-7-

1.7K 226 90
                                    

—Niño, deberías irte antes de que sea demasiado tarde —decía aquel joven de cabellos plateados —.

—No voy a irme, no me gustaría dejarte solo —contestó el de ojos dorados —, además —añadió —, tampoco es como si me quisieran en casa —susurró mientras sus ojos se cristalizaban nuevamente —.

El joven enjaulado suspiró y acarició los cabellos rubios del chico que estaba afuera de aquellos barrotes.

—No digas eso, siempre tendrás un lugar al que regresar —dijo secándole las pequeñas lágrimas que caían de sus brillantes ojos —.

—¿Tú no tienes un lugar al que regresar? —cuestionó el menor levantando su cabeza —.

Uzui se mantuvo en silencio apartando lentamente su mano y volviendo a meterla en la oscura jaula.

El de sudadera amarilla con triángulos blancos se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y apoyó su cabeza en los barrotes.

—No creo que merezcas esto —habló el de ojos dorados rompiendo aquel silencio —, ni tú ni nadie de los que estabais aquí —dijo mientras observaba como el de mayor altura se sentaba también en el suelo de su jaula —.

—El lado bueno de todo esto es que las mutaciones me hacen ver todavía más extravagante —trató de animar el de ojos carmesí para después dar una sonora carcajada para levantar los ánimos al chico en frente suya —.

Zenitsu solo se mantuvo con la cabeza baja, sin reaccionar ante la acción de aquel joven que tenía joyas incrustadas en su cuerpo.

Unos pasos comenzaron a sonar por el pasillo que conducía a aquella habitación donde se encontraban los dos chicos, ambos se alarmaron y se pusieron en pie inmediatamente.

—¡¿Qué se supone que haces, niño?  Ven aquí ahora mismo! —gritó el guardia mientras iluminaba con una linterna en la cara al rubio.

Uzui daba pequeños empujones para que el menor saliera corriendo mientras que el guardia se aproximaba.

El de ojos dorados estaba estático en el sitio por el pánico, sus ojos comenzaron a brillar y las lágrimas no tardaron en salir.

El guardia arrastraba al pequeño rubio hacia la habitación que era oficina del director del circo mientras este sollozaba y rogaba por su vida, Uzui solo podía golpear los barrotes y gritar que dejaran ir al niño.

—No creo que puedas hacer nada para salvarlos —habló el hombre de cabellos anaranjados tristemente —.

—¡¿Cómo que no? Debe haber alguna forma! —exclamó alterado el pelirrojo que se levantó de golpe, rectificando automáticamente por el dolor que tenía en todo su cuerpo por la caída —.

—Lo he intentado todo, más de lo que te puedes imaginar —explicó el mayor —, no he encontrado ninguna forma de poder sacarlos de ahí —le dijo calmadamente —.

—¿Denunciarlo? ¿No hay ninguna forma de hacerlo por una vía legal? —interrogó el de ojos carmesí sintiendo como la desesperación consumía su cuerpo —.

—No hay forma, cambian la ubicación del circo, la licencia y hacen todo lo posible para desaparecer para así volver a empezar —contestó con cólera en su entonación —.

Tanjiro se quedó en silencio mirando al suelo, desanimado.

Después de saber por todo lo que pasaban, ¿tenía que abandonarlos a su suerte?

Toda la gente que pasara al circo podía ver que algo no estaba bien, ¿por qué solo él hacía algo?

Si eran más las personas que se pusieran en contra de aquel infierno, quizá pudieran hacer algo para pararlo. Pero nadie más hacia nada.

¿Por qué todos apartaban la mirada y solo disfrutaban del espectáculo?

Su estómago se revolvió al pensar en que tan mezquina podía llegar a ser la gente de forma indirecta.

—Deberías descansar un poco más, quédate aquí hasta que el circo se vuelva a mover a otro pueblo —dijo el de ojos violáceos recogiendo las tazas —.

—¿Qué pasará entonces? —preguntó el menor recostándose en el sofá siguiendo con la mirada al mayor.

—Tú volverás a tú casa y seguirás con tú vida normal —contestó desde la cocina mientras lavaba la vajilla —.

—¿Qué pasará contigo, y con el circo, con los chicos? —preguntó histérico mientras por su mente pasaba lo peor.

—Las preguntas una por una, chico —se apresuró a decir el joven para acto seguido contestar —. Yo dejaré esta casa y me moveré al lugar a donde vaya el circo, debo seguir investigando si hay alguna forma de pararlo, o de saber dónde hacen las mutaciones —explicó el de cabellos anaranjados sentándose al lado de Tanjiro nuevamente —.

Ambos se quedaron en silencio, la mirada del joven de cabellos bermellón indicaba duda e intriga, y eso lo pudo notar el llamado Sabito.

—El circo se moverá de lugar y probablemente sus miembros sean sustituidos —suspiró el de cicatriz en la mejilla mientras aún notaba la mirada de duda del chico —.

El pelirrojo no quería imaginar que se refería con 'sustituir', por lo que prefería preguntárselo. No lo hizo con palabras, sino con la mirada.

Sabito lo notó nuevamente, pero esa vez prefirió no contestar al chico por su propia seguridad mental.

El de ojos carmesí acabó rendido por el sueño al ver que el contrario no le iba a dar una respuesta, no al menos con palabras. Tanjiro se podía imaginar cual era el significado de aquel silencio.

—Tch, no hace falta que sigas hablando, creo que se sabe lo que pasó después —dijo irritado el de ojos dorados —.

—Terminaron ejecutando a Uzui y convirtiéndote en lo que eres ahora a base de torturas —terminó de contar el de cabellos azabaches —.

—¿Y qué pasó con los otros miembros? Habría otros miembros antes, ¿verdad? —cuestionó el de mechas azules.

—Fueron ejecutados uno por uno por su comportamiento —contestó fríamente haciendo que tanto Inosuke como Kanao sintieran escalofríos —. Si no me equivoco, Kanao, tú conocías a una de las chicas, ¿verdad? —preguntó dirigiéndose hacia la chica que mencionó.

Ella asintió mientras miraba al suelo.

—Eran ocho los que estaban antes de nosostros. Giyuu Tomioka, amputaron sus piernas para trasplantar una cola de pez; Kyojurou Rengoku, a fuerza de tortura y entrenamiento lo hicieron casi inmune al fuego totalmente; Uzui Tengen, incrustaron joyas en todo su cuerpo; Muichiro Tokito, llenaron sus pulmones de nitrógeno líquido para que así al soplar creara humo; Shinobu Kocho, como a Kanao, le pusieron alas de mariposa; Kanroji Mitsuri, le amputaron las orejas y le pusieron unas de zorro junto a nueve colas de zorro en la parte baja de su espalda; Obanai Iguro, su lengua fue remplazada por la de una serpiente y le cosieron una serpiente en el cuello que se alimentaba de su sangre; Gyomei Himejima, amputaron sus ojos y le obligaban a recorrer un circuito mortal guiándose solo por sus otros sentidos.

The Circus Of Pain [Inotan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora