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—Ninguno de los que estamos aquí hemos nacido así —continuó hablando el híbrido de jabalí —, ellos experimentaban con nosotros para luego sacarnos a este circo para que la gente se ría de nosotros —terminó de decir con ira en su entonación —.

El de ojos rojizos sintió como su corazón se encogía, ¿había algún ser humano tan cruel para hacer aquellas atrocidades?

—No solo es eso —continuó hablando la joven con alas de mariposa —, si en los espectáculos muestras algún signo de que estás mal o no haces bien el espectáculo, te tiran ácido —sus ojos se cristalizaron, tragó saliva y continuó —. Para que no se vea la carne derretida por el ácido, lo tapan con flores para que así se vea 'bonito' —terminó de hablar dejando caer pequeñas gotas saladas de sus lágrimas por sus mejillas —.

—¡Eso os lo tenéis merecido! —gritó sonriendo de una forma sádica el rubio —¡Si hicieras tu trabajo bien no te tirarían ácido!

Nadie le echó nada en cara por aquellas palabras, solo se limitaron a agachar la cabeza. Que nadie replicara irritó a Tanjiro, por lo que fue él el que habló.

—¡No hables así, no tienen la culpa de nada! —decía con ira mientras sus ojos se cristalizaban, no podía soportar aquella escena tan macabra y dolorosa.

— Tu nombre era Gompachiro,¿no? —cuestionaba el de mechas azules para que el recién mencionado se girara hacia él —Él no tiene culpa de ser así. Ni él ni Genya —decía señalando a la jaula donde estaba 'el caníbal' —. Estar tanto tiempo en este lugar te termina volviendo loco, no es su culpa, es la de los cabrones del circo —comentaba con resentimiento y odio —.

Ciertamente ninguno de los que estaban allí tenía la culpa de su apariencia física o de haber perdido la cordura.

El niño de cabellos azabaches se despertó en aquella sala blanca. No tenía ningún recuerdo de su familia, solo de su hermano mayor que le acompañaba en aquellas cuatro paredes.

Tenía ocho años y todas sus memorias eran de aquellas paredes blancas. De vez en cuando se abría una rejilla en la blanca puerta de la habitación, dejando pasar una bandeja con comida que se repartía con su hermano.

—¿Y qué hay ahí afuera? ¿Hay más niños? —cuestionaba curioso el pequeño de ocho años a su hermano de catorce.

A partir de los doce años les dejaban salir de aquella sala y relacionarse con otros niños, cada vez que el pequeño Shinazugawa preguntaba por el exterior, su hermano solo cambiaba de tema o evadía la pregunta.

—No hay nada importante —contestó de forma indiferente —, ¿por qué no jugamos cartas? —decía sonriendo hacia su pequeño hermano mientras sacaba el juego dicho por él.

—Bueno... —contestaba decepcionado el más pequeño.

El tiempo pasó, y se llevaron al mayor de los Shinazugawa a una 'revisión médica', él nunca regresó.

Desde que su hermano se fue, los días y noches de Genya se sentían eternos y pesados.

Unas semanas después de que el de cabellos azabaches cumpliera doce años, se lo llevaron a una 'revisión médica'.

El chico jugaba a un solitario con las cartas de su hermano mientras escuchaba unos pasos acercarse cada vez más a su cuarto.

La puerta se abrió dejando ver a un rubio de ojos arcoíris.

—Hola pequeño —decía con una sonrisa mientras extendía su mano al menor —, tienes que venir conmigo para una revisión médica —informaba mientras el menor se levantaba y lo tomaba de la mano —.

—¿Dónde está Nemi? —cuestionaba el hermano menor del recién mencionado.

El de ojos arcoíris seguía sonriendo mientras caminaba mirando al frente, como si no hubiera escuchado la pregunta del menor.

Llegaron a una sala en la cual sentaron a Genya en un silla, ataron sus muñecas al reposa brazos con unas correas.

—¿Querías saber dónde estaba Sanemi? —cuestionó el rubio con una sonrisa mientras se acercaba al menor con una bandeja tapada en sus manos.

El pequeño Shinazugawa solo asintió siguiendo con la mirada al mayor que llevaba la bandeja.

El hombre llamado Douma se posicionó delante de él y levantó la tapa de la bandeja dejando ver su contenido en esta.

El de cabellos azabaches se quedó paralizado al ver lo que había encima de aquella bandeja de plata mientras sus ojos se cristalizaban.

La cabeza de su hermano mayor reposaba ahí, totalmente inerte, sin ningún rastro de vida.

—Si no quieres ser la próxima cabeza en bandeja —advirtió el mayor —, debes comértela —terminó de decir mientras sonreía —.

El menor lloraba y pataleaba intentando escapar de aquel lugar.

Y así es como la tortura comenzó. El pequeño de doce años tuvo que ceder a comerse aquella cabeza después de que le arrancaran todas las uñas de sus manos y dos de su pie izquierdo.

Todos los días lo llevaban a aquella sala para que se comiera un trozo diferente de su hermano. Y al paso de dos años, en los que comió carne de personas diferentes, lo llevaron al circo para que hiciera su espectáculo.

Tuvieron muchos problemas debido a que atacaba a los 'cuidadores' para así comérselos, pero eso no le impidió seguir dando su show.

Tanjiro escuchaba toda la historia mientras se tapaba la boca con sus manos mientras lloraba, no podía creer una historia tan deprimente y macabra. Pero debido a que él mismo había visto de primera mano como aquel joven despedazaba la carne humana, se la creía completamente.

Unos ruidos comenzaron a escucharse,  los encargados del circo se acercaban al lugar.

—Será mejor que te vayas —dijo el de ojo verde, el otro tapado por las flores —.

—¿Qué pasará con vosotros? —preguntó preocupado el de cabellos carmesí.

—Hemos estado siempre así, que te vayas de aquí ahora no cambiará nada —contestó preocupándose por el chico en frente de él debido a que los pasos y voces se hacían cada vez más fuertes —.

—Pero... —dijo mientras se encogía de hombros mirando a la dirección de donde venían las voces.

—Mira, si te reconforta, puedes venir por las noches, pero que no te pillen —dijo el híbrido de jabalí tomando por los hombros al chico —. Ahora vete por ahí atrás, rápido.

—¡Sí! —gritó en un susurro mientras corría en la dirección que le decía el chico encerrado en la jaula.

—No se permiten visitantes en el circo fuera del horario —decía el de ojos dorados sonriendo —.

—Ni se te ocurra decir nada, Monitsu —decía enojado el de mechas azules —.

El chico rubio contestó con su sádica y no muy cuerda sonrisa.

The Circus Of Pain [Inotan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora