Ruptura

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Las peleas eran parte de su vida, para eso había entrenado toda su juventud. Había entrado a la Academia desde los 12 años con un solo objetivo, proteger a cualquiera que no pudiera hacerlo por sí mismo. Uno que otro rasguño, golpe y costilla rota era solo el producto de su estilo de vida.  Aizawa Shouta con 33 años de edad estaba cada vez más agotado y si tenía que ser honesto, se había replanteado ya un par de veces si la forma en que lo había era lo correcto. La vida de un héroe no era larga. Lo había visto con muchos otros compañeros, amigos... conocidos.   Dar la vida por la felicidad de otros era la prioridad, pero en cierto punto, la vida personal de ellos se tenía que hacer a un lado.  Los dones, lejos de ser un apoyo para todos se habían convertido poco a poco en un estilo de vida complicado. Desbalancear la fuerza, y tener características únicas y superiores, era cuestión de suerte. Así como había personas con el más genuino de hacer el bien, estaba esa otra parte, la parte que comprometía a pelear. 

Dar clases y formar futuros héroes no era un solo capricho, tampoco era una imposición. Deseaba ver a menos personas con poderes sufriendo. Esa era su verdadera meta, pero a veces era sencillamente cansado.  Era prácticamente tener dos tipos de vida, una en que estaba oculto y no dormía mucho y otra donde tenía que levantarse temprano y tener la típica vida de un profesor.

Aunque, su actitud no era la clásica deslumbrante de todos, prefería la discreción.  Era su personalidad, no había ningún secreto, ningún oscuro pasado, no había nada además del deseo de ser útil y...

No volver a ver a nadie lastimando a personas débiles.

Su padre era un abusivo, su madre era una víctima y, el recuerdo amargo de su infancia ya se veía borroso.

Pero esa era una historia del pasado, que había sanado y que ya no venía al caso, había alguien en su adolescencia que había sanado esa herida. Él ahora era un hombre adulto, que llegaba a su habitación después de una pelea genérica que se prolongaba por horas hasta casi el amanecer. Tenía hambre, tomó una bebida energética, limpió con antiséptico sus heridas y se metió a su cómodo sleeping a dormir.

Aizawa Shouta comenzaba su día a las 6 de la mañana.  Se tallaba los ojos, e iba a tomar una ducha de agua tibia, era alguien desaliñado con su aspecto, pero siempre mantenía una pulcritud intacta.  No cepillaba su cabello después de secar su cabello con una pequeña toalla.  Después se colocaba ropa cómoda, alistaba algunas pruebas y llegaba a la UA, para dar las primeras clases.

El entrenamiento físico era uno de los criterios más importantes, pero la estrategia y el autocontrol era una evaluación que generaba mayor impacto en una pelea larga.  Evaluaba a partes iguales y tenía un puntaje objetivo, aun sabiendo que había algunos alumnos con preferencias, y que él también tenía un alumno favorito, de otra clase, su evaluación era concreta. Prefería sacar alumnos allí mismo y, estar seguro que sus vidas en un futuro no correrían riesgo. Borró el pizarrón después de dar una larga clase de física.  Luego matemáticas, y finalmente acondicionamiento físico. Terminó las clases cuando el rubio histérico había explotado el patio. Soltó un suspiro cansado.

A la mitad de la tarde era cuando todo se complicaba, sus alumnos pasaban a segundo término y sus entrañas comenzaban a incomodar.  La vida de un adulto tenía muchos puntos críticos, además de ser responsable, se debían controlar las actitudes, y hasta los sentimientos. Era, un ejemplo, tenía que verse como uno y, si su apariencia no era la adecuada, y de vez en cuando usaba sus engaños, era uno de los profesores en los cuales la mayoría de los alumnos contactaban. Y él lo sabía...  Lo que podía sentir, no era importante.

Y allí estaba esa presión en el pecho.

El aula de maestros no era mucho más grande que un salón de clases.  Nada podía pasar desapercibido y estar solas hacía todo más complicado.

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