Parte 3 - Cena en la Mansión

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-¿Qué diablos se cree? ¿Por qué no llega con el dinero? -dijo Liun de Tulo que ya estaba harto de esperar por Tim.

-Tranquilo, quizás se entretuvo con una prostituta durante el camino, sabes el amor que tiene por la bebida y el burdel, pronto debe llegar.- dijo Curel con la cara sudorosa tratando de tranquilizar a Liun-.

El Consejo Ejecutivo estaba reunido, sus 6 representantes estaban esperando por Tim, cuando llegaron las mozas con la cena y el vino. Reúl, miembro del Consejo, tan gordo que no podía ni pararse de la silla sin ayuda, pidió más vino para los invitados cuando llegó un guardia de estatura promedio, fuerte con la cara llena de cicatrices advirtiendo

-¡Hay una revuelta afuera! Todos se han vuelto locos y están pidiendo a gritos ver al Consejo.

-Saldremos ahora-dijo Liun de Tulo sin pensarlo dos veces-

Reúl no estaba muy de acuerdo con la idea y dijo

-Que esperen a mañana, estamos a salvo aquí...- entró una cabeza por el cristal de la ventana de la Mansión. Nadie reaccionó al ver quién era, la cabeza tenía una carta, allí donde va la boca que decía:

-Saludos al Consejo y a ti que lees esta carta, iré por ustedes, uno a uno y nada me detendrá...

Curel sólo pudo decir

-Tim...

Todo el grupo salió a ver que estaba pasando afuera. La ciudad de Kilos estaba en caos, el humo brotaba de las diferentes partes de la ciudad, el cielo se convirtió en una cúpula de color naranja y roja. La revolución de Kilos había comenzado.

Una horda de personas se acercaba a la mansión de Kilos pidiendo ver al consejo. El consejo a ver la situación, salió huyendo hacia la protección brindada por la Mansión y la Guardia Real, que en este tiempo no tenía ni un poco de la fuerza y honor que tuvo en antaño.

Nueve hombres empujaban una catapulta de madera y la accionaron, algo salió volando, pero a simple vista parecía un bulto negro, al llegar al suelo, se escuchó un chasquido de huesos y se pudo ver que era un cuerpo decapitado. El asedio continuaba pero los integrantes del consejo no salían de la Mansión, sino que observaban desde adentro de su palacio, sin inmutarse en lo más mínimo.

El pueblo hacía temblar la tierra con su paso firme y marcado, eran tantos que a simple vista no se podía ver el final de la manada que acechaba la Mansión. Se hizo el silencio y salió un hombre con atuendo de panadero y el delantal lleno de sangre y dijo

-He aquí a mis espaldas un pueblo oprimido, un pueblo que ha aguantado demasiado sin nadie que ayude. Pero hoy todo cambia, todo será diferente y nada nos detendrá. Exigimos la salida del Consejo y de sus cómplices que hoy se reúnen en el banquete. Por años hemos sido oprimidos y ahora es nuestro turno de decir, no más.

-Ni lo pienses- dijo desde adentro Liun.

-Un pueblo no puede ser dirigido por cobardes, debe ser dirigido por personas con visión e ideales de un futuro pleno y digno de un reino- contestó el panadero. Sal y hablemos frente a frente junto a tu "Consejo" Liun, ya sé quién eres y no podrás evadirme.

Liun de Tulo miró a los otros cinco integrantes del Consejo y también a Curel y dijo

-Iré, no tengo otra elección.

-¿Estás seguro? -dijo Curel mirando a los demás en busca de apoyo el cual no obtuvo de nadie. Todos sabían lo que pasaría si Liun no salía confrontar el pueblo.

-Iremos todos entonces, pero tú Curel, tú te puedes quedar. -dijo Salvor de Lupo- un hombre fuerte y gordo, que había tenido un gran cuerpo antes, cuando no había llegado al poder de pertenecer al Consejo. Era una hombre de estatura baja, pelo color rojo al igual que tenía su barba, aunque se la cortaba, ya se notaban los vellos. Tanto los placeres del poder, la comida y falta de ejercicio lo llevaron a engordar de manera excesiva.

El Hijo de La ProfecíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora