Capítulo III: Rosas Blancas Y Rojas.

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-Vio, ¿estas bien?- preguntó una voz familiar, desde lo lejos. No veo nada y escucho muy poco, y lo poco que llego a oír, se oye a lo lejos. -Violett...- me llama, de nuevo esa voz se hace presente en mi cabeza.



Todo estaba negro, era como una cueva sin fondo alguno. Una de esas que no sales con vida. Pero al final, veo una pequeña luz blanca que brilla con todo resplandor, fui hasta ella.



Era un hermoso jardín, el Wave Hill. Estaba brillando en todo su esplendor, pero había algo que hacía que brillará más que el propio jardín.



Camine por un sendero de piedras, rodeada por diferentes tipos de plantas, diversos aromas y distintos colores. Era como un dulce sueño, uno del cuál no quería despertar.



En el medio de todo el jardín había una gran fuente, una de color blanca, con agua tan cristalina que podías ver tu reflejo y el de todo el mundo. Eso fue lo que exactamente hice. Estaba diferente, tenía una corona de flores de todo tipo y una bata blanca muy bonita, que cubría todo mi cuerpo.



Parecía una ninfa, de esas que sirven y acompañan a los dioses del Olimpo. Era bonito vestirse así, ya que podías moverte por todos lados y no te ajustaba, olía a rosas y sobre todo era muy cómodo. Me vestiré de ahora en adelante así.



Con los dedos descubiertos sentí la suavidad del césped, era como tocar el cabello de un ángel. Era tan bello sentir su suave textura, que me acosté al lado de esa fuente.



-Tan hermoso....- susurré, haciendo ángeles de.... ¿Césped? Reí ante eso.



-Estas cómoda...- dijo una voz femenina detrás de mí, provocando que me exalte y me levanté rápidamente.



Al verla vestida así, con alas de ángel y su mirada llena de luz, que te transmitía tanta paz, tanto amor, tanto todo, hacían que mi corazón se rompiera en un millón de pedazos.



Estaba tan hermosa, como el cruel día que la vi partir frente a mis ojos.



No pude evitarlo y corrí a sus brazos, la abrace tan fuerte, que hice que el tiempo se detuviera un momento entre las dos.



-Estoy orgullosa de ti, amiga mía.- dijo, riendo dulcemente, tomando mi barbilla entre sus manos. Su cabello rojo caí por su cara y tocaba la mía, provocando en mi, millones de sonrisas. -Hiciste todo lo que yo haría...- expresó, y de repente, su sonrisa pasó a un mueca de disgusto. -Pero no estoy aquí para decirte lo mucho que te extraño, si no para advertirte.- exclamó y me tomó por los hombros.



-¿Qué sucede? ¿Estas bien? ¿No disfrutas el paraíso?- pregunte, tomando entre mis manos, su blanco rostro, acunándolo con ternura.



-Claro que lo disfruto, pero...- hizo una pausa. -Los barrotes de su celda, jamás fueron castigo para él, al contrario, disfruto cada momento. Piensa en ti, como no piensa en nadie nunca.- finalizó y me dejó aturdida, no sabía de quién hablaba, ni tampoco entendía sus palabras. Estaba revuelta entre frases retóricas.



-No lo entiendo...- dije, mirándola con preocupación y apartándome levemente de ella, para tomarme de los cabellos con ambas manos.



-El dueño del joyero, vendrá por la pieza más hermosa que ha portado jamás en la vida y no dejará que nadie más la porte nunca. - volvió a hacer una pausa. -Cuídate, Violett.- finalizó y desapareció, así como el hermoso jardín, como mi vestimenta y todo lo que estaba rodeándome.



Todo estaba oscuro otra vez.



-¡Está despertando!- gritó Emily. Era imposible no escucharla, si estaba frente a mi, abrazándome, como si no me hubiera visto en años. -¡Estaba tan preocupada!- volvió a gritar, apretándome contra ella.

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