Capítulo 15.

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Sus ojos comenzaron a abrirse lentamente, escuchó un silbido, su vista se nubló

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Sus ojos comenzaron a abrirse lentamente, escuchó un silbido, su vista se nubló. Apoyó sus manos en el suelo y sintió algo húmedo rozar sus dedos, se miró la mano, sangre. Intentó levantarse pero fue en vano, sintió dolor y mucho.

Gritó, gritó tanto como se le fue posible. Sus gritos desgarradores resonaban entre las paredes de aquel lugar tan frío.

—Eres un monstruo... —murmuró apenas audible.

—Algún día entenderás, Jezabel, que es por ti —respondió el anciano.

Jezabel seguía temblando en el suelo, estaba frío y ella estaba húmeda, ya que Raymond, le había arrojado agua para despertarla. Cerró sus ojos fuertemente y dejó escapar una lágrima—Eres un monstruo....

—Debes ser fuerte, Jezabel —dijo, cruzó sus brazos por sobre su pecho. «Debo sanar pronto...», pensó ella—. No intentes transformarte, morirás antes de que tus huesos cambien de forma y tamaño.

—¿Qué te he hecho? —murmuró aún en el suelo, sin siquiera poder elevar la cabeza para mirarlo.

—Agradecerás el caracter que formaré en ti —respondió—. Se que no comprendes ahora, Jezabel... pero algún día comprenderás el porqué tu padre me ha pedido esto.

—¿Mi... padre? —susurró. Con la poca fuerza que sintió aún le quedaba, se puso de pie—Dime todo lo que sabes —ordenó.

Raymond la miró serio, no entendía como, después de la golpiza que le había dado, ella se mantenía de pie. Miró cómo los hematomas de su piel iban desapareciendo de a poco y sus heridas abiertas, comenzaban a cerrarse y a cicatrizar. Por algún motivo, las cicatrices no se iban y no lograba entender aquello.

—Sacha me ha pedido personalmente que me encargue de ti. No conoce la verdad sobre lo que eres, ni sobre quién soy —comenzó a explicar—. Pero es consciente de que si te descubren, los demás alfas intentaran acabar contigo.

—¿Por qué? —preguntó sintiendo como sus huesos rotos se movían en su interior, sanando.

—Porque eres fuerte, Jezabel. Más de lo que cualquiera se imagina, incluso yo, lo he visto, lo estoy viendo justo ahora —respondió sin poder apartar la vista de ella—. Para ellos, representas una amenaza. Cualquier alfa, rechazará la idea de establecer acuerdos con un demonio —tomó una bocanada de aire antes de seguir—. Tu padre se ha empeñado en que aprendas idiomas para cuando sea el momento de huir, porque deberás hacerlo, deberás darte lugar entre todos esos hombres que querrán tu muerte.

—Mi padre, piensa protegerme dándome las herramientas pero... le confiará mi vida a la buena suerte —murmuró para si misma—. Estoy lista, Raymond. Liberame —lo miró fijo, un tono destelleante de color oro y rojo apareció en sus ojos azules.

A Reymond se le erizó la piel, jamás había visto aquella expresión en ella y, a pesar de querer mantenerla allí, no podía negarse a sus órdenes cuándo el pensamiento de las tres estaba alineado. Fijó su vista en el dije que Jezabel mantenía en su mano derecha, mientras que con la izquierda se aferraba a uno de los barrotes de hierro. Ella sonrió con malicia al ver que el anciano aún no se movía, sin soltar el dije, se aferró a los barrotes de la celda y tiró de ellas, separándolas lo suficiente como para que su delgado cuerpo pudiera salir.

Había miedo en la mirada del anciano.

«Vamos, Jezabel», dijo Gefion.

—Es hora de irnos, anciano —sonrió, siendo la voz de Evelyn la que se oyó esta vez.

Raymond intentó detenerla con algún encantamiento pero Jezabel fue más rápida y lo alzó por los aires, estrellado su cuerpo contra la pared, rápidamente lo tomó por el cuello y lo elevó hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo—Escucha, Raymond. Es hora de decidir... —habló Jezabel—... o le das tu lealtad a mi padre o me la das a mi. Piensa bien, eres hombre listo. ¿Elegirás a un alfa o a una reina? —preguntó. Él golpeó las manos de la muchacha, quería que ella lo soltara para poder recuperar el aliento—No te oigo, Ray.

—Mi lealtad está con... usted, mi reina —habló con dificultad y ella finalmente lo soltó.

«Bien hecho», dijo Gefion.

En cuanto el anciano recuperó sus fuerzas, quitó el hechizo que impedía que la puerta sea abierta por alguien que no fuese él. Antes de salir, Raymond le dio ropas nuevas a la joven, pues su ropa no estaba en las mejores condiciones.

Cruzaron el dintel de la puerta y subieron las escaleras rechineantes. Ambos iban en silencio, no había que decir. Jezabel pensaba en sus siguientes movimientos mientras se encontraba nuevamente en una lucha interna junto las almas que habitaban en ella y Raymond, por su parte, cuestionaba si realmente ella estaba lista como dijo estar.

Llegaron a la puerta de su habitación, sin voltearse a verlo, ella dijo—Informa a mis padres de mi libertad. Te prohíbo hablar de mis capacidades, si preguntan, diles que me he vuelto sumisa. Que el castigo me ha hecho cambiar —escuchó un leve sonido que provino desde la garganta del anciano, él estaba de acuerdo con ella. Le convenía, después de todo, moriría si desobedecía.

Jezabel decidió concentrarse en su habitación, quitó toda sábana que cubría sus muebles y desempolvó algunos objetos. Miró su ropero, cientos de vestidos viejos, que no eran de su talla, habían dejado de quedarles hace tiempo.

—Mandaré a hacer otros para ti... —murmuró una mujer. Su madre, quién estaba de pie dentro de la habitación.

Jezabel había perdido la noción del tiempo, se había perdido en sus pensamientos cuando vio aquella ropa de niña, recordó con rencor como su padre la abandonó en aquel sótano.

—E-eso me gustaría mucho... —murmuró con vergüenza fingida.

Cristine se aproximó rápidamente, tomando desprevenida a su hija. La abrazó fuerte y rompió en llanto—Lo siento... lo siento tanto hija —dijo con voz temblorosa. A Jezabel se le hizo un nudo en la garganta y no supo como reaccionar, su cuerpo se tensó y Cristine no pudo pasarlo por alto—. He sido una mala madre —la miró, ella buscaba consuelo pero la joven apartó la mirada sin ser capaz de mirarla. ¿Qué podía decirle? Si, tenía razón. Fue una mala madre.

Cristine se disculpó nuevamente y la dejó sola, antes de marchar, la observó en silencio por unos cortos minutos. Su hija estaba de regreso. Sonrió y cerró la puerta, al mismo tiempo, que Jezabel suspiraba.

«Será difícil tener que fingir», pensó.

«No será por mucho», dijo Gefion.

Quiero dedicarle este capítulo a agma132006 ,gracias por los votos y los comentarios

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Quiero dedicarle este capítulo a agma132006 ,gracias por los votos y los comentarios. ❤


𝐋𝐔𝐍𝐀 𝐀𝐙𝐔𝐋 [𝐋𝟐]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora