Capítulo 6.

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Cristine suspiró y se aproximó a su esposo y con su mano libre apretó levemente el hombro de él

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Cristine suspiró y se aproximó a su esposo y con su mano libre apretó levemente el hombro de él.

—Creo que tiene razón... —murmuró ella.

—Yo también —interrumpió él.

Cristine apartó su mano—¿A qué te refieres? —preguntó.

—También tengo razón, ¿por qué crees que no ha dicho nada? —respondió. Cristine no supo contestar—Él se ha imprimado de Jezabel, desde el primer día.

—¿Qué piensas hacer?

—Nada, las imprimaciones son muy importantes, lo sabes. Las parejas son sagradas, Cristine. Y, a demás... se muy bien que él la cuidará.

Sin decir una palabra más, se adentraron a su morada.

Jezabel se encontraba de pie en las escaleras, con ambas manos apoyadas sobre el barandal de madera. Sin querer, había escuchado aquella conversación desde el momento inicial, cuando Dimitri saltó en su defensa.

Y, a pesar de su corta edad, entendía el significado de la imprimación.

Sonrió cubriendo sus labios, se sentía muy feliz de solo saber que estaba destinada a pasar su vida junto al Señor Bonito. Él le agradaba mucho.

Cristine se aproximó cuidadosamente hacia su hija, con una pequeña sonrisa dijo—Jezabel, ¿quieres ver a tus hermanitos?

—¿Hermanitos? —preguntó confundida—¡Si!

Cristi rió y se inclinó a la altura de su hija, estiró sus brazos y le mostró a Jezabel, el rostro del bebé.

Jezabel, inmediatamente, lo analizó. Tenía poco cabello, casi ni se notaba pero distinguía que era rubio. De ojos verdes, un poco azulados, y supuso, que el niño tenía poco más de tres meses ya que, a esa edad, el color de sus ojos se definía. De lo contrario, aún tendría los ojos grises.

Por debajo de sus ojos, poseía una pequeña nariz «Redondita como un arándano», pensó. Y también, unos labios finitos y una lengua inquieta que sacaba y movía como lo hacía una serpiente.

—¿Cómo se llamará, mami? —preguntó la niña, tocando la mano del bebé y formando en sus labios una “o", al notar que el niño le agarró el dedo.

—¿Tú que opinas?

La niña pareció pensar por un instante—¡Sergey! —exclamó.

Sacha no estaba de acuerdo con ponerle nombres a tan temprana edad, iba en contra de sus costumbres, pero Cristine le había insistido tanto, que no se pudo negar. Se acercó a ellas, en especial a Jezabel. Sintió vergüenza de si mismo, ¿cómo pudo dudar de la cordura de su hija? Ella, la que lucía como un angelito, incapaz de hacerle daño a una mosca.

𝐋𝐔𝐍𝐀 𝐀𝐙𝐔𝐋 [𝐋𝟐]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora