Sentimientos despiertos

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Hago unas llamadas y culmino con la lectura de un nuevo caso, cuando Silvia me interrumpe. Me doy cuenta de que la mayoría de los casos familiares que llevo son de divorcio y uno que otro son demandas por retraso en la manutención o incumplimientos de acuerdos. Al menos no se han repetido episodios como el que sucedió hace casi un año, cuando perdí la fe en mi profesión y dejé de creer que podría proteger a alguien valiéndome solo de las leyes.

—Dime Silvia —la miro sonriente y con los ojos agotados.

—Han venido por ti... —anuncia.

—Oh... gracias —verifico mi reloj y son las 11:45 am—. El dichoso almuerzo. ¿Cómo es que se pasó tan rápido el tiempo después de haberme parecido eterno durante la mañana? —murmuro.

—Pues, entonces la hora es adecuada para que te despejes, aún es pronto para que vuelvas a trabajar —me recuerda con seriedad.

—Lo sé...

Los nervios comienzan de nuevo haciendo estragos en mi estómago. El saberme próxima a Christopher, es tentativo y ocasiona ambiguas emociones en mí, siento y pienso igual, y en momentos actúo muy diferente a lo primero. Suelo ser mucho más controlada de lo que debería, no me dejo llevar por los impulsos y el momento desde hace muchos años.

Y si me excuso, pero al instante que lo pienso sé que no funcionará. Christopher no es que se diga alguien que admita noes por respuesta y eso es una de las cosas que me ha dejado ver de su personalidad en las distintas ocasiones en que hemos hablado.

Recuerdo muy bien la última y el poco caso que hizo a mi petición.

                                                                                    ***

—Voy a estar fuera de la ciudad por unos días. Sé que te reincorporas el lunes al trabajo —está aplicando mucho más formalismo del esperado y su rostro pasivo, con las manos enlazadas sobre el comedor, mirándome directo a los ojos. Su posición corporal me indica cuan en serio quiere ser tomado.

¿Y esto qué contiene? Me limito a asentir una sola vez y a escucharlo sosteniendo su mirada.

—Con lo que he dispuesto que Erick se encargue de llevarte al trabajo e ir por ti —lo ha dicho como si estuviera dando órdenes a un subalterno. Peor, ni siquiera lo está consultando.

Le doy una mirada reprobatoria. ¡Oh, no! Usted, señor no pretenda controlar mi vida.

—Por supuesto que no —digo beligerante—. Ya me has excluido de todo lo referente al seguro, cosa que hasta ahora no te he objetado. Pero no pretenda sr. Drummond, que me coloque a disposición su personal privado o más de sus recursos sin que yo proteste por derecho a manejarme en mi vida personal —establezco mi punto y lo celebro, con dificultad puedo mantener el hilo de mi discurso cuando estoy mirando el esmeralda de sus ojos.

Cada vez que hablábamos, terminaba todo en una discusión por nimiedades que ni al caso, pero que, en lugar de causarme ira, me hacía sentir viva, instauraba en mí renovados deseos de vivir. En quince días se ha infiltrado en mi vida, se embolsilló a mi madre, a quien solo le faltó erigirle un altar, a Antoniette ni que decir, a ella se la ganó desde el primer día en el hospital. A mi madre parece encantarle que él, con aparente desinterés se mostrara tan cordial, atento y preocupado por mí.

Como si no supiéramos que en esta vida nada es gratis.

—Annabelle, no estoy imponiéndome de ninguna manera, menos que menos diciéndote lo que debes o no dejar de hacer con tu vida, solo estoy disponiendo de mi personal para atender a tus necesidades y en este caso es una necesidad, quieres ir a trabajar sin autorización médica, sin tomarte la semana de reposo que te resta. No tienes carro disponible a toda hora y yo tengo uno, más un chofer que no necesitaré —su voz es cautelosa, pero con una mirada profunda, la misma que le he visto usar cuando imparte ordenes a sus empleados, sin mostrar emoción alguna.

Con miedo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora