TODO SUCEDIÓ BAJÓ COPOS DE NIEVE.

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CAPÍTULO 4.

(xxx)

--Las cartas para jugar al solitario las compré en el almacén. Cuando miré por tercera vez la misma película. Candy se echó a reír.

--Por favor qué aburrido. ¿Todavía tenés ganas de quedarte acá?

Si le hubieran preguntado eso dos días atrás, Terry habría dicho que sí, sin dudarlo. Ahora no estaba tan seguro. Conectar también con Candy le había hecho recordar lo bueno de sentirse acompañado. Sin llevar cadenas atadas.

-- Tomamos cafe --ofreció para evadir algo que todavía no tenía claro.
Mientras el tiempo parecía reducirse, Candy le contó algunas anécdotas del teatro, y él de su profesión. Hasta que llegó la hora de preparar la cena, Candy se ofreció de cocinera, aunque Terry le insistió para que le permitierá atenderla como su invitada, ella se negó. Fueron juntos a buscar algunas provisiones, que Candy había dejado en su cabaña. Termino preparando fideos con salsa de Champiñones.

--Más --le pregunto Terry. Al descubrir que apenas había en rosado los tallarines cuatro veces en el tenedor.

--No soy de comer mucho, Pero como de todo.

--Estás segura de que estás en tu peso.

--Si Doctor--. Río y bebió de su copa de jugo de naranja, sin nada de alcohol, ya había tenido suficiente con la noche anterior.
--Te gustaría mirar alguna película por cuarta vez -- sugirió Candy, Terry había resumido las actividades hechas en la cabaña los días anteriores.
Después de que lavaron y secaron los platos, apagaron las luces y se sentaron en el sillón.
El fuego crepitaba en el hogar brindándoles una gratificante calidez y una penumbra rojiza. Candy se descalzo, levanto los pies y dobló las rodillas contra el pecho. Había visto la saga Bond, Pero al menos sólo lo había hecho una vez y no recordaba detalles, tampoco los retuvo en esa ocasión, la proximidad de Terry hizo que el calor del fuego abrazaran a su cuerpo. De pronto se encontró pensando más en lo que su aroma y su apariencia le provocaban, que en la película. Lo miró con el rabillo del ojo. Sus manos grandes y bien cuidadas, sus piernas donde sus codos descansaban parecían anchas y fuertes debajo del pantalón de jean, sin duda de imagen deportista. No se atrevió a subir la vista a su torso, ni a su rostro, temía que Terry lo notara.. Pero la verdad era que se sentía atraída por él. Cuando la película terminó Ninguno tenían sueño todavía.

-- ¿Quieres mirar otra?-- le pregunto.

-- Si, cualquiera -- agradeció.

Candy empezó a reír sin razón aparente, Terry la observó tratando de adivinar que se le había cruzado por la mente. No tenía noción de haber dicho algo gracioso. Poco a poco aunque no entendiera la broma río también, tentado por la música que salía de la garganta de su vecina..

--¿Qué pasó? --Pregunto, pues seguía sin entender. Candy se arrodilló en el sillón y giro hacia él.

--Te diste cuenta de que pusiste la película de un hombre que se estanca en una montaña, con fuerte nevada como nosotros, y es atacado por un oso. La pusiste a propósito para que no quiera salir de tu cabaña o por el contrario querés que me vaya lo más rápido posible, y que no vuelva. Comprendiendo la situación, Terry río con más ganas.

-- Me parece que no quiero que dejes mi cabaña --confesó. La película estaba acá cuando llegue. Candy siguió riendo un poco más mientras Terry comenzaba a perder noción de todo lo que no fueran ella y el deseo que le despertaba los labios seductores, sus mejillas sonrojadas, sus ojos verdes, lo respingona que era su nariz, a la que le había notado tenía unas cuantas pecas. Parecía una muñeca de porcelana. Sin pensar se le aproximó. Candy no retrocedió. Poco a poco se fue apagando su risa y sólo quedó la intensidad de la mirada que el le daba y quedó atrapada en el hechizo azulado de sus pupilas. Terry alzó una mano y acarició el pelo, era suave, sedoso y se enroscaba fácilmente en su dedo, apartándoselo de la mejilla, su mano se interno entre el cabello y su nuca, con los pulgares le acarició las comisuras de los labios. Candy entre abrió la boca, sorprendida por la intensidad de las sensaciones que encendían sus rincones más secretos, y se inclinó hasta sentir la respiración de Terry. Fue una caricia suave y abrumadora, que la hizo cerrar los ojos. Los labios de él ya estaban sobre los suyos y su lengua se abría paso despacio pero con certeza. Hacía mucho que no se sentía tan nerviosa y excitada por un beso, posiblemente desde la adolescencia. Creyó igual que él, que jamás volvería a sucederle esas sensaciones que habían estado enterradas en el pasado, en la época de las ilusiones y de sentir que tenía toda la vida por delante, muy pronto comenzó a agitarse buscando más satisfacción, apoyo las manos sobre las de él que todavía estaban en sus mejillas. Sus pechos se tensaron y el instinto la llevó a conducirlo para que los tocará. Terry los sintió mas grandes de lo que había mirado y se hincharon bajo su delicada presión, se irguieron como muestra de su excitación. Candy se sentó a horcajadas sobre las piernas de Terry, y él le rodeo la cadera, la apretó contra su erección y Candy se aferró a sus hombros, aún con la boca contra la suya disfrutando la calidez de su sabor. Comenzó a moverse conducida por el placer de su intimidad. El miembro de Terry creció más y la hizo gemir. Exitado, Terry la sujeto con fuerza de las nalgas y se levantó con ella. Caminó hasta la puerta de la habitación y con un pie abrió la puerta, con delicadeza depósito a Candy. Terry comenzó a besarle los pechos, con la lengua. Ella se apoyó en el respaldo casi sin poder respirar enredo los dedos en el cabello castaño de él, hecho la cabeza hacia atrás creyó que estaba a punto de alcanzar el clímax sólo con eso. Las sensaciones le impidieron pensar. Se aferró a su camiseta y tiro de ella mientras él se deslizaba hacia atrás besándole el esternón y el vientre a la vez que él se desprendía el pantalón se lo saco junto con la ropa interior, mientras Candy seguía retrocediendo hasta ponerse de pie detrás de la cama para deshacerse también del suyo.

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