Un deseo

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No me maten. La historia es súper larga.

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— Papi ¿te quedarás?

Un pequeño Arthit de seis años y con ojos tiernos miro a su padre mientras lo tomaba de su manos con cierto anhelo, deseando que por una vez, esté lo escuchará e hiciera caso a sus súplicas por pasar las fiestas con el.

— ¡No!

El hombre mayor hablo con dureza en su voz y sin medir su fuerza apartó a su hijo de su lado para luego salir de la casa dando un fuerte portaso.

Arthit trato de contenerse, las palabras de su padre le dolían. El ya estaba acostumbrado a ese trato, pero esperaba que en esta fecha eso fuera diferente, pero claramente se equivocó. Agachó su cabeza, miro a su niñera y sin decir palabra alguna corrió a su cuarto, camino hacia ventana y miro las alegres luces que iluminaban todas las calles de su barrio y a las personas pasar con enormes sonrisas en ellos. Todo se veía alegre, Arthit recordaba cuando el solía tener algo así y sin contenerse más, soltó lo que el juro, sería la última lágrima que daría.

Arthit ocho años.

— ¡Dijiste que te ibas a quedar.!

Ahora con ocho años el pequeño Arthit se mostraba molesto ante su padre, este nuevamente se iba. Y aunque este no era el problema, ya que el se había acostumbrado, el problema era su petulante niñera. Una muchacha de unos dieciséis años que lo cuidaba desde que el tenía memoria. Está era mala y esa palabra quedaba corta. Ella simplemente era cruel, lo maltrataba, le gritaba y muchas de las veces que lo cuidaba traía hombres tras hombres a su casa. Y aunque Arthit se lo dijo a su padre en un intento por librarse de esa odiosa muchacha este no le creyó.

— ¡Tengo que hacerlo! ¡Que esperabas!

El hombre levanto la voz ante la impertinencia de su hijo, este podía tener solo ocho años, pero claramente su edad no combinaba con su comportamiento. El padre de Arthit era un hombre ausente, pero sabía mejor que nadie que su hijo no se comportaba acorde a su edad.

— ¡Tienes razón! ¡No se qué esperaba.!

Su padre soltó un pesado suspiro al mismo tiempo que su hijo subía corriendo las escaleras. La culpa lo invadía, pero está fecha era mala para el y aunque sabía que estaba siendo algo estúpido con su hijo, aún así, solo susurro un "nos vemos luego" y prosiguio a marcharse.

Arthit diez años

Arthit miro el reloj de su cuarto, faltaban cinco para las doce. Cómo cada noche a en la misma fecha camino hacia su ventana. Ahora con diez años de edad Arthit ya no lloraba, algo en el se había apagado, las fiestas ya no le importaban, pero cada noche sin falta a la misma hora el hacia siempre lo mismo. Camino hacia su ropero sacando de allí una pequeña caja y se encaminó a su ventana.

— Feliz cumpleaños mamá.

Arthit acarició una pequeña foto que guardada en aquella caja. Esa noche no era cualquier noche. Si bien Arthit en algún momento anhelo pasar las fiestas, lo que más le dolía era ya no tener a su madre y esa fecha era la única en el que él podía sentirla tan cerca.

— Ojalá estuvieras aquí. Te extraño.

Arthit contuvo sus lágrimas, el había jurado no volver a llorar.

— Me siento tan solo.

Arthit susurro mirando el cielo nocturno con la foto de su madre, recordando las últimas palabras que ella le había dado.

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