Un ángel

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Un ángel

Escucho el sonido de sirenas. Sin embargo, es tan distante que parece un eco lejano de mi conciencia y se suma a lo revoltosa que se haya mi cabeza, procuro abrir mis ojos, pero están pesados y aunque logro percibir lo que le hacen a mi cuerpo, no soy capaz de mover ninguna de mis articulaciones.

No, no tengo sueño, solo estoy agotada.

Aun así, siento una mano sujetar la mía que yace sobre mi estómago y en un segundo intento logro abrir mis ojos, enseguida vuelvo a perderme luego de mirar el verde penetrante de sus ojos esta vez observarme con un sutil atisbo de sufrimiento.

—¿Presión? —Alguien más pregunta y oigo el chirriar de las ruedas de la camilla y como esta se mueve con premura.

Una pequeña luz danza en mis pupilas que son abiertas a la fuerza por alguien más.

¡Otra vez no!

De un momento a otro dejo de sentir, el silencio se sume con mi inconsciencia.

Cuando abro los ojos de nuevo, las luces de los bombillos del techo lastiman como hojillas mis pupilas. Me tambaleo al borde la consciencia, siento las lágrimas acudir a mis ojos por lo que los aprieto lo más fuerte que puedo.

                                                                   ***

No lo puedo creer soy todo sarcasmo y Alexander me mira con su pícara mirada.

Lo siento bebé... dice en tono conciliador.

Sí, claro. Te aseguro que aún no lo sientes —mascullo exasperada

Annabelle, ¿qué es lo que pasa? Estoy aquí acota en tono cansino, como si no tuviera suficiente inteligencia como para darme cuenta.

Camino hacia la habitación, no puedo creer que esté pegado a una estúpida consola de video juegos. Antes de entrar a la habitación me devuelvo y desde el pasillo le digo—: Pasa que es triste ver que extrañas más tus tontos juegos que compartir conmigo.

Ann... agrega él en tono suplicante.

Ann... un carrizo Alexander Rossi, los días libres de ambos son para convivir... juntos le recuerdo algo frustrada, él continúa mirándome con esa paciencia característica que termina por exasperarme—. ¿Si sabes lo que significa juntos o necesitas un diccionario? ironizo.

La puerta suena estruendosa cuando la cierro. Estableciendo que no lo dejaré entrar en mi espacio, no entiendo porqué estoy tan irascible, sin embargo, no quiero ser condescendiente esta vez.

—¿Ann? Annabelle cariño lo siento... Sólo quería relajarme un poco, esta semana ha estado de locos en el hospital y... —sus dedos tamborilean en la madera de la puerta.

Niego con la cabeza, pues mi frustración no se debe a no poder ser capaz de comprender su ritmo de trabajo, el mío puede llegar a ser igual de absorbente, es solo que él siempre se justifica anteponiendo su trabajo. Me deshago de los zapatos y entro al baño para desmaquillarme y lavarme el rostro.

Abre Ann, esto es muy tonto, yo hablándole a una puerta sus dedos siguen insistiendo y su voz es tan pasiva que parece un tenue murmullo. Una sonrisa curva mis labios.

Nuestro problema siempre ha sido que no sabemos estar molestos y alejados por mucho tiempo. Amo tanto a este hombre que soy capaz de disculparle casi todo con respecto a sus deseos de volver a ser un adolescente, estar separados no ha sido hecho para ambos, sobre todo cuando siempre hemos estado juntos. Es difícil, descubrir que amas a tu mejor amigo, al que has visto como casi un hermano desde la infancia, creo que eso siempre ha afectado nuestra capacidad de estar lejos el uno del otro.

Con miedo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora