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—¿No vas a asistir a la reunión? —Maxine estaba sentada en el escritorio de Darla, leyendo un libro sin mucho interés, mientras la susodicha se miraba en el espejo, asegurándose que no hubiese ni un solo cabello fuera de su lugar

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—¿No vas a asistir a la reunión? —Maxine estaba sentada en el escritorio de Darla, leyendo un libro sin mucho interés, mientras la susodicha se miraba en el espejo, asegurándose que no hubiese ni un solo cabello fuera de su lugar.

—No, tengo una cosa que hacer —ella frunció el ceño, sin dejar de mirarse—. Te cuento el fin de semana, será una charla muy larga —comentó, poniendo una mueca de hastío. Al tiempo que acomodaba el único mechón de su cabellera roja que estaba fuera de lugar.

Max asintió con la cabeza y se levantó, tomando el libro de la mesa.

—Está bien —convino—. Por cierto, este es el que necesitaba, voy a llevármelo —sus palabras no eran una petición, pero Darla lo entendía de esa manera.

—Adelante —le dijo y se despidieron rápidamente. Max iba tarde para tomarse sus medicinas.

Darla siguió contemplando su cabello, siempre se aseguraba de que sus rizos estuvieran perfectos. Mientras se encontraba inmersa en su reflejo, escuchó una voz que la llamaba. Ella levantó la mirada como un acto de reflejo y se fijó en sus alrededores, no había nadie dentro de la habitación y después de bastante rato parecía que el silencio era denso, por lo que continuó con su rutina sin preocuparse de ello.

Aquel momento en su memoria se volvió lejano, por lo que navegó en la bruma de sus recuerdos a unos momentos después, cuando caminaba por los pasillos, dirigiéndose al lugar donde la habían citado.

Mientras andaba con la cabeza muy en alto, pensaba con mucho detalle en las cosas que le diría a esa persona, se regodeaba en la humillación que le haría sentir y en su venganza después de que esparciera esos rumores sobre ella en la página de la escuela.

Estaba lista para la batalla, cuando escuchó su nombre una vez más, a lo lejos y casi no lo notó. Esa mañana el jardín trasero estaba demasiado lleno de niebla, hasta el punto en que era difícil mirar por donde caminabas. Aquella incertidumbre mató su confianza, ella podía luchar contra su enemigo con palabras, pero ese no era un buen lugar si trataban de hacerle daño, estaba demasiado lejos de la aglomeración de alumnos que caminaban de aquí allá durante las mañanas, era demasiado solitario. Ella apretó los labios, pensando en lo inconveniente que era el vestido que estaba usando y como sus sandalias caras podrían romperse con facilidad si corría. Era ridículo pensar que había peligro real, pero estaba sintiendo miedo.

Darla vio su figura aparecer poco a poco, como si se hubiese ocultado en la niebla, parecía estar asechándola. Ella entornó la mirada para poder distinguir bien su rostro y cuando estaba a punto de hacerlo, la voz que la llamaba por su nombre se alzó por encima de aquella ensoñación, obligándola a abrir los ojos.

—¡Darla! ¡Despierta!

Era Archibald resonando su cabeza mientras ella trataba de entender que estaba pasando.

Lo primero que vio fue la luna brillante y redonda. Parecía que hubiese un segundo sol sobre el cielo porque resplandecía con fuerza, iluminando la oscuridad de la noche, tiñéndola de rojo ¿Por qué se veía tan roja?

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora