1. No es una cita

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—Exactamente, ¿cuántos días van a estar por allá?

Yao siguió doblando cuidadosamente la ropa recién planchada y acomodándola en la maleta abierta encima de la cama. Se detuvo después de guardar la última pieza y ayudándose con los dedos, recontó cada prenda que eligiera. Hizo un mohín y regresó al armario para agarrar un suéter negro que normalmente reservaba para ocasiones especiales y los jeans ajustados que no usaba desde su pésima cita con Su She.

—¿En serio? — inquirió Mo XuanYu, irguiéndose de rodillas en la otra esquina de la cama, todavía abrazado al panda de peluche con un lazo rosa en la cabeza —. ¿No dijiste que era solo un fin de semana? ¡Llevas ropa para una semana! ¡Y cogiste tu ropa de la suerte! ¿No se supone que van a estar trabajando? —Observó a su medio hermano entrecerrando los ojos con recelo —. ¿Estás diciéndome la verdad acerca de este viaje, A-Yao? ¿No será que Nie MingJue te invitó a un viaje... de placer?

—¿Qué?

La última pregunta consiguió que Meng Yao saliera de su concentración para alzar el rostro y contemplar al más joven con el ceño fruncido.

—¿De qué estás hablando, XuanYu? — reclamó.

—Eso te pregunto a ti. ¿Realmente vas a trabajar?

—¡Por supuesto que voy a trabajar! — respondió con los ojos color miel muy abiertos –. Voy con mi jefe, XuanYu. ¿Qué se supone que haría si no trabajar?

Mo XuanYu alzó una ceja, acentuando la mirada pícara de sus ojos delineados en negro y plateado.

—¿En serio quieres que te explique qué más podrías hacer? ¿No se supone que tú eres el mayor de nosotros dos?

Meng Yao pestañeó repetidamente, sonrojándose.

—MingJue es mi jefe.

—Es sexy. De una forma un poco tosca, sin duda; pero sexy. No es mi tipo, claro está. Yo los prefiero como su hermano, de hecho; pero el señor Nie tiene su encanto.

—El 'señor Nie' es su padre — medio gruñó Yao mientras cerraba la maleta —. Y no tengo idea de si Nie MingJue es sexy. ¡Y no necesito saber si te gusta HuaiSang! — lo cortó al ver que abría la boca.

Mo XuanYu apretó los labios en un mohín; pero solo consiguió contenerse unos segundos.

—Por supuesto que tienes idea de cuán sexy es Nie MingJue: se te cae la baba cuando entra en la oficina directo del gimnasio, todo sudoroso. En especial cuando usa esa camiseta gris sin mangas. Puedes ver buena parte de su tatuaje... al menos la parte que cubre el hombro...

Meng Yao estuvo a punto de decirle que había visto el tatuaje de su jefe en más de una ocasión y que sabía que abarcaba el omóplato y el hombro izquierdos, y que la cola del dragón descendía hasta tocar la cadera del CEO de la Compañía QingheNie. Justo a tiempo recordó que dar esa información implicaría explicar cómo la obtuvo y si algo Meng Yao tenía claro, era que debía ser cuidadoso con lo que le contaba a su entusiasta y romántico hermano menor. No quería ni pensar en la novela que XuanYu montaría en su cabeza si le contaba que durante la reunión en París había compartido la sauna con su jefe. Por supuesto que Nie MingJue solo había tenido en mente continuar la conversación que mantenían sobre la agenda de la reunión y que su secretario no se perdiera un placer que de otro modo no disfrutaría. Por supuesto que Meng Yao no había podido evitar fijarse en que el cuerpo de su jefe era la definición perfecta de los dioses de la mitología griega y romana: puro músculo sin ser excesivo, el perfecto balance entre fuerza y elegancia. Por supuesto que muchas noches el joven oficinista aspirante a abogado se había quedado despierto preguntándose qué se sentiría ser rodeado por esos brazos largos y firmes, y ser apretado contra el pecho de planos firmes y cincelados... cómo sería estar a horcajadas en esos muslos como columnas de mármol y sentir...

—¿... en casa de sus padres?

Meng Yao alzó una ceja, percatándose de que se había perdido el parloteo de Mo XuanYu gracias a las imágenes de Nie MingJue desnudo que seguían brotando en su mente.

—¿Qué dijiste?

—No me escuchabas — rezongó el menor —, y después dices que no te gusta.

—Yo no...

—Preguntaba que por qué iban a casa de sus padres si se supone que tienen que trabajar.

—El señor y la señora Nie van a salir de viaje y le pidieron a MingJue que se quede en la casa mientras ellos están fuera. Como tenemos que preparar los documentos para la junta del lunes al mediodía, Nie MingJue decidió que trabajáramos allá.

Meng Yao supo que había metido la pata en el momento en que los ojos grises de XuanYu se iluminaron peligrosamente.

—¡Oh! Van a estar solos. Todo el fin de semana. En el campo. Es-una-cita — canturreó, meciendo la cabeza, lo cual hizo que la coleta alta en que llevaba el cabello se balanceara de modo infantil.

—Ya te dije que no...

Los acordes de 'I can't take my eyes off of you', de Gloria Gaynor interrumpieron la réplica de Meng Yao, quien buscó su móvil para comprobar que era Nie MingJue quien le llamara.

—Me voy — informó agarrando la maleta y recogiendo el bolso con la laptop para colgarlo del hombro —. No hagas ninguna estupidez que provoque que padre se enoje y no preocupes a la señora Jin, ¿sí? Y trata de visitar a Jin Ling al menos una vez.

—Realmente quieres que ZiXuan sufra un infarto de miocardio — resopló el menor.

—Solo vístete como un chico normal cuando los visites. Deja las galas de drag queen para otro momento.

—No soy una drag queen — refunfuñó Mo XuanYu justo antes de que su hermano cerrara la puerta.

Meng Yao cerró la puerta del edificio a su espalda y se dirigió al Mercedes Benz negro aparcado justo delante. Antes de que alcanzara el coche, la puerta del conductor se abrió y Nie MingJue se irguió, apoyándose en el techo con un brazo.

—¿Necesitas ayuda? — inquirió, observando al chico tirar de la maleta con esfuerzo.

—Gracias, señor; estoy bien. Solo... si pudiera abrirme el maletero...


Nie MingJue gruñó un sonido afirmativo y se dio prisa en hacer lo que le pedía. Meng Yao luchó durante unos segundos con su maleta hasta que el hombre mayor se la arrebató de las manos y la acomodó junto a la suya.

—Sube al auto — ordenó mientras bajaba la portezuela.

Meng Yao asintió efusivamente y casi corrió a la puerta del copiloto.



Nie MingJue frunció el ceño, siguiendo con la vista el ágil andar de su secretario. Debería de existir una ley que prohibiera que los jeans ajustaran de esa forma un trasero: ¡podrían provocar ataques cardíacos, por amor de dios! O muerte cerebral por ausencia de sangre en el cerebro, ya que ahora mismo cada gota de su flujo sanguíneo se encontraba corriendo alocadamente hacia abajo y acumulándose en cierto lugar.

MingJue cerró los ojos y respiró profundo varias veces.

Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.

Repitió el ejercicio que Lan XiChen le enseñara para controlar la ira. ¡Si solo ahora se tratara de controlar su ira! ¿Cómo demonios se le ocurrió que podía pasar todo un fin de semana, ¡solo!, con Meng Yao? ¿Había perdido la cabeza? ¿O estaba desarrollando una vena masoquista? Si el muchacho insistía en usar esos jeans, algo terrible iba a ocurrir. O quizás no fuera para nada terrible...

—¿Señor?

Meng Yao asomó la cabeza y lo miró, con preocupación.

—¿Todo bien?

—Todo bien — confirmó —. Ya estamos saliendo. Es un viaje un poco largo.

El secretario asintió y regresó a su asiento. Nie MingJue volvió a hacer los ejercicios de respiración.

No es una cita, repitió en su mente la frase que le dijera a su hermano esa misma mañana.

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