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Al fin viernes aunque debo admitir que no fue una mala semana o un mes tan malo, me hice más cercana a los mellizos los cuales me parecen tan interesante, Ryan y yo no tuvimos más acercamientos raros aunque eso no evito que me siguiera sonrojando o mal pensando por sus comentarios, he ido a su casa casi todas las tardes después de clase, en el instituto no andamos necesariamente juntos pero si hablamos, ellos mantienen esa frialdad que para mí ya es como parte de ellos. Ambos mellizos son muy reservados y de poco hablar.

—Emma déjame. —exijo de forma suave a la chica que agita mi cabello despeinandome.

—Pero mira que niña más linda. —agarró la gomita desatándolo, intentó recuperarla sin mucho éxito, esta descerebrada me está despeinado porque dice que así se ve mejor.

—Deja. —le digo mientras trato de acomodarlo.

—Tú déjalo, está muy lindo así. —lo sigue manipulando.

Veo a los mellizos por sobre el hombro de Emma, llama mi atención que no están solos, hay una rubia junto a ellos, alguien aclara su garganta detrás de mí por lo que me giro en su dirección, frente a mi esta Sebastián Adam, esta vestido exactamente igual a Ryan, jeans negros con dos cortas líneas blanca horizontales, una camiseta blanca debajo de una chaqueta negra, su cabello negro esta desordenado y se ve sumamente lindo.

—Hola. —Su voz es bastante gélida. —Me preguntaba si ¿Quiere...

—Sebastián. —Interrumpe Ryan. — ¿Qué haces? —Sebastián sonríe con una seguridad y satisfacción inigualable como si acabara de lograr lo que quería.

—Estaba a punto de preguntarle a Stella si quiere ir por un chocolate caliente conmigo después de clase. —Ryan se pone rojo, abre su boca para decir algo pero no puede ya que su hermana habla.

—Sebastián por su lado, Ryan por otro y yo me voy a jugar póker con lucifer ¿Entienden? —Sebastián le arroja unas llaves a Ryan las cual atrapa en el aire, ambos se marchan en caminos diferentes sin decir nada. —Ignoralos, no sé qué les pasa. —me dice antes de marcharse en otra dirección. Emma y yo nos miramos extrañadas pero no quise comentar nada.

Lo que pasó en la cafetería fue muy extraño, trate de no pensar en ello y concentrarme en clase hasta que Sebastián entró en nuestro salón, todos se le quedaron viendo ya que no debería estar aquí. Se acerca a los mellizos, nadie lo detiene, ni dicen nada solo lo miran, le dice algo a sus primos, ellos se ponen de pie van hasta el profesor e igual le dicen algo, antes de marcharse de ahí.

Al llegar a casa voy a la cocina como siempre para comer algo, mi madre no está supongo que debe estar descansando un poco, termino de comer y subo hasta mi habitación para dejar mis cosas e ir a la habitación de mi madre. Al entrar la veo acostada, mi madre tiene el cabello corto ya que según ella así se ve más joven es de un castaño claro, muy claro de hecho, sus ojos son verdes, su piel es blanca es una mujer de alta estatura; está acostada en su cama con una pijama larga mientras mira la televisión.

—Buenas tardes anciana, vine a ver como va el proceso de envejecimiento y que tus canas no sean verdes por causa de tu hija a la que siempre le gritas que te sacará canas verdes. —ella empieza a reírse de lo que dije mientras que yo solo me acerco.

—Ya quisieras nena, ya quisieras. —me siento a su lado mientras me saco los zapatos para poder acostarme. — ¿Cómo te fue hoy en el instituto?

—Lo normal, Emma me molesto todo el día para que cambie mi peinado, clases aburridas a las que debo prestar atención, profesores insoportables los cuales estoy loca por salir de la secundaria para no verlos más y literalmente los locos Adam en acción. —ella ríe a carcajadas, su risa no es exagerada pero sí divertida.

CastleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora