Tenías tanta admiración de mi, de mis músculos, de mi inteligencia, de mi puesto de líder en el equipo de volleyball y ser uno de los mejores bailarines de mi academia.
¿Pero quién era yo, a comparación de ti?
Tú si que eras un modelo a seguir, lo eras cada mañana al levantarte de la cama con una sonrisa a enfrentar tus problemas.
Eras tan ansioso, tanto que juntabas lo inseguro con lo seguro, quedándote con la sensación de inseguridad hasta cuando te veían tomar un lápiz delicadamente.
Pero aún así, eras tan inteligente y valiente, te guardabas las cosas para ti y las sacabas cada vez que yo entraba por tu ventana en las noches y tu me abrazabas con tus brazos delgados al recostarme en tu cama. Como ocultabas tu rostro tan lindo en mi pecho y como reías débilmente al yo acariciar tu nuca, con cuidado de no despertar a tus padres.
Me encantaban las tardes dedicadas a nosotros, en donde tu cuerpo me pertenecía completamente y en donde me dedicaba a recordarte lo mucho que te amaba, en donde me dedicaba a besar tus heridas que marcaban tu hermosa piel, en donde perfilaba tus piernas y rostro y en donde escuchaba tu dulce voz en mi oído que me volvía loco.
Dormir abrazado a ti, cuerpo contra cuerpo y solo sábanas cubriendonos era lo mejor del mundo, sentir tu piel caliente contra la mía y sentir las yemas de tus dedos en mi espalda, escuchar tu acompasada respiración chocar contra mi pecho y ver tus pequeñas contracciones al sentir molestias por cualquier cosa.
También me recitabas poemas, algunos inventados por ti y otros por grandes poetas. Lo hacías con tanta vehemencia y tranquilidad que paseabas tu cuerpo por el jardín como solías hacerlo antes de que me conocieras.
Usabas mi ropa, en especialmente mis camisas y pequeños shorts que se te hacían más cómodos que los pantalones. Tus emociones estaban tan a flor de piel que al verme sonreír tu podías soltar lágrimas de alegría, era tan gratificante ver como te derrumbabas encima mio con tus ojitos llorosos y tu sonrisa cuadrada, dejando a la vista tus perfectas hileras de dientes.
¿Cómo no lamentarme por ser tan idiota?
Te dejé, te arruiné.
Pero claro, tú no eres la víctima.
Fui yo.
Volviendo al tema, ¿Porque me admirabas? Solo era un chico tonto, celoso y sobreprotector que podía dejar hasta sus estudios y familia para cuidar a su lindo novio. No era nadie.
Mas tú, eras todo lo contrario, una maravilla. Te iba mejor que a la mayoría de todos en el instituto, tenías pensamientos puros e inocentes como todos debían tenerlos. Tus intenciones nunca eran malas, tú solo querías dar amor y recibir cariño. Tú solo querías eso.
¿Porque te enamoraste de mi?¿Porque del niño que paso meses observándote desde tu patio, desde un árbol?¿De aquel que podía ponerse celoso de si mismo por tenerte?
Tú siempre veías cosas buenas en mi, siempre lo hacías, a pesar de que haya golpeado a alguien tú siempre lo veías con admiración, y habían veces en las que yo me distraía y tu comenzabas a simular golpes como los que daba yo cuando me observabas en el gimnasio, y yo reía al pillarte hacerlo, mientras tú te sonjorabas y te encogías en tu lugar, eras extremadamente lindo.
Recuerdo tus tardes tristes, en donde tú te quedabas bajo la ducha llorando con agua fría o agua caliente. Y en donde yo tenía que entrar a la fuerza y sacarte de allí antes de que te ahogaras, te diera hipotermia o te quedasen quemaduras.
Recuerdo que cada vez que te frotabas la piel con esponjas de alambres con tal de sacarte todos los dibujos y palabras feas que escribían en tu hermosa piel, y en como yo debía curar tus heridas mientras te recitaba canciones y tú llorabas en silencio.
Siempre besaba tus heridas, tus cicatrices y tus marcas, siempre las cuidaba y acariciaba con mis dedos.
Recuerdo cuando sostuve tu mano al verte en el techo, tú nunca lo supiste, pero yo te estaba espiando desde tu ventana. Estabas en la orilla, moviendo los dedos de tus pies y mirando el suelo sin interés, hasta que perdiste el equilibrio, y casi caes desde el tejado.
Yo sujeté tu mano, yo no te dejé caer.
Recuerdo tu primera pelea, en donde Mingi, San y Jongho querían golpearme por no entregarles el dinero que les debía.
Tú me defendiste, aunque sabías que yo podía hacerlo solo, tú tomaste mi mano y te colocaste en frente mio. Jongho había soltado una carcajada al verte, y tú, ofendido, golpeaste sus genitales con tu pie, dejándolo en el suelo mientras Mingi y San te miraban sorprendidos.
Nunca olvidaré eso, créeme que nunca lo haré.
Luego de eso, comenzaste a llorar por el miedo, por lo que te cargué y te llevé a los baños, en donde me encargué de limpiar cada una de tus lágrimas con mis dedos y acunar tu rostro entre mis manos, sonriendo abiertamente al oír tus ronroneos ante mis caricias.
Tú eras tan perfecto, joder; de pies a cabeza lo eras. Tenías tantos logros que los demás eran incapaces de ver, tenías tanta belleza en tus imperfecciones y en tus pensamientos, eras tan correcto, tan creativo, tan paciente.
Eras tan... Tú.
Yo siempre estuve orgulloso de ti, orgulloso por tus notas, por haber sacado un 9 en vez de un 10, porque aguantas otro día más de burlas, porque no te vas solo porque te importo, en porque tu amabas pequeñas cosas como el sol con tanta fuerza que jamás buscabas sombra, en porque tu amor hacia los animales y la naturaleza era tanto que ni si quiera te atrevias a botar un envoltorio al suelo por error.
Y tú, ¿seguías orgulloso de mi? Luego de todo lo que acabo de decir, ¿de verdad seguías orgulloso de mi?
¿Crees que volveremos a vernos después? Yo creo que si, estoy seguro de que si.
Sé que nos reencontraremos, sé que ni la muerte nos separará.
Tú me perteneces, y yo te pertenezco.
Y créeme, que no me importa lo que hayas hecho, porque yo te sigo amando de la misma forma de la que te amé hace 5 años, cuando todo esto empezó.
Y por eso yo...
“Siempre me arrepiento de dejarte, Yeosang.”
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