30. Desenlace

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Al-Veor estaba algo alejado del centro de la batalla ideando una estrategia para poder conseguir la victoria, o salir vivos, aunque sea. Pero estaba tan maravillado por sus nuevos Kana-wa hechos de metal y bordes de cobre que ansiaba el momento para usarlos. Tuvo la dichosa oportunidad cuando tres Tanin aparecieron tras él con sangrientas intenciones. Tomando ambos aros que estaban amarrados a su cinturón, pudo defenderse causando profundos cortes en los dragones, al caer ellos frente a él miró sus nuevas armas y exclamó:

— ¡¿Por qué no vine mucho antes?! Tanto que sufrí en Goa con mis viejos Kana-wa y las duras pieles de estos tipos...

— ¡Nunca subestimes a los herreros de Koma! —le dijo Kohsuke que en su batalla había retrocedido lo suficiente como para escuchar las palabras de Al-Veor.

Jeral y Calea alejaron a Meissa del palacio, pero no se percataron de que algunos Tanin los seguían. El primero tomó su espada y comenzó a luchar contra ellos, pero su espada no era tan poderosa como para traspasar sus pieles, aunque sí logró defenderse muy bien. Al ver que estaba en riesgo, Calea soltó a Meissa y fue en ayuda de él. Tomó a un Tanin por un brazo y alzándolo con facilidad lo arrojó hacia los demás haciéndolos caer.

Meissa estaba aterrorizada por la fuerza sobrehumana de ella. Los dragones seguían poniéndose de pie, aunque muy adoloridos y sus defensas eran más débiles, lo que dio oportunidad a Jeral para hacer uso de sus técnicas de espada y darles muerte.

— ¿Pero qué cosa eres tú? —miró Meissa a Calea dando pasos en retroceso.

— ¡No tenga miedo! ¿No ve que la estamos protegiendo?

— Pero... esos Tanin son mis aliados.

— Claro, y por eso la obligan a hacer lo que no desea.

— ¡Yo misma he decidido llevar a cabo este compromiso!

— ¡Después nos lo agradecerá! —dijo Jeral indicándole a Calea que la llevara lejos de allí a los campos de trigo, mientras él volvía con los demás a dar apoyo.

Procyon no paraba de correr de un lado a otro clavando sus flechas sin fallar ni una. Su puntería era infalible y siempre asestaba a un punto vital. La velocidad con que sacaba una flecha, la lanzaba y sacaba otra era increíble. Parte de su frustración era liberada en esa batalla, en la cual sus enemigos al ver su habilidad se dirigían a atacarlo en conjunto, pero siempre era defendido por Al-Veor, quien parecía un niño con marionetas nuevas.

Naruhito se dirigía a Kohsuke para descargar en él toda su ira por sus planes arruinados, mientras que Custos se dirigía a Leo. Éste lo notó y agradeció el que Custos nunca se hubiera enfrentado a él con anterioridad, gracias a eso, no conocía su modo de pelear, ni la empuñadura de Szczerbiec. Los cuatro se mostraron sus espadas, pero en las manos del temible general, la gran espada Tizona era algo para temer.

Kohsuke miraba de reojo la preciosa espada y sentía temor por su hermano, pero alguien que estaba acostumbrado a entrenar contra la propia Excalibur no sentía más que impaciencia. Sin embargo, Kitsune era el objetivo de ambos, Custos parecía atacar a Leo, pero dirigió su estocada a Kohsuke, a quien le fue forzoso evitarla a la vez que bloqueaba a Naruhito.

— ¡Qué cobardes!

— ¡Enfréntate a mí como un digno rival! —gritó Leo tratando de alterar su voz.

Naruhito siguió atacando a Kohsuke insistentemente, haciéndolo retroceder. Aunque era más habilidoso, tenía que estar pendiente de las estocadas que Custos constantemente le arrojaba. Leo se hartó y se paró firme frente a él.

— ¡Ya basta de ser injustos incluso dentro de un duelo! —señalándolo.

— ¡No importa ser justo o injusto! Tengo una misión y esa es asegurarme de que Naruhito esté bien para su compromiso. Ese insensato zorro ya nos ha entorpecido demasiado —dirigiendo una estocada hacia Kohsuke, la cual Leo atajó.

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