Capítulo IV: Rosas Blancas Y Rojas.

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Tras la escena del balcón me dedique a hacer feliz a la pobre Sam. La entendía perfectamente. Estaba destinada a casarse con un hombre que no amaba, por un bebé que ella ni siquiera había planeado. Esto debía ser muy cruel para ella.

Mi tiempo en la fiesta se extendió demasiado, más de lo que yo quería. Pero no podía evitarlo, quería que mi clienta se sienta a gusto en su fiesta de compromiso.

—Y después de que el bebé nazca, me dedicaré a terminar mi carrera de abogada.— dijo, mientras comía incontables bocadillos que nos dejaron unos mozos hace algunos minutos.
Estuvimos aquí, toda la noche. Hablando sobre sus gustos, deseos, nombres para el o la bebé e infinidades de cosas. Realmente me sentía bien hablando con ella.

—Hey, todo este tiempo estuvimos hablando de mi, pero jamás prestamos atención en ti.— exclamó, metiéndose un pedazo de queso a la boca y masticándolo refinadamente.

—No soy muy… interesante. Creo.— susurré, dando una pequeña sonrisa fingida, mientras que por lo bajo jugaba con mis dedos nerviosa.
Sam estaba a punto de abrir la boca, pero mi teléfono la interrumpió. Era Emily, quién dijo que estaba esperándome en la entrada para irnos juntas a la oficina.

Solté un suspiro simulado con una sonrisa, besando la mejilla de la pelirroja y está emita mi acto, pero ella lo hace con pesadez. Sonrió nuevamente por culpa de su inmadurez.

—Adiós, Sam. Trata de disfrutar de tu propia fiesta.— dije, levantando mi mano, mientras me alejaba de ella y de la fiesta. Ella solo rodó los ojos.

Baje las escaleras lentamente, levantando mi vestido, con cuidado de no pisarlo. Ya que me costó mi vida entera.

Muchos piensan que soy rica o millonaria por lo que hago con las bodas y si, si lo soy. Solo que vengo de una familia pobre que no derrochaba el dinero en cualquier lado o en cualquier cosa. Por eso no compro ropa cara, ni tengo una mansión, ni mucho menos un carro último modelo. Solo me encargo de mi empresa y ya.

Las escaleras parecían no tener fin, ni tampoco un destino fijo, solo seguían y seguían. Ya me dolían los pies de tanto bajar con estos molestos tacones. A medida que bajaba miraba los cuadros colgados en las hermosas y delicadas paredes y en todas note un Tyler triste y vacío. Pero una me llamó demasiado la atención.

Era una foto de Sam y Tyler, cuando eran niños. Ahí se notaba al susodicho lleno de alegría y brillo en sus ojos, tal vez era por la edad infantil. Pero yo, que vi a miles de parejas enamorados casarse, reconocí amor en esa mirada.

O tal vez era hambre, ya que Sam sostenía una paleta en sus manos. No soy tan tonta como para pensar que es amor. Es obvio que ese chico no siente nada, que no sea rencor u obligación, por ella.

(….)

—…y dijo que me presentará a un amigo, para recompensarme la pequeña ilusión.— dijo un poco molesta, mientras manejaba a una velocidad moderada.

Yo estaba en la parte trasera, escuchando la conversación de mi amiga que se “enamoró” según ella está noche. No sé cómo podría ser amor si lo conoció hoy. Pero ya se como es Emily, la conozco por “enamorarse a primera vista” de quien se le plazca. Lo malo es que luego llora semanas y semanas. Pobre nena.
Los pondré en situación.

Nuestra querida compañera estaba con Matthew, el idiota que nos trató mal por teléfono, y según ella, él es sumamente bello y quedó estupefacta ante él. Estuvieron toda la maldita noche juntos y ella sentía que el mundo se le venía encima de tanta hermosura, entonces él la llevó al jardín, donde ella intento besarlo y él se aparto, diciendo que no sentía lo mismo, pero que le presentaría a un amigo en su lugar.

Flores para la novia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora