Y estában en ese viejo bar, las luces rojas y azules que cambiaban a cada segundo provenientes de aquel vehículo, esos colores adornaban la calle.
Los oficiales ya habían llegado y una pequeña multitud rodeaba el lugar.
El licor estaba derramado por el suelo.
El ladrar de los caninos se escuchaba por todas partes acompañada del estresante sonido de la sirena policiaca.
Ambos llevaban sus manos tras su espalda y eran empujados hacia el vehículo.
Y así fue.
Él entro a golpes en ese viejo carro de policías con esposas alrededor de sus muñecas detrás de su espalda mientras observaba a la albina con una expresión de "Perdón".
Ella aún estaba observando al pelinegro desde el otro lado del vidrio con ambas manos detrás de su espalda con un "Esta bien" en los labios y en su mirar.
Se miraron por un breve segundo.
Ese segundo para ellos parecía una eterna hora donde solo existían los dos.
Él de orbes grises le mostraba en su mirar un ruego por su perdón sabiendo aún que no seria capaz de hacerlo. Sabia perfectamente lo que había hecho, después de cada discusión el sabia a la perfección que estaba mal, pero según él, él no tenía la culpa, la albina lo hacia enfadar y eso a él le molestaba. Se odiaba a si mismo por odiar a la albina, pero de alguna forma la amaba, sabia que sin ella él no era nada. Confuso, lo sé.
Ella lo excusaba siempre; "No es malo, solo es impulsivo", "El me ama, solo no suele demostrarlo", "Esa rubia solo es un pasatiempo", ¿que tan enamorada estaba como para estar ciega tanto tiempo, pero ahora que se encontraba tras ese vidrio, pudo ver claramente. No negaría que continuaba amandolo, solo sabia que esa relación les estaba haciendo daño. Ella solo se limitaba a verlo con los ojos empapados de tristeza, no lloraba, solo parpadeaba y verlo cada vez dentro del vehiculo la destrozaba.
Pero...
El rostro de Alfred cambio enseguida tornandose rojo, la rabia lo devoraba por dentro. Sus ganas de querer quitarse las esposas e ir hacia ella para poder hacerle daño no lo dejarían en paz. Jamas se le llegó a la cabeza que quizá estaba mal, que quizá necesitaría ayuda, que quizá la persona que estaba a unos cuantos metros del otro lado del parabrisas, realmente lo amaba y seria incapaz de herirlo como el hizo con ella, jamas pasaron por su cabeza, estaba lo suficientemente ocupado con otra persona que solo deseaba dinero de alguien que no lo tenía y que amenazo varias veces con abandonarlo si no cumplía uno de sus caprichos. Jamas.
Alfred continuaba observándola con rabia ¿Por qué?, porque ella era libre y su rostro y muñecas lo demostraban, libre de la prisión, libre del maltrató, libre de pensamiento, libre de actos, libre como mujer, libre de Alfred y lo hizo mostrando sus muñecas en alto mostrándole al mundo y frente los ojos de la persona que la hirió tantas veces que esta vez era libre y no permitiría que nadie la llene de cadenas nuevamente.
La albina dio un pequeño suspiro de alivio bajando sus manos, sonriendole una ultima vez a Alfred, sonriendole con un gracias; "Yo te puse ahí arriba y no sé porque." Le dijo en sus pensamientos y dándose cuenta que no tenía nada más que hacer en el lugar, simplemente se dio la vuelta y el único sonido que lograba escuchar eran los de sus zapatos en la acera dando a conocer que se estaba alejando.
Dejando todo atrás.
Dejando todo y sin voltear.
"Without me there is nothing, without it I am everything."
ESTÁS LEYENDO
*ωιтнσυт мє* [ƒяє∂αηgℓє] σηє ѕнσт'ѕ
Short StoryY así fue. El entro a golpes en ese viejo carro de policías con esposas alrededor de sus muñecas detrás de su espalda mientras observaba a la albina con una exprecion de "Sorry". Ella aun estaba observando al pelinegro desde el otro lado del vidrio...