—Llamada en la línea dos.— dijo alargando la ultima palabra con cierto tono de entusiasmo, mi querida y fiel seguidora Emily Beckett, también conocida como la mejor secretaria del mundo mundial.A tan corta edad era la mejor en lo que hacia, la admiraba de forma especial. Ella era la base de mi imperio y no lo digo en el sentido romántico, vale aclarar.
—¿Se puede saber quien es ahora?— respondí, levantando de mi cabeza la octava revista de vestidos de novia que vi en la ultima hora, mirándola con cara de: “Por favor, mátame”.
—Es Frank Burgoa.— habló, acomodando un mechón rubio que se escapaba de su revoltoso rodete. Ella, al igual que yo, pasaba la mitad de la semana conmigo en esta oficina, por ello se veía desaliñada. Pero deberían verla los lunes por la mañana, es la mujer más hermosa que hayan visto nunca.
—¿Y ese es…?— pregunte sin tener la menor idea de quien me hablaba, mirándola con ignorancia. Emily abrió la boca con ofensa y, lamentablemente, no la fingía.
—¿¡Como que quien es, Violett!?— exclamó con enojo, tomando una de las revistas que estaba viendo para golpearme en la cara con ella muy fuertemente. —¡Es el hombre más rico de todo Estados Unidos!— hace una pausa, para calmarse, tomar aire y alizar su falda. —Mejor contesta antes de que te vuelva a golpear.— dice con calma, tomando el teléfono fijo a mi lado y extendiéndomelo.
Tomé el aparato y apreté el numero dos, ya que esa era la línea en la que el se encontraba, y procedí a contestarle a este hombre tan “importante”.
—Flores bellas, flores incomparables, ¡Violett hará que su novia luzca despampanante!—. Dije la frase, esa que repito unas diez veces por la mañana y unas veinte por la tarde, para hacer una mínima pausa —Habla, Violett.— finalice, esperando una respuesta del otro lado.
—Estaba a punto de colgar, ustedes si que tiene un servicio muy lento.— farfulló enojado la voz del otro lado, haciéndome querer mandarlo a la regalada mierda de mil formas diferentes y en todos los idiomas. Nadie se mete con mi empresa.
Cuando estaba a punto de abrir la boca, Emily me lanza dagas con la mirada, ya que ella también escucho lo que yo y como me conoce también, me detuvo, para mostrarme un dibujo con el signo del dólar dibujado en el. Di un suspiro alargado y traté de no insultar.
—Lo lamento tanto señor, falla en el personal.— dije lo último con tono de molestia, tirándole una indirecta a mi secretaria, la cual solo se encoge de hombros.
—Sí, no me interesa. Necesito que dentro de veinte minutos nos encontremos en la cafetería que esta cerca de mi empresa, necesito hablar con usted.— espetó de forma autoritaria, dejándome perpleja ante sus ordenes, sin saber que decir. Estaba a punto de soltar un “sí amo” o un “como ordene, jefe” pero no lo hice.
—Bien, en menos de lo acordado una de mis empleadas estará allí. ¿Me da su…?— estaba a punto de preguntar su dirección, pero me vi interrumpida por el grosero hombre del otro lado del teléfono.
—¡No! ¿¡Cómo se atreve!? ¡Exijo que me de la cita personalmente usted! ¿O acaso ya se le subió el poder a la cabeza y ya no da la cara?— preguntó con furia, dando un golpe lo que seria su escritorio, va, al menos eso creo yo.
Estaba a punto de responder con un: “Al parecer no soy la única con el poder en la cabeza” pero mi amada secretaria nuevamente me amenazó, está vez de forma diferente, mostrando como su dedo índice pasaba por su cuello en simulación de un cuchillo y su rostro expresaba rabia, enojo y rudeza. Creo que mejor me guardo mis comentarios y los dejo en el fondo de mi alma, así Emily no me golpeará.
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Flores para la novia
RomancePrepararé tu boda, Haré que te enamores de un hermoso vestido, Pero no pidas que hable de mi pasado.