Era más de media tarde cuando Meng Yao cerró la laptop y se estiró. Había leído los informes de cada departamento y tomado las notas necesarias para que Nie MingJue pudiera guiarse durante la reunión. Habían trabajado juntos en la mañana; pero después del almuerzo, el señor Nie le comunicó a su hijo que necesitaba recoger un fertilizante en la tienda del pueblo. El pedido había llegado esa mañana y el propietario le había avisado por teléfono hacía un rato. Nie MingJue había ido a buscar la entrega de su padre, dejando a su secretario para que continuara el trabajo solo.
El joven echó un vistazo por la ventana y contempló el campo que se extendía ante la casa. Realmente, ese era un buen lugar para vivir y comprendía por qué el señor Nie prefería esto al ruido constante de la ciudad.
Un gruñido de su estómago vino a interrumpir su admiración por el paisaje y al consultar el reloj constató que era la hora en que normalmente él y Nie MingJue tomaban té y galletas. Tal vez no encontraba galletas; pero estaba seguro de que al menos una taza de té podía prepararse.
Veinte minutos después regresaba a su habitación con la taza de té humeante en una mano cuando escuchó un estruendo. Sin vacilar, dejó la taza encima de una mesita en mitad del pasillo y corrió a la habitación del señor Nie, de dónde provino el ruido.
La puerta estaba entreabierta por lo que empujó sin anunciarse... y se encontró al hombre contemplando con el ceño fruncido un reguero de lo que parecían ser álbumes de fotos.
—Eh... estaba tratando de organizar estos y... hubo un derrumbe — explicó el señor Nie al ver al joven —. ¿Podrías ayudarme a volver a ponerlos en su lugar?
—Con gusto.
Meng Yao entró y se apresuró a acuclillarse ante los álbumes para alcanzárselos al hombre mayor.
¿Cuántos había? ¿Diez? ¿Doce? Todos eran gruesos por lo que Meng Yao calculó que debía de haber más de mil fotos en todos ellos. Mientras levantaba el tercer álbum, su mirada cayó en una foto que sobresalía: una mujer con un qipao verde cargaba a un bebé.
—Mi primera esposa — informó el señor Nie —. La madre de MingJue. Falleció cuando él tenía poco más de un año.
Meng Yao observó la foto nuevamente. La mujer era realmente hermosa y... ya sabía de dónde heredara MingJue esa boca tan sensual.
—Lo siento, señor. Era muy bella.
—Lo era en verdad. Y con un gran corazón. Poética y médicamente hablando — suspiró el señor Nie, sentándose en un sillón con el álbum en sus manos, ahora abierto —. Tenía el corazón más grande que la cavidad torácica, según me explicaron los médicos y eso provocó su temprana muerte. Estos son todos los recuerdos que A-Jue tiene de ella.
—Bueno, creo que quiere mucho a... su esposa, señor. La llama 'mamá'.
—Xie Nuan es la única madre que conoce. Me casé con ella cuando MingJue tenía siete años. Era poco menos que una chiquilla entonces y supongo que se llevaron de maravillas. Además, A-Jue estuvo encantado con la idea de tener un hermano menor de quien ser responsable. Mira. Aquí está la primera foto de Sang'er después de salir del hospital.
Meng Yao contempló la imagen en que aparecía una muchacha vestida al estilo occidental cargando un bebé. Junto a ella, un niño de cabellos oscuros un poco largos y mejillas mofletudas se empinaba en las puntas de los pies para tratar de ver al recién nacido.
—¿Ese es... Nie MingJue? — inquirió el muchacho —. No parece muy...
—No era tan alto en realidad. Era un niño más bien gordito y con voz de petirrojo. Deja que te muestre otra fotografía.
El señor Nie rebuscó en el álbum y le mostró al huésped una imagen de MingJue vestido de uniforme. Era un niño como cualquier otro: bajito, regordete y con mejillas como manzanas. ¡Era adorable!
—Nuan'er adoraba sus mejillas. Le gustaba pellizcarlo y todavía ahora le preguntará: ¿A-Jue, por qué perdiste tus preciosas mejillas?
Meng Yao rio con ternura, imaginando la escena. Volvió a fijarse en el niño de la foto y comentó:
—Cambió mucho.
—La pubertad — suspiró el señor Nie —. De un día para otro, dio un estirón, su voz se puso ronca y ya no había mejillas que pellizcar.
Otra fotografía fue mostrada a Meng Yao. En esta, Nie MingJue era un adolescente espigado, demasiado alto y desgarbado, con el cabello cortado casi a rape, luciendo un uniforme deportivo.
Le siguieron otras fotografías, en las cuales Meng Yao pudo apreciar la transformación de su jefe desde el chiquillo gracioso hasta el joven que vestía toga y birrete en su graduación, rodeado por su familia. El joven se fijó en que no solo los momentos cruciales de la familia estaban plasmados en imágenes; sino que habían fotos de momentos divertidos, de viajes, de fiestas en el jardín, de obras escolares – Nie MingJue vestido de príncipe cuando tenía diez años con la peor cara de descontento que nadie pudiera imaginar, Nie MingJue con la cabeza vendada después de caerse del columpio, Nie MingJue sin los dientes delanteros, Nie MingJue pegado a un árbol y expresión de espanto mientras tres perros enormes le olisqueaban los zapatos, Nie MingJue disfrazado de vampiro para una fiesta de Halloween cuando estuvieron en Estados Unidos, Nie MingJue en el baile de graduación con una chiquilla de cabellos rizados colgada del brazo...
—Son muchas fotografías, señor Nie — señaló Meng Yao.
—Me gusta coleccionarlos.
—¿Los álbumes? — preguntó el joven secretario.
—Los momentos. Cualquier momento puede ser importante para nuestras vidas. Aunque no lo sepamos mientras sucede.
Meng Yao frunció ligeramente el ceño, analizando sus palabras. Finalmente, sonrió, dándole la razón y bajó la vista al álbum abierto sobre sus piernas cruzadas: en la página de la izquierda, Nie MingJue reía gozoso, sosteniendo un trofeo mientras era cargado por sus compañeros de equipo.
Un click y un flash obligaron al joven a levantar la cabeza, desconcertado. El señor Nie reía, sosteniendo una cámara fotográfica.
—Como decía, me gusta coleccionar momentos. Uno nunca sabe cuál es el importante.
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Momentos para coleccionar
Fiksi PenggemarNie MingJue tiene que ir a cuidar la casa familiar mientras sus padres están de viaje. Para adelantar trabajo, invita a su secretario a que le acompañe. Nota aclaratoria para todos (Mo XuanYu y Nie HuaiSang): esto NO es una cita. Sin embargo, los pl...