Hotel Fortaleza

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Lois contempló maravillada aquel lugar.

Lujoso se quedaba excesivamente corto para describirlo. En vez de líneas blancas pintadas sobre el asfalto, el aparcamiento se delimitaba con pequeñas fuentes de elegante mármol blanco de las que salían chorros de agua traslúcida y vaporosa.

Algunos camareros fueron a recibir a los recién llegados, llevando consigo champán de color dorado y copas con una B inscrita en plata.
Sirvieron el licor al anfitrión y a sus acompañantes y les desearon la mejor estancia posible.
Lois recibió la copa, con el semblante sembrado de dudas. No estaba acostumbrada a beber ¿De verdad tenía que tragar ese brebaje dorado? Nunca le había llamado la atención el alcohol, porque odiaba el efecto que producía en las personas tras algunas copas.

Por educación, sintiéndose observada por la muchedumbre, le dio un pequeño trago a su copa, obviando la necesidad de escupirlo en cuanto el licor entró en contacto con su paladar. En su descenso a través de la laringe, el ardor recorrió toda su garganta de principio a fin, hasta llegar a su estomago. No pudo evitar gesticular una evidente cara de desagrado, a pesar de que pretendió por todos los medios que no fuera el resultado.

Belial, que había presenciado la situación, le mostró una mueca divertida y chocó su copa contra la de ella, en un brindis silencioso.

Un poco más tarde, dos de los hijos de Lifur salieron del Hotel, corriendo hacia sus progenitores. Se abrazaron a ellos mostrando la idílica estampa de una familia feliz. Los dos hijos varones, que al parecer habían completado su misión de forma impecable, saludaron con la mano al príncipe y a la joven. Lois nunca los había visto, pero a simple vista parecían niños normales, similares a su hermano, Dan. 

Estaban eufóricos recibiendo a sus padres, y éstos mostraban un semblante tan orgulloso que la muchacha juraría haberlo visto tan solo en su amado padre durante las ocasiones en las que conseguía un sobresaliente en sus notas finales del colegio.
Lois que, desde que conocía aquel mundo, había creído que los demonios eran seres salvajes, despiadados e inmorales, se descubrió maravillada y bastante aliviada al ver que, en el fondo, tenían sentimientos y se preocupaban por los suyos.

¿Belial se preocupaba por ella de la misma forma?

Tras los chicos, una multitud de criaturas con aspectos cada cual más original, salieron del hotel a su encuentro. Todos clavaron su mirada en Belial fascinados, al parecer se había convertido en el promotor de la rebelión por mayoría absoluta, siendo adorado por todos los nuevos reclutas y apreciado como modelo a seguir y futuro rey. Lo que más impresionó a Lois fue, cuando con un movimiento bien sincronizado, le hicieron una reverencia al unísono aguardando un minuto en aquella posición tan incómoda. La joven lanzó una mirada de soslayo a Belial, curiosa por como se lo había tomado el príncipe demonio, al parecer había sido una enorme fuente de energía extra para su ego, porque mantenía el mentón alzado y orgulloso, y una mirada de superioridad que la joven sólo había visto en contadas ocasiones, con ella la mayor parte del tiempo había sido pasota. En ese momento estaba volcado en el sentimiento indescriptiblemente positivo que le provocaba su ejército. No menos de 200 demonios se habían inclinado para él. En el mundo demoníaco no eran demasiados, tan solo había algunos cientos de demonios camuflados en terreno humano, y otros 2000 habitando en el infierno. Era un número de guerreros y guerreras  aceptable teniendo en cuenta el número total de demonios que existían.

Lois se fijó en que había demonios de todos los colores y de diversas formas y distintos niveles de brillo y longitud. Era totalmente surrealista. Se podían incluso avistar animales diferentes con la mirada tan llena de sabiduría que parecían leer la mente si los mirabas a los ojos. Belial, con una nueva esperanza puesta en aquellos que creían en él, dijo:

La Guarida del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora