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Aún después de haber vencido a Pennywise hace casi un año, Richie seguía teniendo visiones muy turbias

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Aún después de haber vencido a Pennywise hace casi un año, Richie seguía teniendo visiones muy turbias.

Ya no sólo veía a un payaso cada vez que cerraba sus ojos a eso de las 12:27 de la noche, también tenía extrañas alucinaciones en las que veía a su madre muerta en el sillón de la cocina, o los cuerpos de sus amigos colgados en su habitación, o incluso a ese maldito perro aullar cada vez que escurecía.

Aún sabiendo que todo aquello era falso, no podía evitar espantarse cuando veía la cabeza de Eddie salir de su colchón y vomitar una viscosidad sangrienta, tal como había ocurrido en la casa de la calle Neibolt. Eso era lo más inquietante, quizá más que cuando creyó ver al chico del arcade y al día siguiente encontrar el cuerpo inerte de Bácxter.

Pero era estúpido, porque era consciente de que todo eso eran sólo visiones.

Pennywise estaba muerto.

Entonces, ¿por qué ahora mismo corría hacia el hogar de Bill Denbrough y llevaba consigo unas cervezas en lata? Porque necesitaba hablar con él y comprobar que no se estaba volviendo loco. Y un poco de alcohol no venían mal para calmar el aire tenso.

Tiró la bicicleta en el patio y corrió escaleras arriba para tocar la puerta. Incluso ver la casa desde fuera se le hacía deprimente, porque reconocía que ya no era el dulce hogar que era hace dos años. La puerta se abrió y dejó ver la imagen de un niño pálido y triste.

— Hola, Bill.

— H-hola, Rich. —le dejó pasar— ¿Necesitas a-a-algo?

Entonces el de gafas le mostró la caja de seis cervezas que tenía entre manos, además de dos cajetillas de cigarrillos y una cinta con música de Los Beatles. Bill sonrió y subieron las escaleras.

Después de una hora ya ambos estaban instalados en la cama del propietario de esa casa, mientras retumbaba Twest and Shout de fondo y las bebidas iban desapareciendo, reduciéndose a cuatro latas. Richie disfrutaba de esos pequeños momentos que tenía con su amigo el tartaja, porque ambos podían entenderse demasiado bien como para ser solo amigos.

— Al final, ¿cómo sobrellevaste a Stanley Orina? —interpuso el bocazas.

— N-ni siquiera me l-lo pr-preguntes. —bufó y terminó su segundo cigarro.— Y n-no le ll-llames así.

— Sí, lo siento. Es que últimamente ese tipo no me cae muy bien.

— E-entiendo. ¿Y E-E-Eddie?

Richie tragó saliva y estiró el cuello de su camisa. No se sentía muy cómodo hablando de él frente a otra persona que no fuera su padre, pero tampoco vio motivo para no confiarle a Bill su pequeño secreto. Después de todo, él le había confiado el suyo; el cómo desarrolló sentimientos por otro niño y su ligera depresión por no sentirse amado.

gay ; reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora