Capítulo 9

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Mini maratón 2/2

Comencé a jugar con mis manos, estaba nerviosa. Odiaba pelear con Matt, pero está vez estaba segura de que no era mi culpa. Me puse a la altura de los niños y me senté frente a ellos.

-Ya está, ha sido un malentendido. 

-Siempre pelean –dijo Ashley entre sollozos.


Bajé la mirada, no tenía que decirle. Matt se apoyó contra la pared, al lado de la puerta y nos observó a los cuatro.

-Voy a dar una vuelta por aquí, si no les molesta.


Nadie le respondió, pero era mejor si se iba. Por su salud mental, diría yo. Matt estaba sumamente insoportable, yo no podía soportar su humor y por lo tanto, no estábamos bien juntos. 


-No volverá a ocurrir.

-Una vez dijiste lo mismo –atacó Austin.

No tenía palabras para responderles. Creí que lo mejor sería hablar con Matt y pactar una separación, por lo menos por un tiempo. No nos soportábamos, por el bien de los niños, debíamos alejarnos y pensar las cosas por un tiempo a solas.

Matt se aclaró la garganta, alcé la vista hacia él mientras salía de mis pensamientos. Su mirada se encontró con la mía, él sabía que hacer, debía sacarnos de ese apuro. Se puso a la altura de los niños y yo, cerca del suelo.

-¿Quién quiere ir a ver la casa por dentro? –sonrió.


Ninguno de los tres le respondió, por dentro me sentí peor que nunca. Estábamos haciéndoles mucho daño a nuestros propios hijos. Si, esta noche iba a decirle a Matt, lo que había pensado para nuestro matrimonio.


-Yo quiero ver la casa –dije intentando que mi angustia no sonara entre mis palabras-. ¿Vamos?

Me puse de pie, Matt hizo lo mismo. Los tres niños seguían observando hacia abajo, con las manos juntas entre sus regazos. Debíamos hacer algo rápido. Matt metió ambas manos en sus bolsillos y me observó, por el rabillo del ojo, noté el arrepentimiento y la tristeza en su mirada. Volteé a verlo, sus ojos pedían ayuda. Alcé los hombros sin saber que decirle. Aunque no estábamos pasando por un buen momento en nuestra pareja, ambos queríamos lo mejor para los niños.


-Vamos a entrar –dijo Matt amagando a moverse-, ¿quién viene?


Nada.


-Tengo sueño –murmuró Megan recostando su cabeza sobre el hombro de su hermana.


Matt se rascó la nuca, no era fácil. Me mordí la mejilla por adentro y luego me acomodé el cabello tras la oreja.

-Creo que deberíamos entrar a la casa, comer algo y luego nos vamos todos a dormir.

Ahora Megan y Ashley prestaban atención a mis palabras.

-¿Qué les gusta más, pizza o hamburguesas?

Otro logro, Austin también prestaba atención.

-Pizza.

-Pizza.

-Yo quiero hamburguesa –dijo Megan.

Matt me observó por un momento. Le tocaba hablar a él.

-Podemos pedir ambas cosas.

-¿En serio, papi?

-Si, claro que si, Meg.

La niña sonrió, pero se notaba que no había felicidad.


¿Qué hemos hecho, Matthew?




La casa era de tres pisos, enorme. En la primera planta se encontraba la cocina, la sala, el escritorio de Justin y tres habitaciones. Las tres habitaciones eran ocupadas ahora una por, Caroline y Kimberly, otra por Elizabeth y Tina, y la última por Lourdes y Mary.

En la segunda planta se encontraban las habitaciones de los niños y la nuestra. Estaban ya todas decoradas y estaba todo en su lugar. La ropa, los juguetes, los muebles, todo bien arreglado en cada habitación a la que pertenecía. 

La habitación de Megan era en tonos de rosa, la de Ashley en tonos de lila y la de Austin en tonos de azul decreciente. La mía y de Matt, en tonos marrones. Y dos habitaciones para huéspedes, en blanco y negro.

Y por ultimo, en la tercera planta, había una sala de juegos para los niños, una biblioteca y un mini-gimnasio.


Los tres niños estaban recién bañados, mientras cenaban frente al televisor, viendo dibujos animados. Matt estaba en nuestra habitación, dándose una ducha y yo estaba sentada en el sofá, con una taza de café en mis manos.


-¿Ya vamos a dormir, mami? –preguntó Megan.

No era muy tarde, pero el sol ya se había ocultado. Todos necesitábamos un descanso, en eso coincidíamos los cinco, así que no había problema con el horario ya que estábamos cansados.


-Claro que si. ¿Han acabado de cenar?

Los tres asintieron a la misma vez. Tomé el último sorbo de mi café y me puse de pie. Los niños hicieron lo mismo. Dejando la taza de café en la pequeña mesa, apagué el televisor. 

-No hay mostritos aquí, ¿no, mami?

-Claro que no hay monstruos, Ash –dije mientras subíamos las escaleras.


Un beso de buenas noches a cada uno al final de las escaleras, y ya sabían por donde irse a sus habitaciones. Cuando vi que cada uno entraba a la que le correspondía, di media vuelta para irme a mi habitación, pero claro, algo tenía que ocurrirme.

-Disculpa.

-No, está bien –dijo riendo amargamente.

Me había topado de bruces con Espinosa, no era nada bueno. Lo esquivé y quise llegar hasta la habitación antes de que él me detuviera, pero ya lo conocía, lo hizo antes de que pudiera dar más de cinco pasos. Me tomó de la muñeca, me quedé quieta.
-No, Matthew –di media vuelta.

-Quiero que hablemos.

-Está todo dicho.

-¿Quién dice? –Frunció el ceño y soltó mi muñeca-. Yo no he acabado de hablar.

-Pero yo si y no quiero escucharte.

-_______ -murmuró.

-No, por favor, no digas nada, Matt.


Giró sobre sus talones a la vez que se tiraba de las puntas del pelo. Frotó su cara y se volvió para mirarme.

-Escúchame, te lo pido.


Bajé la mirada y al hacerlo, vi a Megan asomando desde la nariz al resto de su rostro, en su puerta.

-Espera –susurré.

-¡______!

-Matthew, en serio –apreté los dientes e hice una seña.

Volteó a ver y se encontró con la niña que se volvía a esconder en su habitación.

-Ya vengo.

-Voy a cenar, hablamos luego.

Lo esquivé para ir a la habitación de Megan, cuando su voz me detuvo.

-Mas te vale que ni siquiera se te haya cruzado por la cabeza que vamos a dormir separados.

Revoleé los ojos y me agarré del marco de la puerta.

-Hablo en serio.

No respondí, solo entré a la habitación de mi hija.

Al verme, Megan se cubrió hasta la cabeza con la manta rosa. La lámpara iluminaba la habitación mientras reflejaba princesas en las paredes. 

-¿Qué pasa? –me senté en el borde de la cama y tiré de la manta.

-Nada –dejó ir la manta.

-¿Qué hacías espiando a mamá y papá? –le dije divertida.

Se sentó en la cama y cruzó sus piernas, se acomodó un mechón de cabello tras la oreja y alzó la mirada.

-¿Estaban peleando?

-No, claro que no, hija.

-¿Seguda, mami?

-Muy segura.

Juntó sus labios y los presionó juntos hasta formar una línea recta.

-¿Te guta, papá?

-Que cosas dices –dije entre risas-. Claro que me gusta papá, ¿Qué crees? Si nos hemos casado, es porque nos gustamos y nos amamos.

Ella asintió y una pequeña sonrisa floreció en su boca.

-¿Ya no pelearan más?

-Claro que no.

-¿Prometido? –alzó su dedo pequeño frente a mis ojos.

-¿Qué haces?

-Promételo mami.

Alcé mi dedo y lo entrelacé con el suyo.

-Prometido, Meg.

-Gacias

-No hay de que. Ahora, a dormir –quité mi dedo-. Vamos, acuéstate que te arropo.

La niña hizo caso y se acomodó entre las sábanas. Me puse de pie y luego me agaché para besar su frente. 

-Te amo, mami –me dijo-. Mucho, mucho como papi te ama a ti –sonrió levemente.


Ojala estuviera en lo cierto y no se equivocara.

-Yo también te amo, Meg.

-¿Así mucho como a papi?

-Así re muchisisisisisimo como a papi.

Rió y se removió un poco.

-¿Eso es hasta donde?

-Hmm…-alcé la vista-, no lo sé. Es demasiado mucho.

-¿Hasta el ifinito y ma allá?

-Hasta el infinito y más allá, hija.


Sonrió en dirección a la puerta. Volteé para encontrarme a Matt apoyándose de costado en el marco de la puerta. Sonrió.


-Mierda –murmuré.

-Eso no se dice, mami.

-Tú no lo dices porque eres pequeña, algún día lo dirás –volví a besar su frente-. A dormir, que descanses.

-Tú también –cerró los ojos y me dio la espalda.


Me enderecé y caminé en dirección a la puerta. Matt bajó su brazo tapando mi salida. Lo tomé entre mis manos y quise quitarlo de mi camino. Rió.

-Vamos, déjame salir –susurré.

-¿Hasta dónde me amas?

-Sh… cállate. Déjame salir.

-Podrías haberme avisado que ya no quedaba comida.

-Disculpa, no lo noté, yo no cené –quise empujarlo. Fracasé-. Vamos, muévete.

Subió su brazo, indicándome el paso bajo su brazo. Eso mismo hice, pero cuando quise acordar, ya estaba sobre su hombro.

-No es gracioso, bájame –pataleé contra su espalda.

-No vayas a gritar, vas a despertar a los niños.

-Vamos, Matthew. Bájame o gritaré.

-Últimamente cuando estamos juntos, recuerdo a cuando apenas nos conocíamos. Cuando gritaste y pensaron que estábamos intimidando en tu habitación –rió.

Tuve que esconder mi sonrisa. Cerró la puerta y me bajó dentro de la habitación. Mi cabello caía sobre mi rostro. Lo acomodé bruscamente.

-Estúpido –fui hasta la cama y tomé una almohada.

-Ni lo pienses, ______ -dijo en un cantito.

-Ya lo he pensado, Matt.

Di media vuelta con la almohada en mano y vi como cerraba la puerta con llave. La giró sobre su dedo y luego cerró su mano con ella dentro.

-¿Es un secuestro? –alcé una ceja.

-Tómalo como quieras –sonrió de lado-. Vamos a hablar y luego, tú y yo, vamos a tener la noche que nos merecemos.

-No, no, no –moví mi dedo de un lado al otro-. Déjate de juegos, no hablaremos nada y…

-Está bien, si quieres pasar a la acción, no tengo problema.

-No me hace gracia, en lo absoluto.

Rió y se quitó la remera.

-Lo digo en serio.

-Sabes que duermo en ropa interior, no seas boba.

Asentí con nerviosismo y luego me mordí el labio inferior. Bajé la mirada, Matt me tomó de la barbilla y quedé viéndolo a los ojos.

-Te amo, ¿sabes? 

La Bella y la Bestia - Matthew Espinosa (Segunda Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora