Capitulo 10

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Planeta Khan-Gor, "Planeta de los Predadores"

Galaxia Zyrus, Séptima dimensión

Jana apretó los dientes cuando él le arrancó el último pedazo de la zoka del cuerpo y lo arrojó al piso. "¿Qué estás haciendo?", dijo ella abruptamente mientras se daba vuelta para enfrentar a Yorin. Los orificios nasales se le agrandaron. "¿Por qué—oh Diosa".

Jana jadeó mientras observaba que las pupilas de los ojos de Yorin se teñían de un rojo aterrador. Se alejó de él dos pasos y retrocedió instintivamente cuando vio que se disparaban láser de los ojos que le chamuscaban el material de la delgada zoka hasta que nada quedó de ella. Con los ojos abiertos de par en par por el terror, ella siguió retrocediendo; su mente analizaba desesperadamente diferentes vías de escape.

Los orificios nasales de Yorin se agrandaron. "No te alejes de mí, zya, o tendré que volver a darte una paliza".

Los labios de Jana se encorvaron para producir un gruñido ante el recordatorio del castigo infantil que había recibido dos lunas atrás, el mismo castigo que le habían impartido apenas una hora Nuba después de que se hubiera despertado de su estado de inconciencia de una semana. En Galis, él había jurado castigarla si ella le daba órdenes estando cautiva y atada. Él había sido fiel a su palabra, la había colocado sobre sus rodillas y le había dado una paliza en las nalgas desnudas en cuanto pudo.

Luego, la había llevado a la cama de pieles a bordo de su nave y se había deleitado con su piel más veces de las que ella podía recordar. Definitivamente, ella estaba embarazada. Al menos, ninguna muchacha de su especie soportaría tantas montadas sin concebir, ella lo sabía. Y, de hecho, ella pertenecía a la especie de Yorin.

No sabía lo que le había sucedido durante la semana que había estado en coma, pero, aun así, no cabía duda alguna de que alguna clase de metamorfosis había tenido lugar dentro de su cuerpo. Sus sentidos eran más agudos que nunca; sus reflejos, más rápidos; sus movimientos, más ágiles y sus pasiones, más pronunciadas. La necesidad de aparearse la arrasaba cada dos horas y la compulsión automática por obedecerlo en todo lo que deseara por toda la eternidad la instaba a cumplir con sus órdenes. Todo la enloquecía; todo.

Jana ignoró su no tan sutil amenaza y, en cambio, se concentró en la injusticia a la que la habían sometido. "Quiero regresar a Galis lo antes posible", siseó ella. Sus ojos se entrecerraron. "Y quiero que me repongas con tus propios créditos la zoka que me destrozaste. Era una posesión de material costoso y la acabas de convertir en basura".

Yorin levantó una de sus oscuras cejas. "No te permito que me hables con ese tono de voz, vorah". Él suavizó ligeramente la voz para no atemorizarla aun más.

"Y no sólo eso, no existen los créditos en Khan-Gor".

Ella se quejó. "¿Por qué no me sorprende enterarme de esto?", preguntó ella con amargura. "Son sólo Bárbaros, todos ustedes". Cruzó los brazos por debajo de los senos y se frotó enérgicamente desde las muñecas hasta los codos. Realmente hacía frío en este planeta primitivo de hielo plateado.

"¿Qué sabes tú de mi especie para afirmar algo así?", murmuró él.

Los orificios nasales se le agrandaron. "Sé que me has secuestrado contra mi voluntad. Sé que me no me has permitido usar ropas pese a que hace suficiente frío como para matarme. Y acabas de admitir que no cuentan con sistema alguno de trueque; eso sólo puede significar que no vale la pena hacer tratos con ustedes".

Los agudos ojos plateados de Yorin se pasearon por su cuerpo desnudo.

"Nunca dije que no tuviéramos ningún sistema de trueque", respondió él distraídamente con la mente concentrada en su propia excitación. "Lo único que dije es que no trocamos con créditos".

Sin escape (H.S) 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora