Sucumbiendo al poder parte IV

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Satanás pensó que su verdadero propósito estaba a punto de cumplirse y en sus adentros se alegró por ello.

El disfraz de Lois había conseguido despistarlo un momento, pero finalmente la delataron sus magníficos poderes como la marcada de su primogénito el heredero del infierno, éstos eran muy superiores a los de un demonio corriente como lo era Lissedy que el rey conocía tan bien, al fin y al cabo fue su amante en varias temporadas de sus miles de milenios de existencia.

Lois se aproximó a Belial, esquivando el certero ataque de demonios que trataban de asesinarla por el camino, estaba harta de mantenerse lejos de él y su intención era luchar a su lado, y luchar por él, por su causa, si era necesario hasta morir. No podía permitir que la muerte de Lifur hubiera sido en vano, en el tiempo que había Tratado con él verificó que era un gran esposo y padre, nunca se había merecido ese trágico destino.

Belial, centrado en su principal contrincante: su padre, apenas se percató de que Lois había comenzado a cubrirlo de otros demonios que lo atacaban desde su espalda y tampoco de que los poderes de la muchacha no eran los que se esperarían de Lissedy. Lois, que no sabía que podía lanzar llamaradas de ese mortífero fuego azulado, se impresionó al hacerlo por primera vez, y de que Lissedy hubiera ocultado tan bien ese extraño y poderoso poder.

Belial nunca le había expresado con claridad que poderes poseía y cuantos eran en total. Era una cuestión que esperaba preguntarle y averiguar muy pronto. No obstante, la muchacha llegó a la conclusión de que estaba usándolos casi todos ellos contra su padre y demás adversarios, que eran muy numerosos y variados por las diferentes consecuencias que el uso de cada uno de ellos reflejaba y también que hacían muchísimo daño, a juzgar por los demonios que se volatilizaban a su alrededor con relativa facilidad. El padre de Belial era el único que lograba resistirse y contraatacar aquellos letales impulsos de magia. Tanto Belial como Satanás eran dos demonios muy poderosos, y los demás no estaban a su altura, ni siquiera estaban próximos a estarlo.

En otro escenario de la decisiva batalla, los demonios de Satanás comenzaron a ganar ventaja a Fragor, al cual se le estaban acabando sus frascos de poción. Lo negativo del poder más trascendental del demonio con aspecto de toro era su limitación. Los adversarios se acercaron tanto a Fragor que no alcanzaba a matarlos utilizando tanto su fiera fuerza como el uso de sus bálsamos potencialmente letales antes de que lo atacaran ellos a él, logrando herir al demonio con densas marcas en su piel, que adquirían cada vez mayor profundidad con cada zarpazo eenvenenado del enemigo. Llegó un momento en el que Fragor no pudo soportar más la agonía del sufrimiento y, entonces, dejó de defenderse y resistirse a los salvajes ataques de los demonios que se estaban cebando con él. Fragor se volatilizó en mil partículas diminutas oscuras y brillantes ante los ojos de todo su batallón desapareciendo de sus vidas para siempre, su muerte enfureció al ejército de Belial, que potenció con más frenesí sus ataques hacia los demonios de Satán.

Belial soltó un sonoro gemido, desatando su cólera en conjunción con el sonido despiadado que profirió su garganta. Satanás sonrió, y cerró los ojos, con una admiración enfermiza hacia el caos que había formado.

El príncipe conocía a Fragor desde hacía mucho tiempo, y aunque fuera un capullo integral y lo hubiera traicionado unas cuantas veces por su egoísmo y sus propios intereses, siempre lo había solucionado con él de alguna manera, y, de alguna forma, siempre lograba compensarlo. Dentro de su deslealtad, Fragor había sido fiel. Fragor era su mejor amigo desde que tenía uso de razón, le había confiado todo a él. Y él estaba muerto. Por culpa la absurda guerra que llevaba a cabo contra el ejército de su padre por algo que desde su nacimiento le había pertenecido: el reinado del infierno.

Un poder emergió del Interior de las entrañas de Belial. Un halo blanco que escapó de la Palma de sus manos comenzó a congelar la piel de fuego del rey del infierno, imparable. Aquel halo era tan poderoso e intenso, que paralizó la batalla, y todos observaron el descomunal poder de Belial, expectantes. Esperaban una respuesta por parte de Satán que nunca llegó.

La Guarida del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora