Otro día más en esta mansión a la que me veo obligada a llamar hogar. Mis padres seguían todavía fuera de casa en todos esos viajes de negocios que tienen, todavía no me atrevía a hablar con el extraño chico que había capturado supuestamente mi corazón y, claramente, no tenía ni idea de mis sentimientos hacia mi mayordomo. El beso del otro día me encantó, sí, pero no sabría decir si le pedí que me besase porque lo amo y mis sentimientos hacia el otro chico no son tan reales como pensaba o si fue por dejarme llevar por el momento. Es decir, tenía a mi sensual mayordomo demasiado apegado a mí, mi cuerpo respondía por sí solo.
Me despeino con un quejido.
-Joder, esto no debería ser tan difícil. -Dejo caer mi cabeza tras comprender que había comenzado a tener un lío mental producido por mis sentimientos y que no tenía a nadie excepto Mami con quien hablar de esto. -Al final todos estamos solos... -Murmuro mirándome fijamente en el reflejo del espejo.
-Mi lady, ¿hay algún problema? -La ronca y suave voz de Sebastian me asusta, provocándome dar un sobresalto. - ¿Mi lady?
-Sebastian... -Me muerdo la mejilla interior tratando de disipar mis nervios. -Yo... Creo que tenemos que hablar.
Hoy no tenía clases, era fin de semana y había decidido pasar todo el día en casa. No tenía escapatoria alguna.
-Sí, mi lady.
Tras dar varias bocanadas de aire para poder darme el necesario coraje, lo miro decidida.
- ¿Qué te produjo lo de... Eh... Nuestro beso del otro día? Necesito saber lo que sientes.
Me mira durante minutos que se me hacen horas en silencio, evaluando todo el entorno, a mí, y espero que también que a los sentimientos que afloran en su corazón.
-Señorita, creo que aquello estuvo bien pero no creo que debamos de realizar tales actos. No después de-. -Deja de hablar de la nada, como queriendo callarse algo que debería saber seguramente, y por alguna razón aquello me duele. ¿Acaso no puede confiar en mí? -Mi lady, deberíamos de olvidar lo que ocurrió. Recuerde las normas impuestas por sus padres, nada de amoríos entre nosotros. Como comprenderá no pueden despedirme e irme tranquilamente como si nada hubiese pasado, tenemos un contrato realizado.
Me quedo callada. Parece que era la única que había comenzado a sentir dudas entre ambos. Era una estúpida, todo lo dicho por el Michaelis era producto de la adrenalina producida por el momento. Me sentía... No sabría ni como explicarlo.
-Está bien, me parece correcto la propuesta que me ofreces. -Sin emitir sentimiento alguno en mi expresión facial, hablo. -A partir de ahora desearía que tuviésemos nuestras distancias, así nunca volveremos a cometer tal idiotez. Puedes marchar, Sebastian.
Lo miré expectante ante su respuesta. Se quedó allí, de pie, dubitativo ante todo esto, pero terminé decepcionada pues, tras hacer una pequeña reverencia, mi mayordomo había salido por la puerta acompañado de su típica frase:
-Sí, mi lady.

ESTÁS LEYENDO
El único (Sebastian Michaelis)
Fiksi PenggemarSiempre ha estado sola. Nunca ha visto a sus padres por más de una semana. Aunque... todo cambió, cuando contrataron a un mayordomo.