El Barco del Dragón

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Cuando Lois finalizó su comida y sus lágrimas de impotencia cesaron, la pareja de demonios comenzó con su respectivo almuerzo. Sustrajeron varios pescados que aún aleteaban llenos de vida de dentro de un barreño y comenzaron a comérselos de forma salvaje y sin tener en cuenta que seguían moviéndose furtivamente.

Lois aguantó el espanto y el impulso de vomitar, para luego salir sin demora a cubierta y así respirar aire puro,  alejaría de su mente aquella imagen y el angosto olor a pescado y a sangre.

Sin deparar en la sucesión del tiempo, quedó embelesada contemplando las olas oceánicas, y escuchando atentamente la melodía sincronizada que creaban al chocar unas contras otras, en perfecta armonía. Entonces, imaginó a su hermano, a su madre y a su padre reflejados en ellas.

No sabía que se podían sentir tantas emociones al mismo tiempo al recordar la belleza que había rodeado alguna vez a su familia. Hacía tiempo que la suerte no estaba de parte de ninguno de los miembros.

Estar en casa la había puesto al tanto de la situación de su hermano y de su madre, ésta no era la más ideal, su madre apenas ganaba dinero con su trabajo porque le habían bajado el sueldo casi a la mitad, y su hermano sufría acoso en el colegio por parte de algunos niños que lo insultaban por no tener padre, aunque solo era una excusa para hacerlo sentir mal, Dani era un chico realmente inteligente y sacaba unas notas excepcionales a nivel académico, por eso lo envidiaban y sentían rabia al saberlo como el favorito de la mayoría de profesores. Ella, de un instante a otro se había enterado de que estaba inmersa en una guerra que el príncipe demonio exprisionero del bosque y el diablo más viejo del mundo iban a detonar con la finalidad de obtener el trono del infierno.

Una salpicadura de agua la sacó de su universo de reflexiones, devolviéndola, de nuevo, a la realidad. Lois desvió la mirada hacia el interior del barco, apoyando su espalda en la barandilla, y se preguntó dónde estaría Belial, tiñendo sus mejillas de carmesí al instante al recordar la nueva información que había recibido. Llevaba semanas, o meses, ya había perdido la noción del tiempo, viajando con él y se había enterado recientemente de sus fuentes de energía.

Las de ella podrían ser la lechuga o un buen filete de carne a la brasa, mientras que las de él eran la sangre, algo que ya había reducido por si sola, y el sexo, esta información la había pillado totalmente desprevenida, aunque le aclaraba muchas de las situaciones que había vivido, como cuando el príncipe demonio tuvo que rescatarla del cambiaformas dejando en libertad al ángel con el que estaba a punto de mantener relaciones íntimas y luego se enfadó con ella y la inculpó de no dejarle concluir el acto. Ella estuvo pensando mucho tiempo que era por vicio. Para su asombro, él resultaba haber rechazado una fuente de poder para no permitir que Lois desapareciese.

Mavira salió por la puerta que Lois miraba distraídamente, y se dirigió hacia la muchacha con una sonrisa. Se apoyó a su lado, y Lois tuvo que parpadear varias veces seguidas para no quedarse embobada con la belleza de aquella demonio. A su lado se vería como un captus, mientras aquella mujer lucía como un jardín de rosas.

- Tienes miedo, ¿verdad? - respuso Mavira.
Lois asintió. - pero a la vez necesitas saber que el principito está bien, ¿No es así?- analizó la demonio observando a Lois como si fuera capaz de leer su alma, expuesta en una vitrina transparente.

- Me da igual lo que le ocurra a Belial. - comentó Lois, de forma poco ocurrente.

Mavira soltó una sonora risotada, que quitaba algo de atractivo a su perfecta figura.

- Sabes que no es así, niña humana- así la llamó Belial varias veces, la joven se dio cuenta- eres consciente de todas las veces que ha salvado tu vida, incluso marcándote para que pudieras vivir, crees que se lo debes todo, y llevas tiempo sin intentar huir de su lado porque indirectamente le has ofrecido tu corazón.

La Guarida del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora