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El suelo comenzó a moverse por si solo, era ver como si estuviera una pintura sobre una gran piscina llena de cualquier líquido con tan sólo hacerlo tambalear.

Y eso le pasaba a Hal Jordan; se sentía a la deriva del peor momento que juró destruir en noches de cólera y somnolencias, aquel momento cuando todo cayó sobre él.

— El gato comió tu lengua? Hal — el pelinegro miraba desde su antigua posición como el mencionado no decía palabra alguna —. Puedo atinar a que realmente lo hizo, y no es algo tuyo dejarse.

Con todas sus fuerzas Jordan apretó sus puños y dio una sonrisa ladeada, evitando una crisis nerviosa enfrente del Wayne. Así que negó riendo.

— Que haya probado al gato no quiere decir que se comió mi lengua — soltó de repente —. Hola Bruce.

— Jordan, hace tiempo no sabía de ti. Pensé que la tierra te había comido.

— Todo el mundo quiere comerme — se alzó de hombros —, y no los culpo, soy alguien que tiene encantos y rápidamente pueden caer. Tengo que darle gran uso a mi apellido, no todos lo olvidan.

— ¿Estas completamente seguro? — alzó un ceja casi ironizando lo dicho —. No todos lo recuerdan.

— Pero aseguró que tú lo recuerdas.

Bruce quedó en silencio ahora y sólo sonrió de lado. El ambiente se había hecho algo tenso, sus miradas estaban conectadas sin temor a ver quien era el primero en caer; es como si todo lo que está a su alrededor se hubiera desvanecido en menos de un segundo, quedándose en un gran agujero negro donde el color de sus ojos es lo que da a la luz.

Y nuevamente, Hal habló.

— Bien, si el silencio es lo tuyo y no lo mío, se quedará así — le guiño el ojo —. Que tengas un excelente día — y dio media vuelta para irse de ahí.

Al llegar cerca de la cocina, entró y cerró la puerta detrás de él, deslizándose de esta misma y quedar sentado en el suelo. Pasó sus manos sobre su cabello y respiró hondamente, llenado sus pulmones de aquel aire que le faltaba desde que vio a Bruce llegar hacia él.

— Eres un imbécil — se recriminó a sí mismo y tiro de su cabeza hacia atrás para estamparse sobre la puerta —. Que buena forma de hablar tienes, Jordan.

Y claro que él la tenía, siempre sabía que palabras decir en cualquier momento pero esta vez desaparecieron como un Mago lo hace con aquel conejo blanco frente a los espectadores.

«Sabes que no fui hecho para amarte»

Cerró los ojos y suspiró hondamente, no podía volver a aquella etapa de dicha depresión. ¡Era Harold Jordan! ¡Hal Jordan! ¡El mejor Jordan de sus otros hermanos, santo cielo!

Entonces, después de darse su pequeño regaño mentalmente y no dejarse estar sentado, se levantó del suelo y se acercó al refrigerador, donde pudo encontrar algunas cervezas y comenzar a beberlas.

Una tras de otra como si de agua se tratase.









Barry sonrió de lado al ver como Oliver contaba aquel chiste (que no entendió) con tanta felicidad y abrazaba a su hermana Emiko de los hombros.

— Así que tú eres el novio — una voz un poco conocida para el chico hizo que volteara a mirarla, aquella chica de cabello café oscuro le sonrió de lado —. Creo que no te hablo de mi — bufo de lado y le tendió la mano a Allen —. Thea Queen.

— Barry...Allen — le dio la mano un poco nervioso, la chica intimidaba con aquella mirada seria.

— Bien, un gusto. No quieres algo de-

Bruce Wayne Donde viven las historias. Descúbrelo ahora