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Daimon toma asiento en el borde de su cama, y suspira acariciándose las cienes

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Daimon toma asiento en el borde de su cama, y suspira acariciándose las cienes. Puede sentir el estrés, el estrés de su misión.

            Usualmente es muy sencillo. Ir, recoger e irse; pero, este caso es un tanto... peculiar.

>>No tiene sentido. ¿Por qué simplemente no debo esperar a que sea su hora y ya? <<

            Si, algo no cuadraba para el pobre Daimon. Sobretodo porque Thea sonaba como un caso peculiar, y los casos peculiares deben ser atendidos con mucho cuidado.

            Sus delgados dedos acariciaban la fotografía con precaución, pues era una fotografía con varios años presentes. Observaba el rostro de una señora de edad joven, quizás en los principios de sus treinta cargando una bebe. Detrás de la señora se podía observar una ligera sombra a un costado de la bebe, y no, no venía de la pequeña.

—   ¿Qué tienes de especial Thea? —se repetía a sí mismo.

La tarde pasa lentamente, con constantes dudas sin respuesta, enigmas de la mujer de cabello rizado y ojos azulados. No había nada que Daimon no supiese, a excepción de ella. Hacerse pasar por efímero era de las tantas cosas que aborrecía del mundo, eso y la mantequilla de maní.

Las suelas de los zapatos de Daimon resuenan por el pavimento a la luz de la luna. Un hombre de mediana edad cruza la calle con celular en mano, pobre hombre perdido... si tan solo supiera que será la última vez que caminará por ese pavimento. Daimon cuenta hasta tres, consciente de lo que está a punto de suceder; de repente, ¡pum! Suena un disparo, y dos personas de sueter oscuro corren hacia él para robarle el maletín que traía en la mano.

—¿Robert? ¿Robert estás bien? —dice la voz del celular.

Daimon sonríe mientras una silueta vaporosa se alza del suelo y se detiene justo delante de él, tomando forma del difunto.

—¿Qué pasó? —el eco de su voz aturde al pobre hombre, y mira hacia atrás para observar su cuerpo ensangrentado. Sus ojos blancos miran de nuevo hacia el pelinegro. —¿Qué me pasó?

—Moriste —responde él. —. Fue bastante gracioso en realidad.

—¿Qué pasa ahora? ¿Voy al cielo?

Daimon suelta una larga carcajada, nada mejor que un alma perdida.

—No, lo siento —responde el ojigris haciendo un puchero con sus labios. —. Aunque, por otra parte, podrás conocer a un buen amigo mío. —los ojos suplicantes de Robert esperan a su respuesta. —Satanás.

THEA

Otro día en la escuela... no sé cuánto más podré aguantar esto. La escuela debería ser catalogada como un infierno personalizado, casualmente siempre existirán cosas para atormentarte. La chica mala, el amor platónico que parece nunca hacerte caso, comida muy asquerosa en la cafetería y los profesores que parecen tener un complot hacia ti.

Besos que matan |O1| pausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora