El Orbe Inmortal

Capítulo II: Desalojo

Repercutió en los nueve océanos aquel ataque. Las olas golpean con fuerza las costas; pronto, en los rincones insospechados de cada reino, llegaran las noticias de la caída de Viento Norte sobre las manos de la Legión Negra.

Pero, ¿a qué costo?
Obviamente los norteños no iban a dejar su territorio que con tanto esmero han defendido durante sus primeros minutos de existencia, de ataques de monstruosas criaturas abismales submarinas una vez aquel archipiélago emergió gracias a una turbulenta erupción volcánica. Son vikingos, son piratas, son bandidos, son guerreros, padres, madres, esposos y esposas. Aquellos que huían eran la vergüenza de la que lamentan haber defendido hasta en los grandes banquetes de Jorvicksgard. Harald tomó el control de todos los clanes y ejércitos que aún se disponen a luchar, y, junto a Francis, impuso una defensa que hasta los mimsos enanos admiraron, maestros de los muros ellos. Claro está que: las fuerzas de la Legión eran tres veces superiores a las de los norteños, y terminaron siendo superados en grandeza. En algunos momentos, la batalla lanzaba brillos de esperanza y aparentaba estar ganada. Eran ardides que el Dios de la Muerte, Meyrao, dejaba caer de vez en cuando para complacerse con las escuálidas y vacías miradas de los que luchan por la absurda supervivencia. Y les reafirma una vez más que es inútil escapar de ella.

Leliana Darkwolf también luchó.
Pero ella recibió tratos especiales. Es la esposa de Ragnar, obviamente no es una simple mujerona retirada. En su tiempo fue responsable de la Cruzada, parte de ella, como un emblema o un himno; la imagen de fortaleza. En su hogar las sombras se deslizaban sobre los contornos de las paredes, puertas y ventanas, muy intranquilas.

Leliana ya había percibido la llegada de la Legión, para cuando eso ya era tarde. Sus hijos estaban en la ciudad. Entonces solo es suya la responsabilidad de defender el legado de su marido.

Ella, sentada junto al fuego, esperando la contienda, es atacada. Una guja corta el viento y hace un hiriente zumbido. De su abrigo de piel, la que aparentaba estar indefensa, desenvaina un hacha. El logo de la familia está grabado en su filo y esquiva con premura.

-¿Vienen a por mi marido?

-No, sabemos lo poderosa que eres. Venimos por ti...-farfulló el encapuchado asesino de ojos azules resplandecientes.

-Pero se las han pensado todas...-ella levanta un dedo hacia el techo del cuarto. Un poderoso juicio fantasmagórico cae del cielo, tronó en la habitación de encima y perforó hasta su emitiente. Entonces cae achicharrado un guerrero de pesada armadura que esperaba su momento para emboscar.-Dile a los demás que ya los descubrí.

De todas partes de la habitación, una escuadra de asesinos de la Legión se avalanchan sobre ella. La obligan a envolverse en una luminosa cúpula y los atrae hasta estallar. Dicha explosión causa estragos: transforma la mansión, que siglos se alzó sobre aquella orgullosa colina, en nada menos que un cráter. Leliana levita en el centro, y sus atacantes yacen a pocos pies de ella achicharrados, hechos cenizas.

A pocos segundos, llega el ejército de la Legión que exitosamente había devastado la isla completa, desde la ciudad costera hasta las villas del bosque, y luego la casa de los Darkwolf. Parecía como si la única razón que tenían para invadir aquel solitario archipiélago era para matar a Leliana. Obviamente, al quedar al Norte de Argonum paralelamente, era además un punto de avance sobre las costas de las tierras del sur. Pero Leliana era un muro, solo ella sería capaz de llevar una resistencia efectiva en Viento Norte. Eradur sabía que ella debía evitar cualquier tipo de contacto con la Cruzada Sagrada. Aunque los motivos que ella tenía para abstenerse de volver a las filas eran desconocidos aún, no significa que su calor como guerrera haya decrecido.

Entonces Eradur, el Segundo Señor de las Almas, marcha colina arriba, abriéndose paso por entre sus inmortales soldados traídos del más allá, y plantó cara a la mujer de Ragnar.