Capitulo 4

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Kara la estaba pasando fabulosamente bien mirando a Dari boquiabierta por toda la comida de la cena. Ella sabía cómo se sentía su entrañada prima, ya que ella se sintió de la misma manera cuando había llegado con Jana a Galis hace cinco años Yessat.

Todo era diferente en Galis. Era como si el planeta fuera la imagen reflejada de Tryston, pero al revés. De muchas maneras, Galis le recordaba a una saga que su mani una vez le había contado, sobre una pequeña niña llamada Alicia y sus aventuras en un lugar llamado el País de las Maravillas. Al igual que Alicia, habían terminado en un mundo en el que todo era lo opuesto al mundo que una vez habían habitado.

Dari suspiró mientras terminaba lo que le quedaba del guiso. Se acercó a Kara.

"¿Recuerdas las toallas húmedas vesha que los sirvientes confinados nos daban después de participar de la comida pegajosa?" Frunció el ceño mientras se miraba las manos pegajosas. "¿Tienen toallas vesha aquí?", preguntó casi ausente.

Kara sonrió. Apenas podía esperar a ver la reacción de Dari a su respuesta. "Sí.

El sirviente hombre que te atiende te traerá la tuya".

Dari miró por sobre él, frunció los labios de una forma que la hacía acordar a su mani. "No veo—".

Kara se mordió el labio para no reírse en voz alta, pero la mirada horrorizada en el rostro de Dari era comiquísima. Se aclaró la garganta y sonrió de oreja a oreja.

"¿Lo ves ahora?".

"Sí", chilló Dari. Se aclaró la garganta. "Me refiero a que sí, lo veo". Se estiró y agarró la toalla vesha húmeda que colgaba de la masculinidad erecta del sirviente, y se lavó muy bien las manos con ella. Los orificios nasales se le agrandaron. "No comprendo las cosas aquí, Kara", gruñó. "Y me hace sentir una tonta".

"No". Kara se rió entre dientes y se le formó un hoyuelo en cada mejilla. "Te ves mucho menos tonta que Jana y yo cuando llegamos. Es una promesa entre primas, tener la boca abierta al menos quince días sin interrupción".

Dari se rió por primera vez. Una rareza en ella, por lo que Kara supo que estaba de buen humor. "Sí, creo. Es un bello lugar de paso y muy diferente sin duda". Volvió a mirar al sirviente que la atendía y dirigió nuevamente la mirada a Kara. "¿Cómo es posible que...?". Hizo un gesto con la mano. "¿Cómo mantiene erectas las partes siempre, de la manera en que lo hace?".

Kara se puso un dulce migi en la boca, saboreó la dulzura de su postre favorito.

"Las Altas Místicas les hechizaron la verga". Ella se encogió de hombros, después de cinco años Yessat de acostumbrarse a verlos. "Por eso es que pueden desempeñarse sexualmente en cualquier momento en que la mujer desee probar sus encantos".

Los ojos de Dari se agrandaron. "¿Alguna vez has probado sus encantos?", murmuró.

"No". Kara suspiró mientras clavaba los dientes en otro dulce migi. "Por lo menos lo intenté una o dos veces al ver tantas pijas erectas, sin embargo, nunca sentí que fuera el hombre o el momento indicados...". Su voz se fue apagando.

"Principalmente sentí que nunca era el hombre adecuado", admitió en un susurro. Dari desvió la mirada. No quería pensar en Gio tanto como Kara no quería pensar en Harry. No era más que transitar el camino trelli del mal de corazones.

"He decidido asistir a la cacería de final de temporada", dijo Kara, cambiando de tema. "Es al salir la luna, mañana. ¿Te gustaría acompañarme?".

"Sí", dijo Dari, afirmando con la cabeza. "Me encantaría—ahh, me olvidaba".

Suspiró.

Kara frunció el seño. "¿Qué? ¿Qué pasa?".

Sin escape (H.S) 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora