5º/El destino

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-¿Chica retro?-reconocí esa voz al instante, era ella, la chica de las cintas.
No quería que me viera en estas condiciones, comenzaría a hacer preguntas que, probablemente no esté capacitada para responder en estos momentos. Ni ahora ni nunca.

Discretamente me limpié las lágrimas de mi ojos, no había rastros de lágrimas, pero cómo explicaría el color rojizo de mis ojos.

No, no podía levantar la vista.

-¿Chica de los casetes?-pregunté bromeando, tratando de regular mi voz.

-¿Todo en orden, acaso no me quieres ver?-rió, provocando una sonrisa inconsciente en mí.

-No es eso, en realidad no creí que te volvería a ver.-

-Cierto, jamás te pedí tu número, error mío.-volvió a reír, en el espejo pude ver sus intentos de verme el rostro.-¿Me dejarás verte?-

-No creo que te guste verme en este estado.-y ahí fue cuando bajó a ver mis nudillos.

-Oh Dios, ¿qué fue lo qué pasó?-tomó mi mano tratando de ver mis heridas. Volví a sentir un terrible nudo en mi garganta, no tenía voz para hablar.

Y otra vez, una lágrima fue a caer a mi mejilla. Otra, otra y más tarde otra. Volví a llorar. Necesitaba hablar con alguien.

Inconscientemente fui a caer rendida a sus brazos, llorando desconsoladamente.
-Tranquila, no necesitas hablar con una desconocida sobre esto, pero al menos déjame ayudarte con eso.-comentó haciendo referencia a mis manos, asentí separándome de ella, algo apenada por la escena que acababa de hacer.

Se acercó a la puerta de salida y la abrió.
-Después de ti.-asentí con la cabeza pasando. Siguió detrás mío.

-Es por aquí.-indicó presionando el botón del elevador.

Fueron segundos de espera.

Entré después de ella, aún sin levantar la vista. Apenada, sobre no sé qué.

El elevador cerró sus puertas y subimos, segundos de silencio incómodo.

Salió antes de mí, comenzó a buscar en su bolsillo de la chamarra sus llaves, se frenó en la tercera puerta del pasillo, e introdujo las llaves; finalmente abriendo la puerta.

-Puedes sentarte en la sala, enseguida vuelvo, necesito buscar dónde quedó el botiquín. Ya regreso.-asentí agradeciéndole lo que había hecho.

Eché un vistazo a toda la habitación, todo estaba en perfecto orden. Algunos cuadros en las paredes, pero tan solo unos pocos.

Del lado derecho se encuentra la cocina, una estufa, un refrigerador, un microondas forman parte de el. Un poco enfrente de él se encuentra el comedor.

Una pequeña mesa de noche se encuentra a un lado mío, encima hay una lámpara con una luz cálida. Hay una silla acolchonada en la sala y enfrente mío una pequeña chimenea.

-Aquí está, siento mucho la tardanza.-comentó interrumpiendo mis pensamientos.

-No tenías que hacer esto.-

-Escucha, sé que nos conocimos hace tan solo unos meses, y ni siquiera hemos hablado más de 2 veces. Pero, ¿está todo bien?-

-Prefiero no hablar de ello.-una vez más el nudo en la garganta se formó.

-Claro, lo siento.-colocó el botiquín en la mesa y comenzó a buscar con qué curarme. Sacó vendas un poco de alcohol y crema.-Al parecer el destino quería que nos volviéramos a encontrar.-bromeó provocando una sonrisa en mí.

-Tienes razón.-Y me puso el alcohol, sintiendo un terrible ardor en los nudillos.-¡Carajo!-grité inconscientemente. Saltando de golpe.

-Ya pasó, en unos segundos te dejará de arder.-con delicadeza quitó el exceso de alcohol, abrió la pomada, se puso un poco en ambas manos.

Y tuvieron contacto con mis nudillos.

Sus manos eran demasiado suaves, hacía cada movimiento con delicadeza, como si en cualquier momento pudiera volver a gemir de dolor.

-¿Sabes? Mi madre siempre me vendaba cuando me lastimaba en la escuela.-contaba, por alguna extraña razón tenía gran interés en cada palabra que musitaba.-Siempre lo hacía con tanto cuidado, que ni me daba cuenta cuando terminaba.-toda mi atención estaba en ella.-Ya está.-finalizó poniéndose de pie.

-¿Qué, cómo? ¿Cuándo fue que terminaste?-El ardor se me había olvidado.

Sonrió-Bueno, creo que lo hice bien.-

-Perfecto, lo hiciste Perfecto.-

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