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Richie escuchaba atentamente cómo Eddie intercambiaba palabras con chicos de cursos mayores, hablando sobre el chisme que se volvió tendencia en la escuela y pasó de boca a boca como quien comparte goma de mascar

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Richie escuchaba atentamente cómo Eddie intercambiaba palabras con chicos de cursos mayores, hablando sobre el chisme que se volvió tendencia en la escuela y pasó de boca a boca como quien comparte goma de mascar.

El chico nuevo, desconocido y homosexual había fallecido esa misma mañana. Se había suicidado ahogándose con una prenda mientras sus muñecas eran brutalmente destrozadas.

Pero lo que más denigraba a Tozier es que los profesores no realizaron el luto en la escuela que consistía en un día sin clases, por el simple hecho de que el niño era gay.

Había escuchado muchas cosas sobre ese niño dos años menor que él, buenas y (especialmente) malas. Se tenía conocido que era responsable y tenía buenas calificaciones. Se había adelantado un año por su excelente promedio, y aún así nadie conocía siquiera su nombre. Debía admitirlo, él tampoco tenía una puta idea de quién era el muchacho, porque lo único que había llamado su atención era su orientación sexual, lo único sabido por los demás estudiantes.

Ahora sus temores se multiplicaron, ni siquiera se sentía capaz de hablarle al pequeño Kaspbrak. Sentía un aura distinta en él. A pesar de oírle decir increíbles vulgaridades que nunca le había oído decir acerca del tema, podía percibir cómo los dedos del castaño temblaban y se movían con una rudeza discreta, típico acto de cuando estaba nervioso, ansioso, o incluso asustado.

Y podía sentirlo, así como podía explicarse el por qué de ello, pero no tenía la menor idea de por qué en ese mismo instante él también comenzó a temblar. Se le había puesto la piel de gallina e incluso tuvo ligeras náuseas, que se fueron acrecentando tan pronta como insoportablemente. Y a su mente sólo vino una cosa.

A su mente, sólo llegó la imagen de ese hombre adulto que había imaginado cierta vez, con rasgos conocidos pero más envejecidos; y los ojos. Los ojos eran bizcos y de un amarillo fluorescente que le cegaba la vista a sus adentros. Notó que tenía una enorme herida en el pecho y la sangre se veía fresca a través de la ropa. Se reía de él, pero era una risa chillona, no a la que correspondería a alguien de su edad. Y se dio cuenta de que no lo estaba imaginando dentro suyo, estaba parado a lo largo del pasillo, justo al lado de su casillero, justo detrás de Eddie.

«¿Q-q-q-qué mierda?» —dijo la voz dentro suyo, estaba atónito y se mantenía estético, pálido, sus músculos se congelaron y los vellos de su piel se erizaron.

Miró a su alrededor. Los demás estudiantes seguían caminando con normalidad, los chicos seguían charlando y riéndose de la muerte del niño, y entre todo ese bullicio podía escuchar al hombre susurrar palabras indecifrables que alteraron más sus nervios. De repente sintió cómo le golpeaban el hombro y literalmente saltó en su lugar.

— ¡Richie! —le gritó Stanley— ¿A qué esperas? Tenemos que ir a clase, sonó el timbre hace rato.

Richie volteó rápidamente tropezándose en el acto, no pudo ver a esa persona de nuevo, parecía haber desaparecido, pero para él fue demasiado real. Incluso vio cómo le tocó el hombro a Eddie, él ni se inmutó y siguió hablando animadamente, hasta que lo vio irse al salón con total tranquilidad.

gay ; reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora