desagradable.

Se gira de lado y la observa dormir. Está desparramada y con la baba colgando de su boca abierta, el cabello hecho un desastre y una expresión que no había visto. No había calma o serenidad, ni siquiera tranquilidad, parecía preocupada y estresada, no creía que esa burbujeante chica tuviera tantos problemas.

Emitió un suspiro antes de cerrar los ojos.

"No importa si es un castigo o un regalo, disfrutaré del exterior mientras pueda... aunque sea con ella."

Fue su último pensamiento antes de caer rendido.

—Hey, hey, despierta —abrió los ojos, desorientado y cegado por la luz del sol. Tardó unos segundos en adaptarse hasta que distinguió una figura que no tardó en reconocer—. ¿Estás bien? —Una genuina preocupación adorno sus delicados rasgos—. Parecías asustado o nervioso, ¿tenías una pesadilla?

—¿Una qué? —Cuestionó todavía confundido.

—Pesadilla. Es un sueño malo, se tienen cuando estás dormidos y representan algún miedo o preocupación —explicó con calma—. Son normales, pero de verdad te veías mal.

—No te importa, cara redonda —replicó, sentándose para enfocarse en el presente—. ¿Ya tienes tu deseo?

—No —negó antes de sonreír abiertamente—, pero vamos a elegirte un nombre, ¿qué te parece?

—¿Qué?

—¡Yo te daré un nombre! —exclamó emocionada—. Así, podrías presentarte con tu nombre y podrían llamarte así en lugar de decirte genio.

Respiró profundamente. Recordó a la adivina rubia y su palabrería incesante, aquella mujer ya no parecía una molestia en comparación de la castaña frente a él, sin embargo...

"Nunca he tenido un nombre propio", pensó con curiosidad antes de caer en estado de melancolía.

Guardó silencio. Admiró la cálida sonrisa que le proporcionó, la sinceridad en sus palabras, la amabilidad en sus gestos y se preguntó si aquello no era una alucinación, quizá seguía atrapado y todo se lo inventó su imaginación para calmar la soledad.

—Eres real —apenas fue un susurro que Ochako no alcanzó a escuchar.

—Anda, vamos. Será un día largo —animó, poniéndose de pie y ofreciéndole la mano. Negó, aceptando el gesto y colocándose junto a ella. A la distancia, la lámpara brilló en un triste recordatorio que decidió ignorar, por hoy, seguiría sin rechistar a la chica, al menos hasta que pida su deseo.

"Que no sea pronto", fue la silenciosa súplica.

Pide un deseoWhere stories live. Discover now