Capítulo 4

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LEV

Había apuntado mi arma a extraños incontables veces. La rutina era casi siempre igual, llantos, súplicas, negociaciones, algunas veces se paralizaban por el pánico y entonces nada salía de sus bocas, así lo prefería, pero el hombre que estaba de pie frente a mí no parecía inundado por el pánico en su lugar me devolvía una mirada inquisidora, con sus ojos azules escaneándome como un par de lásers radiactivos. Tranquilo, como si hubiese sido apuntado un millón de veces antes. Probablemente así había sido.

Luka tampoco se atrevió a decir nada, quizás porque estaba rompiendo mi propia regla de no desenfundar en los pisos superiores pero de cualquier forma él se limitó a moverse hacia mi lado mientras Ozzie Burnes parecía tratar de comprender la situación.

—No quiero problemas —fue lo primero que salió de los labios del rubio, todavía de pie en mi oficina.

—Los tienes de todas formas.

No dejé de apuntarlo en caso que lo tomara como una señal para marcharse. No podía dejarle ir bajo ninguna circunstancia; no tenía intención de desperdiciar la oportunidad que se me había presentado porque, era muy consciente, que no habría otra.

Por supuesto que había una probabilidad que el hombre no me llevara a ningún lugar y yo probablemente acabaría arriesgando muchos de mis secretos sin obtener nada a cambio, pero tenía que intentar llegar a Okumura. Y, si el famoso Halcón era la mitad de lo que se decía de él, entonces el que hubiese estado en el mismo lugar que la pandilla, en dos ocasiones, no podía ser coincidencia.

Ya había aprendido que no existe tal cosa como la casualidad. No en mi mundo al menos.

—¿Entonces vas a matarme aquí? —Ozzie preguntó, devolviéndome al momento.

Luka comenzó a sonreír, finalmente interesado en la situación. Quizás él también se lo preguntaba.

—Por supuesto que no —me limité a responder —. Pero como verás, no soy aficionado a que me dejen en mitad de la conversación.

—Si no vas a dispararme puedes dejar de apuntar entonces—soltó con naturalidad, aunque no se movió no un milímetro, todavía intentando ocultar la incomodidad que se notaba en la presión que ejercía con sus puños cerrados, volviendo pálida la piel de sus nudillos que no estaba cubierta por tinta.

Suponía que la reacción de cualquier otro habría sido peor. El Lev Kobren de las cámaras no tenía una reputación de violento después de todo.

—Eso dependerá enteramente de ti ¿volverás a sentarte?

El músculo de su mandíbula se contrajo mientras parecía debatirse que hacer a continuación, como si volver a sentarse fuera una mancha a su orgullo.

—Siéntate, Ozzie —le incité —. O podría dispararte en la pierna, tengo la impresión que no sería la primera vez —señalé con el cañón la zona de su cojera. Era a penas perceptible pero la había notado la noche del bar y tenía la impresión que debajo de la tela de sus pantalones habría una cicatriz de una bala que comprobaría mi teoría.

Para mi sorpresa abandonó la puerta y volvió a acercarse al sofá pero, por supuesto, no se sentó.

Espero que este sea de ayuda, sino tendremos que matarlo —Luka masculló en ruso a mi lado.

Tenía razón, no podía permitir que un civil anduviera por ahí compartiendo historias sobre como Lev Kobren le apuntaba a la cabeza abiertamente, pero eso no importaba ahora.

—Estoy bien de pie ¿satisfecho? —Ozzie Burnes preguntó, detenido sobre el montón de trozos del contrato que ahora se dispersaban sobre el mármol del suelo.

Sin culpasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora