La bella y la bestia

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Soo despertó sintiendo un gran peso sobre ella ¿Sería su corazón otra vez?, algo así, pero no el montón de carne y sangre dentro de su pecho, sino el hombre que la abrazaba con firmeza y estaba profundamente dormido. La joven reina sonrió, recordó que después de su discusión la noche anterior, ella se había quedado profundamente dormida en los brazos de su esposo, supuso que él la había llevado hasta su cama, se hubiera despojado de sus pesados ropajes y finalmente se acostara justo al lado de ella para quedarse dormido abrazado a su mujer.

-Es como un perrito cuando está dormido. Uno muy, muy bonito- pensó Soo mientras observaba a su rey que dormía plácidamente.

-Sé que me estás observando, Soo...deja de hacerlo...-murmuró So entre sueños.

-¿Y por qué tendría que parar?- respondió sarcástica la reina con una sonrisa mientras acomodaba el pelo de su amado.

-Porque da miedo...-respondió aún con los ojos cerrados.

-Y cuando tú lo haces, ¿no lo da?- contraatacó divertida.

-Yo soy tu rey...-

-Y yo tu reina.-

Aparentemente, Wang So estaba más despierto que los gallos al amanecer, sus reflejos estaban lo suficientemente alerta para tomar a Soo por la cintura y ponerse justo encima de ella, dejando sorprendida a la distraída joven.

-Exacto- dijo contento- Eres mi reina, mi esposa...mía, mía- Wang So gruñía mientras repetía una y otra vez lo suya que era Hae Soo, había comenzado a besar el cuello de ella y sus manos ya se deslizaban por los muslos de su esposa levantando el camisón.

Hae Soo gemía con discreción, una vez Gwangjong terminó su recorrido por el cuello de la joven pasó a la boca de ella y la besó feroz.

-Mía...mía...- gruñía con sus labios aún presionando los de Soo.

La reina abrazó la espalda de su esposo y se pegó más a él, acumulando toda la confianza que tenía, dirigió sus tersas manos al listón que cerraba la camisa de él y deshizo el nudo, sintió a su marido sonreír mientras ella le quitaba la prenda, pero el rey no quería quedarse atrás, acarició los pechos de su esposa buscando el listón amarrado que los escondía de él, Soo gimió más alto; cuando finalmente lo encontró, Wang So no estaba dispuesto a perder más tiempo...

-¡Pyeha, Mama! ¿Están despiertos?- se escuchó una voz masculina llamando a sus majestades detrás de las puertas, cuando ambos voltearon se percataron por la voz y la silueta que se trataba de Ji Mong.

-¿Es en serio?- susurró molesto So, volteó a ver a su mujer confundido y ella sólo pudo levantar los hombros, no tenía una buena respuesta para él en ese momento.

-Ya ha salido el sol, sus majestades, perdonen que no los deje descansar más pero hay muchos asuntos que atender- continuó con cierta urgencia el astrónomo.

Wang So emitió un sonido gutural similar a un rugido y ladeó la cabeza de un lado a otro, Soo apenas podía contener la risa.

-Recuérdame que lo mate si vuelve a hacernos esto- dijo molesto y se levantó de la cama.

-De acuerdo, cariño- respondió divertida la reina mientras aceptaba la ayuda de su amado para levantarse.

Las puertas de los aposentos de la reina se abrieron con un violento golpe que hizo a Ji Mong y a los guardias dar un salto hacia atrás, de la habitación salieron el rey y la reina tomados de la mano, él aún tenía la camisa abierta y ella el pelo un poco encrespado y las mejillas rojas, So le dirigió al astrónomo una mirada asesina y le mostró los dientes como si fuera un lobo a punto de matarlo, incluso parecía que le gruñía; el astrónomo sólo podía encogerse en su sitio, aguantar la respiración y mirar con miedo y súplica a su rey, con suerte, Soo estaba ahí para salvar a su amigo.

Scarlet Heart Ryeo: Larga vida a la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora