“El primer día de clases” Parte 1
Estaba acostado mirando el techo de mi habitación. Siempre pasaba lo mismo cada año escolar. El primer día no podía dormir. Mire de nuevo mi reloj, eran las seis con cincuenta y dos minutos, mamá vendría a despertarme hasta que fueran las siete y cuarto para que me cambiara y desayunara. Pero ya estaba harto de mirar el reloj y que el tiempo no avanzara más rápido, claro cuando estaba en un examen o haciendo la tarea a última hora el tiempo parecía volar, pero cuando ya quería irme, cuando realmente quería que algo pasara, las cosas avanzaban más lento que la tortuga que tenía mi prima Carla.
Me levante de la cama de un salto y fui al closet a sacar mi uniforme. Lo mire un poco amargado, quería que las vacaciones duraran todo el año. Lo saque y lo puso sobre la cama, me quite la pijama y comencé a colocarme la playera y los pantalones. Busque debajo de mi cama los zapatos y me los puse. Me mire en el espejo y tome el peine, me cepille con mucho cuidado y me eche un vistazo en el espejo. ‹‹Solo le hace falta el último toque.››
Sacudí la cabeza como si fuera un perro hasta que logre que todos los cabellos de mi melena se desordenaran lo suficiente, volví a mirarme en el espejo y solo me acomode el flequillo, listo. Así era como siempre me peinaba, solo si tenía ganas de hacerlo. Usualmente solo me sacudía el cabello y ya.
Baje a la cocina y como me lo espera las luces estaban apagadas. Dusty estaba sobre el sofá, dormido. A mamá no le gustaba que se subiera a los muebles, pero durante la noche, ella nunca se daba cuenta, así que era ahí cuando mi felino se aprovechaba y se iba a dormir plácidamente sobre el sofá central de la sala. Y a mí no me molestaba, lo que era mío era de él.
Me dirigí a la cocina y busque algo de comida. Ayer mamá había picado un poco de fruta y la había guardado en la nevera. Abrí la puerta del refrigerador y busque el plato donde estaba la fruta picada, di con él de inmediato, lo deje sobre la mesa que estaba en la cocina y busque los cubiertos.
Mamá me encontró en la cocina desayunando y sonrió, eran las siete y diez y yo ya estaba vestido y desayunado. El primer día de clases era el único día que llegaba temprano a la escuela.
Luego de que terminara de comerme toda esa fruta, mamá fue a despertar a papá que aun estaba dormido. Yo entraba a la escuela a las ocho de la mañana y papá hasta las nueve. Y esta era la razón por la cual solía llegar tarde, a papá no le gustaba madrugar y se demoraba mucho cambiándose, algunas veces hasta le daba por querer desayunar, lo cual hacia que yo llegara a la escuela exactamente a las ocho con cinco minutos, casi diario, otras veces llegaba a las ocho y media.
Pero como al igual que yo, hoy papá se despertó temprano se cambió en segundos y no quiso desayunar hasta que regresara. Tome mi mochila y fui a despedirme de mamá. Ella se inclino hacia mí y beso mi frente mientras me entregaba mi almuerzo.
— Diviértete en la escuela, pero no demasiado. –sonrió, y yo hice lo mismo. –y cuida de ella. De seguro ha de estar nerviosa.
— Sí.
Mamá sonrió de nuevo y me dio un empujoncito para que fuera con papá al auto. Subí de un brinco y mire a mamá por la ventana, ella se quedaba en el umbral de la puerta hasta que nos íbamos.
Al llegar a la escuela pude notar que los chicos de sexto grado del año pasado ya no estaban. Mi escuela era en realidad un enorme colegio que solamente estaba dividido por sectores, esta era la entrada de los niños de primaria, del otro lado de la “cuadra” era la entrada de los del jardín de niños, y del lado opuesto era la entrada de los chicos de secundaria.
— Nos vemos, campeón. –dijo mi papá. Creo que pensó que estaba nervioso.
— Nos vemos, papá. –dije dando un salto fuera del auto.
Gire un poco y lo vi irse, junto con los demás padres que ya habían dejado a sus hijos. Camine con cautela mientras veía las mismas paredes que había estado viendo desde hace cinco años. Mire mi reloj, mamá insistía en que debía usar uno, para que no desperdiciara mi tiempo. Eran las siete con cuarenta minutos, como siempre el primer día, tenía tiempo de más.
Busque mi salón. Cuando entre solo estaba el encargado de asear antes de que comenzaran las clases, escogí un lugar cerca de la entrada y deje la mochila. Salí de nuevo de ahí y fui a los salones de primer grado.
Camine por los pasillos con la mirada por todos lados. Me detuve justo enfrente de una niña, con mochila de rueditas, llevaba dos coletas altas y su uniforme, que era como un overol de falda hasta las rodillas, color azul marino, con cuadros de distintas tonalidades. Ella se giro a verme y me sonrió.
— _____. –dije sonriendo. Ella se acerco hasta mí.
— Luke, estoy asustada… no conozco a nadie y me da miedo estar sola en el recreo, y si nadie quiere hablarme y…
— Tranquila. –dije. Me acerque a ella y la tome de la mano. –yo voy a esperar por ti en el recreo y voy a estar contigo hasta que consigas amigas, ¿vale?
Vi como sus mejillas se volvían de un rosa pálido mientras me sonreía. Ella lucía adorable.