Phoenix Renacida

El comienzo...

A veces, mientras Phoenix sobrevolaba los cielos oscuros de la noche, se preguntaba si era suficiente para el mundo, para ella, para la historia...
Lo que no sabía, es que iba a cruzarse en el camino de un ave tan peculiar como ella, extraños para muchos, único para ella.

Pero que por desgracia, no era un ave cualquiera, lo temían por que no había dos iguales, le llamaban el Dragón. Se dice que Dragón es una criatura majestuosa y de las más poderosas que puedan existir, por ello a Phoenix le extraño ver a un ave tan peculiar como ella.

Lo que no sabía es que por desgracia para ambos, debían separarse el uno del otro, ya que sus destinos eran distintos:

La del ave Phoenix era recorrer el mundo en solitario, renaciendo de sus cenizas a la vez que moría sobre sus propias llamas, guiada por el vacío de un supuesto corazón que jamás pudo sentir, en busca de la vida y de la muerte para hallar su cometido.
Supuestamente la vida le explicaba que su cometido era explorar nuevos lugares, morir en ellos y renacer sobre ellos, la muerte en cambio le explicaba que su cometido era vivir su inmortalidad intentando encontrar su compañero de vuelo. Por ello Phoenix se preguntaba:

-¿Quién tendría la razón? ¿La vida, o la muerte? Creo que estoy destinada a estar sola, por ello me decaigo en la experiencia y la sabiduría de la vida, ya que la muerte en su desgracia por ser odiada por todos, decidió aislarse de la vida para no ser odiada por ella, ya que amaba a la vida como la vida le amaba a él...

En cambio el destino de Dragón era vivir en solitario, aventurandose en la soledad, recorriendola, pero al igual que Phoenix, él buscaba como llenar ese vacío donde supuestamente tendría que ir su corazón. Por ello Dragón era solitario, no se comprendía, llegó a idealizarse en un pensamiento que se solía repetir a sí mismo:

-Estoy sólo, y siempre lo estaré, por que si tengo corazón nunca ha sentido ni un ápice de sentimientos... Ya que por desgracia, nací sin él, y estoy destinado a vivir en soledad, sin rumbo, recorriendo lugares en donde solo podía adentrarme yo...

Por suerte para ambos, aún sus caminos no se habían cruzado...