12; Tú también puedes decirlo

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Seungcheol se aseguró de que nadie entrara a su habitación y fuesen interrumpidos. Se quitó la ropa y dejó que las prendas se perdieran en algún lugar de la gran habitación; Jihoon lo miraba extasiado, había visto su torso desnudo cuando solían jugar en el jardín, cuando se bañaban en la piscina, cuando el mayor hacía ejercicio en el gimnasio privado de la mansión, o cuando comenzaba a desnudarse fuera del cuarto de baño para tomar una ducha, pero en ninguno de esos momentos lo había mirado como lo estaba haciendo ahora.

Recordaba haber visto desnudo a Seungcheol hace algunos años, cuando solían ducharse juntos porque Jihoon no sabía hacerlo, pero apenas eran unos niños inocentes que corrían por toda la casa como si un monstruo los persiguiera. Después de todo ese tiempo, era la primera vez que lo veía sin una sola prenda de ropa. Seungcheol se acercó a la cama con lentitud y al parecer, él estaba igual de duro que Jihoon, porque aunque no lo supiera el menor, Seungcheol se ponía duro con sólo imaginarlo desnudo.

Los dos eran unos inexpertos en tener relaciones sexuales, pero les fascinaba la idea de que juntos aprenderían lo que se debía hacer en esas situaciones. Seungcheol había visto una vez a dos chicos haciéndolo y eso le calentó más que cualquier otro tipo de video que sus amigos le enseñaran, sabía que no sería fácil tener a Jihoon dentro de su cuerpo. Se recostó sobre la cama junto a un ansioso Jihoon, quien parecía querer estar ya en el cuerpo de Seungcheol.

El corazón de Seungcheol latía con fuerza, chupó un par de sus dedos y los introdujo en su entrada, sintiendo un leve dolor por la intromisión. Su otra mano se encargaba de estimular su pene, no quería descuidarlo y que después sintiera las consecuencias de no atenderlo debidamente.

—¿Por qué haces eso?— preguntó Jihoon quien no quitaba la mirada de las acciones del mayor.

Seungcheol dejó escapar un gemido antes de hablar —si entras así nada más, podrías lastimarme.

Jihoon asintió y comenzó a masturbarse nuevamente al sentirse más excitado por lo que hacía el mayor con su cuerpo —¿puedo ayudarte?

Seungcheol asintió, sacando el dedo de su interior y observando a Jihoon.

El menor terminó de jugar con su presemen entre sus dedos, y lubricó la entrada de Seungcheol, como si supiera que eso debía hacer. El primer dígito se introdujo con facilidad, y sonrió al ver el cuerpo de Seungcheol reaccionar al tacto en su interior. Metió y sacó el dedo con lentitud —¿así está bien?— preguntó mirando aquel ceño fruncido de Seungcheol.

S-si... sigue así— pidió el mayor.

Poco a poco Jihoon tomó un ritmo rápido e introdujo un segundo dedo, logrando que el pequeño agujero se dilatara con los movimientos de tijera que Seungcheol le pidió que hiciera. Hacer aquello lo estaba volviéndolo loco, sus caderas se movían al mismo ritmo, rozando su miembro con el muslo de Seungcheol en falsas embestidas. En poco tiempo, el mayor le dijo que era suficiente y podía introducir su miembro en su interior. Jihoon mordió su labio, ya estaba entre las piernas del mayor, alineado en su entrada, pero no hacía nada.

—¿Qué sucede?— preguntó el mayor al darse cuenta de que se había quedado congelado en ese momento.

—No quiero lastimarte— dijo apartando la vista de su miembro y la entrada de SeungCheol para mirarlo a los ojos.

—No lo harás, sólo hazlo lento.

—¿Pero y si lo hago?

—Mírame a los ojos— extendió una mano hacia Jihoon y el menor la tomó —mírame y así cuando te estés hundiendo sabrás si me lastimas o no.

El mitad humano asintió. Ambas manos se entrelazaron con los dedos de Seungcheol, colocándolas al nivel de su cabeza sobre el colchón. Miró por un momento hacia abajo, asegurándose de que su miembro estaba en la entrada. Lentamente se fue hundiendo mientras miraba directamente a los ojos de Seungcheol, trataban de mantener sus miradas conectadas, pero al fruncir el ceño -uno de placer y el otro de dolor- les dificultaba hacerlo adecuadamente.

Jihoon llegó hasta el tope, y dejó escapar un gran suspiro por lo bien que se sentía. Soltó una de las manos de Seungcheol, para poder limpiar la lágrima que se escapó del ojo del mayor y besó la comisura de su ojo, causándole un ligero cosquilleo. No supo porqué lo hizo, pero se atrevió a besar cada centímetro de piel hasta llegar a esos carnosos labios; con torpeza movió los suyos sobre los contrarios, aprendiendo a besar y a deslizar su lengua para profundizar el beso.

Los movimientos en las caderas de Jihoon dieron inicio, como si supiera cómo hacerlo, cuando en realidad estaba aprendiendo a embestirlo, experimentando nuevas sensaciones que jamás pensó que existieran y lo mejor de todo es que estaba haciéndolo con su mejor amigo, alguien a quien apreciaba y admiraba y que si se lo admitiera a sí mismo, amaba. Nunca se dio cuenta del momento en el que se enamoró de Seungcheol, ni siquiera sabía lo que era enamorarse.

En las películas y series de televisión hablaban sobre sentir mariposas en el estómago, ponerse nervioso al hablar con aquella persona, hacer cosas torpes, o sonrojarse cuando veía a esa persona especial. Jihoon jamás pasó por esos síntomas, su estómago no se llenaba de insectos que revoloteaban en su interior, era un pequeño cosquilleo nada más; no se ponía nervioso al hablar con Seungcheol porque tenía confianza con él; él era naturalmente torpe, en la manada se lo habían dicho muchas veces así que no hacía cosas torpes sólo con Seungcheol, lo hacía con todo el mundo; y tampoco se sonrojaba cuando veía a Seungcheol, al menos no que él supiera.

Así que no conocía ese sentimiento de enamorarse.

Así que no estaba enamorado de Seungcheol.

Con el tiempo pasando y las sensaciones en su cuerpo cada vez sintiéndose mejor, Jihoon aumentó el ritmo de sus estocadas, penetrando con más fuerza y más rápido. Sus pieles chocaban combinando el sonido con sus gemidos y jadeos. Sus pieles habían comenzado a sudar, por el calor que se instaló en la habitación y la fuerza física que estaban haciendo. Sus manos se aferraban al del contrario, cada vez con más fuerza. Sus bocas y lenguas danzaban en conjunto, separándose sólo para tomar aire y continuar o para besar otras partes de sus cuerpos. Sus respiraciones estaban descontroladas, el aire les hacía falta, pero no lo suficiente para detenerse. Y sus corazones latían en conjunto, cada vez más rápido y más fuerte.

Jihoon fue el primero en soltar su esencia en el interior de Seungcheol, llenándolo hasta el fondo y aprisionándolo en el placer inimaginable que en ese momento recorría su cuerpo. De su boca salió un ronco gemido, un gemido que Seungcheol pudo distinguir con su nombre y eso lo hizo sonreír. Seungcheol soltó una de sus manos sólo para llevarla hasta su propio miembro y comenzar a masturbarse, pues él no había terminado.

—Déjame hacerlo— Jihoon apartó la mano de Seungcheol y continuó los deslices a un ritmo más rápido, sin quitar la mirada de la cara del mayor, para verlo llegar a su orgasmo.

Ah~ ah~ Jihoonie~— murmuró suavemente en gemidos, queriendo que Jihoon no lo oyera, como hasta el momento, que sus gemidos habían sido simples balbuceos sin sentido, pero ya no podía seguir conteniendo el nombre del menor al gemir.

—Por favor, di mi nombre más fuerte— pidió el mitad humano, comenzando besos en el cuello sudoroso de Seungcheol.

Seungcheol estaba cerca de derramarse en la mano de Jihoon, así que dejó escapar un fuerte gemido al hacerlo, uno que no pudo ni quiso contener —Jihoon... te amo aaahh~— No se dio cuenta de la magnitud de sus palabras hasta que abrió los ojos, dándose cuenta de la mirada sorprendida de Jihoon —y-yo...

—¿También puedo decir que te amo?— aún seguía siendo ese inocente cachorro que Seungcheol había conocido.

Sonrió contento —puedes hacerlo.

—Te amo— sus labios se acercaron en un suave beso. Finalmente Jihoon sonrió saliendo de su interior y cayendo rendido a un lado del mayor en la cama.

Jihoon continuó en celo al menos una semana, una semana en la que los dos se encerraban en una habitación y se deleitaban con los más exquisitos besos, penetraciones y posiciones a la hora de hacer el amor en la noche. El hombre lobo era quien amanecía radiante al día siguiente, mientras que Seungcheol terminaba más agotado por todas sus actividades del día y además de tener que complacer al menor, dispuesto a que Jihoon hiciera lo que quisiera con él; pero no se quejaba, porque después de cada sesión, podía llenar el cuerpo de Jihoon con besos y recibir la mismas caricias del contrario, sumergiéndose en un mundo en el que sólo ellos dos existían.

The Little Wolf  [JiCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora