Capítulo II: Rosas Blancas Y Rojas.

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—y la pobre Sam, bueno, ella no aportó nada para su boda. Sólo asentía.— dije, entrando en mi oficina y, prácticamente, tirarme en la silla, para luego quitarme los estúpidos zapatos.
Vi el reloj en el escritorio y rezongaba por la hora que era. Eran las 03:00 p.m. ¿Entienden? ¡Las tres de la tarde! ¡Estuve tres horas con ellos!

—Al parecer, no iremos a nuestras casas hoy…— exclamó Emily, viendo la hora en su móvil. —Al igual que ayer, antes de ayer y el día anterior a ese.— espetó con cinismo, dejándome una taza de café sobre el escritorio.

—Esa es una de las razones por las cuales no quería ir a esa cita. Hoy si quería llegar a casa.— exclame, estirándome mi mano para alcanzar el café.

Realmente no quería volver a casa. Hace años no piso mi CASA. No tengo nada en contra de ella, solo que no puedo afrontar las cosas que pasan en ella. Suelo estar en la empresa siempre, duermo aquí, me baño aquí, tengo absolutamente todo aquí. ¡Y no me falta nada! ¡Tengo un cuarto dentro de mi propia oficina!

—¿Por qué nunca vas a casa?— preguntó mi secretaria, mirándome con intriga. Está vez si esperaba una respuesta, no como las anteriores: “Porqué es más cómodo aquí”, “tengo demasiado trabajo para ir allí” o “es muy tarde, mejor me duermo aquí”.

No dije nada, solo curve mis labios en una fina línea y fingí leer una revista de vestidos de novia, con la excusa de que era para Sam y otras chicas. Pero no funcionó. Emily se quedó allí, parada, esperando una respuesta concreta y sin rodeos.

—Porqué… siempre esta sucia y si voy significa que debo limpiar.— tartamudeé, mirándola con inocencia. Ella solo arqueo una ceja y posó sus manos en sus caderas, en señal de que yo no creyó nada de lo que acababa de decir. Mierda.

Di media vuelta en la silla y miré a la pared, optando por ignorarla deliberadamente. No quería tocar el tema, bueno, en realidad no quería que nadie supiera del tema. Era algo que solo me incumbía solo a mi.

Escuché un suspiro cargado de su parte y un par de teclas siendo presionadas, después de eso, no escuche nada. Ella estaba ahí, yo estaba ahí, pero en silencio.

—¿dónde será la boda? Ese es un pequeño detalle que no has emitido.— expresó, sentándose en la silla del frente.

Me quede en el lugar, pensando en todo lo que habíamos hablado y me cayó la ficha de algo.
Aquel sitio, era el mismo, en el cuál ella se casaría con él. El lugar que ella tocó tantas veces, tanto de pequeña como de grande, pero nunca llegó a pisarlo con él vestido blanco puesto.

—Lo diré mañana en la junta, por cierto, reúne a todos. Tenemos una gran y hermosa boda que preparar.— exclamé, haciendo señas para que se vaya. Necesitaba estar sola. —Está noche puedes ir con tus hijos, la tienes libre.— dije, dando un leve suspiro.

—Sí, señora.— exclamó, agachando la cabeza y salió por la puerta rápidamente.

(….)

Estuve en mi asiento, durante varias horas, sin pensar en nada, ni nadie. Sólo quería tiempo para mí y por ello, opte por ir a mi mini-casa.

Me levante de mi silla, camine lentamente hasta la puerta detrás de mi escritorio y di un pequeño suspiro.

Entré a la habitación, donde tenía una TV, una gran cama, una mesa de noche y un closet. Aquí pasaba los días, las semanas, los meses y los años. Yo no podía volver a casa.

Abrí otra puerta, para entrar al baño y darme una larga y relajada ducha con agua caliente.
Sentí como los chorros de agua caliente caían sobre mi cuerpo, sentía como me relajaba y tranquilizaba por completo.

Flores para la novia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora